Cuando hablamos de cerebros, las matemáticas no sirven.
2 + 2 = 4 es mentira.
2 + 2 pueden sumar 4 1/2, 6 o 36. Por favor, no te precipites. Igual que nuestro cerebro es capaz de superar la velocidad de la luz, la suma de cerebros anula los fundamentos de lo más racional que existe: las matemáticas.
La unión de cerebros trabajando sin prejuicios por un fin común es el mayor multiplicador de energía que puede existir.
Cuando eso se produce sin el menor personalismo y sin más sentido de competencia que lograr lo mejor para un fin común, las neuronas multiplican su velocidad de acción-reacción, abren espacios insospechados y se expanden hasta alcanzar visiones unos minutos antes limitadas por ausencia de conexión.
Al igual que ocurre con cualquier materia física en la que el roce continuado produce calor, el roce de neuronas produce una energía calorífica capaz de transformar la realidad en nuevas visiones, inquietudes y escenarios.
Las neuronas sin roce se enfrían.
Con roce negativo se contraen.
Con roce positivo dilatan su capacidad y su energía.
Así se destruyen o construyen parejas, familias, grupos, empresas, países...
Al final, todo pasa por la cabeza.
Los cerebros miserables son aquellos que siempre rehúyen la suma y se defienden y combaten desde el enfrentamiento.
Lo siembran desde sus inamovibles dogmas, en lugar de aprovechar el porcentaje de razón (por pequeño que pueda ser) que los demás puedan aportar.
Los dogmáticos son toda esa chusma que frenó y frena civilizaciones, países, empresas y relaciones humanas.
Tienen fiebre por dominar, atribuyéndose siempre la razón, y rebosan deshonestidad por apagar o manipular toda luz que no provenga de sí mismos.
Desde el pódium que siempre confiere el poder, se creen estúpidamente superiores, en lugar de bajar a ras de suelo y absorber las verdades que sólo se transmiten con toda su pureza y frescor a metro setenta, que es la altura media de los cerebros respecto al suelo.
En toda relación entre humanos, desprecio y enfrentamiento son oscuridad que divide; conexión y respeto son luz multiplicadora de visión y espacios.
Una pregunta a los inteligentes: ¿qué es mejor..., enfrentarse y dividirse o bien aprovecharse y multiplicarse? Fuente: Joaquín Lorente. Escritor y editor. C. Marco