Nochevieja

Publicado el 29 enero 2014 por Alejandropumarino

Faltaban apenas cuatro meses para que Alejandro Pumarino viese por vez primera la luz de este mundo, aunque lógicamente, ya no se acuerdo uno de entonces. Recuperé la imagen de una página de fotografías antiguas de Gijón, mientras buscaba la del Café Begoña, del que hablamos en una entrada anterior y que, aunque en un tono menor, fue tan emblemático como el Alcázar o el Oriental en su día.

Uno recuerda los años sesenta como en blanco y negro, y aún me sorprende la imagen de la calle Buen Suceso a mediados de los setenta, cuando era la zona de vinos de Gijón, en una fotografía a todo color en la que podría estar yo mismo junto a la antigua Casa Julio, la Taberna Gallega o La Perla; la vida en color parece solo la inmediata, la más próxima, como si se desvaneciese la nitidez con el normal discurrir del tiempo. El cartel es evocador, desde el menú con merluza y pollo como protagonistas, hasta la sugerente copa de brandy en la sobremesa, actualmente sustituida por el impersonal, caro e importado “gin-tonic”, ejemplo de hacer lo que todo el mundo para ser diferente de los demás. La carne de ternera era un lujo al alcance de pocos bolsillos, como el besugo y otros productos de la tierra y del mar; recuerdo que el aceite se compraba en el economato, y también las visitas al CAT (centro de abastecimientos y transportes, me parece) en la Plaza de San Agustín, en un sótano en el que no permitirían hoy en dia aparcar los vehículos. Muchos años después volví al Faro del Piles a jugar la partida al tute, cuando ya el Rick’s había abierto sus puertas en ese edificio ejemplo de mal gusto urbanístico, y el paseo frente al Sanatorio Marítimo había dejado de ser una aventura en las afueras de Gijón, para darme cuenta, frente a las mesas del viejo restaurante, que en el fondo, uno también había vivido su particular Casablanca, sin el smoking blanco ni la pajarita, y que había quedado tan atrás como esa Nochevieja del cincuenta y nueve que nunca podré recordar.