En la pasada Feria del Libro de Madrid me pasé más de una vez por la caseta de Valdemar. Siguiendo mis propias tradiciones, quería comprar alguno de sus libros para el verano, esa época en la que me apetece volver a leer literatura de género (terror o ciencia ficción) para sentirme de nuevo adolescente. Hojeé más de una vez Grimscribe, que es el segundo conjunto de relatos que ha sacado la editorial Valdemar de Thomas Ligotti (Detroit, EE.UU., 1953). No sabía quién era y Alfredo, el librero de Valdemar, me explicó que se le considera el gran referente actual en el relato de terror, el continuador de Poe y Lovecraft. “Lo mejor que he ha pasado al terror moderno”, según la opinión de más de uno. Después, cuando hablé con Pablo Mazo, el editor de Salto de Página, o con el escritor Alejandro Morellón, me di cuenta de que los dos sabían quién era y hablaban de él con naturalidad. Todo esto hizo que quisiera leer a este autor, y cuando él último domingo de feria volví a la caseta de Valdemar, acabé comprando dos libros: Felices pesadillas, una antología de cuarenta cuentos de terror, y Noctuario de Ligotti. El libro que estaba de cara al público de él era, como ya he comentado, el de Grimscribe, el que pensaba comprar, pero Alfredo me sacó de repente el de Noctuario, que Valdemar publicó en 2012 y me dijo que tal me interesase más ese, que era el primero que habían publicado de él y del que quedaban pocos ejemplares. Si me gustaba Grimscribe y luego quería comprar el otro tal vez lo tuviera complicado por un tiempo, pero no tanto al revés. Me pareció una buena idea y compré el de Noctuario.
El libro se inicia con un prólogo de Jesús Palacios, editor de Valdemar, quien presenta ante el público español a Thomas Ligotti: “Sin duda alguna el maestro absoluto de lo extraño y lo fantástico en la literatura actual”, nos dice Palacios en la página 10. Se nota que hay aquí un orgullo de editor, porque una cosa es publicar las obras completas de H. P. Lovecraft, autor que ya había sido publicado previamente por otras editoriales españolas, y otra cosa distinta es ser tú quien presenta al público español un nuevo autor de culto, que lleva camino de convertirse en un clásico del género de terror. Palacios nos informa de que Ligotti, editor de profesión, ha sido durante muchos años un autor casi ocultó. Sufrió una depresión que le mantuvo alejado de los demás durante mucho tiempo. Con este tipo de datos el lector aficionado al género de terror ya va uniendo la figura de Ligotti a la de otros maestros del género aquejados por extrañas enfermedades (físicas o mentales), y sobre todo va creando un paralelismo entre Ligotti y Lovecraft, otro escritor oculto durante mucho tiempo y en cierto modo bastante aislado de la vida de sus semejantes.
Antes de empezar a leer los cuentos, nos encontramos con un segundo prólogo a cargo del propio Ligotti en el que nos habla de la experiencia de lo extraño; nuestro enfrentamiento cotidiano a la oscuridad o los sueños… “La experiencia de lo extraño es un hecho fundamental e inexorable en nuestra vida” (pág. 22).
Los cuentos de Noctuario se dividen en tres bloques. El primero se titula Estudios de sombra y está formado por cuatro cuentos. Empecé a leer este libro después de haber acabado las quinientas páginas de la versión extractada de El capital de Karl Marx. Después de esta sesuda lectura (sobre todo en su tramo final) me apetecía algo más relajado, algo que me acercara al adolescente que llevo dentro y que se manifiesta de forma más intensa a finales de junio, cuando estoy a punto de comenzar con mis vacaciones de profesor. Así que me encontraba en un bar de mi barrio, disfrutando del aire acondicionado y una cerveza, dispuesto por fin (después de los dos prometedores prólogos) a entrar en el mundo de Ligotti a través del primero relato del libro, el titulado La Medusa. Lo leí de un tirón. En esta narración me encuentro ya con las que van a ser muchas de las claves compositivas del libro: Ligotti es claramente un seguidor de la obra de H. P. Lovecraft. Como él, Ligotti toma a un personaje masculino, bastante solitario, poseído por una obsesión erudita hacia mundos extraños, un investigador de lo oculto (mientras escribo estas palabras sobre La Medusa, que leí hace ya tres semanas, tengo muy presente en la cabeza en cuento La llamada de Cthulhu de Lovecraft, que releí ayer); en el caso de Ligotti caso nuestro erudito busca representaciones humanas de la Medusa, como en La llamada de Cthulhu se buscaba información sobre los adoradores de Cthulhu. La investigación se llevará a cabo en antiguas librerías o bibliotecas. Una de las cosas que más llama la atención de este primer cuento, y luego del resto, es que en La Medusa no hay casi referentes al mundo moderno: algún coche y calles iluminadas por farolas, parecen casi las únicas concesiones de Ligotti a su contemporaneidad. En el cuento El Tsalal se nombra, de forma aislada, la existencia de un ordenador, algo que no tiene ninguna importancia en la trama (mientras que sí que la tendrá la iluminación con velas, por ejemplo), pero, sin ir más lejos, no recuerdo a ningún personaje de estos cuentos –publicados en 1994- que vea la televisión. Parece existir en Ligotti una voluntad forzada de ser un continuador de Lovecraft, incluso en detalles tan nimios como estos. En cuanto al estilo literario, Ligotti no cae en los excesos de Lovecraft, evita esos detalles por lo oscuro y malsano, que Borges llamaba “el mal gusto de Lovecraft”. Ligotti tampoco cae en la adjetivación excesiva. Ligotti es un gran creador de atmósferas igual que Lovecraft, pero su estilo literario es un poco más sutil (aunque a mí nunca me disgustó el estilo literario de Lovecraft, sus excesos siempre me parecieron una marca propia y me han hecho gracia). Existen más diferencias entre Lovecraft y Ligotti: él segundo maneja mejor las elipsis narrativas, y sus cuentos hacen uso de cuidados saltos temporales. Además Ligotti, a la hora de enseñar a su monstruo, se muestra de nuevo más sutil. Uno acaba de leer La Medusa y puede tener la sensación a lo Henry James de que se halla ante un cuento de seres sobrenaturales o ante un cuento de locura. Cuando uno lee un cuento de Lovecraft el ser en el umbral es precisamente eso: un ser que aparece en el umbral. El protagonista de La Medusa acaba enfrentándose al ser que le lleva obsesionando desde hace tanto tiempo, pero el lector tendrá que decidir en qué plano de la realidad transcurre este encuentro. Quizás, al empezar a leer este relato, me estaba pareciendo un poco cómica la utilización del personaje mitológico de la medusa como obsesión recurrente, pero al final acabé por entrar en el cuento y lo mismo hubiera dado que se tratase de otro ser ya perteneciente al imaginario popular o inventado.
Otra de las características de las narraciones de Ligotti es que no hay ninguna ironía en sus palabras. En otros escritores de terror (estoy pensando en M. R. James, por ejemplo), se introduce ya esa ironía (que resulta tan inglesa) buscando la complicidad del lector, pero en Ligotti los ambientes son realmente oscuros, sórdidos y opresivos: “Dentro de las nubes había una gran negrura purulenta, la inundación de la noche por venir junto a una negrura nunca antes vista.” (pág. 103)
En el segundo cuento, titulado Conversaciones en una lengua muerta, Ligotti acaba por conquistarme. En este cuento no se percibe ya la gran influencia de Lovecraft, y sí tal vez la de Robert Bloch (como apunta Palacios en su prólogo), presentado a un cartero solitario y su experiencia en sucesivas noches de Halloween. Lo que en principio parecía un cuento de psicologías enfermas, se acaba convirtiendo en un cuento de fantasmas. Me ha gustado que las escenas que podrían haber sido las más macabras del relato se eluden mediante elipsis, haciendo del cuento una historia de asesinos y fantasmas muy aguda.
El prodigio de los sueños también nos presenta a un narrador masculino (como le ocurría a Lovecraft, Ligotti no parece ser un creador de personajes femeninos), con dos planos de la realidad: lo que está empezando a ocurrir en su mansión y lo que le ocurrió en uno de sus exóticos viajes (mostrado al lector mediante el recurso del diario personal). Es un cuento correcto, pero quizás un poco inferior a los otros tres de este bloque (me ha resultado un poco forzada la confluencia de los dos momentos narrativos).
El ángel de la señora Rinaldi, una narración en primera persona, en la que el protagonista evoca un episodio de su infancia, que tiene que ver con el terrible poder de los sueños y sus invocaciones, es una narración que funciona a la perfección.
La segunda parte está formada también por cuatro narraciones y se llama Discurso con la negrura. La primera de ellas se titula El Tsalal y con sus 35 páginas es el cuento más largo del libro, también me ha parecido el mejor. Una narración impecable sobre brujería y magia negra, sobre la irrupción en nuestra realidad de otra alterada, con un cuidado juego de elipsis narrativas. El Tsalal debería ser incluido en cualquier antología sobre el cuento de terror que se haya recopilado a partir de su publicación, todo un clásico.
El siguiente cuento se titula Demente velada de expiación, y trata sobre un científico loco. Aquí aparece claramente definida otra de las obsesiones de Ligotti: el terror que emana de los muñecos, de los maniquís, de la apariencia humana pero que no es humana… el relato del Creador extraviado en la locura.
A partir de aquí (de la página 157 de un total de 232) para mí el libro empieza a decaer. El siguiente relato se titula El extraño diseño del mago Rignolo. Es un cuento excesivo, con varias subtramas terroríficas que resulta difícil compatibilizar y hacer creíbles.
El último cuento de esta sección es La voz en los huesos, que parece la trascripción de una pesadilla obsesiva.
La tercera parte, la titulada Cuaderno de la noche, me ha costado un poco terminarla. Está formada por 19 narraciones bastante breves, de unas dos caras de media. En muchos casos parecen esbozos de cuentos, ideas e imágenes obsesivas, que dejan en el lector, tras leer unos seguidos, una sensación desagradable de mundo amenazante y perturbado, pero que no tienen el poder de seducción de los cuentos ya leídos, en los que el autor ha trabajado de una forma más constructiva con sus obsesiones.
En resumen, pese a haberme sobrado en gran medida la tercera parte del libro (unas 50 páginas), ha sido toda una alegría poder acercarme al que se considera el gran renovador actual del género clásico de terror. Ligotti es un escritor obsesivo, de sutil y cuidado estilo literario, que domina con maestría la técnica de la elipsis narrativa y la de la sugerencia, capaz de crear atmósferas terroríficas profundamente embaucadoras, pero también capaz de crear un cuento clásico de fantasmas, donde la violencia sólo está sugerida. Hay cuentos en Noctuario que son clásicos instantáneos del género de terror. Acabaré comprando el segundo libro de Ligotti que ha publicado este año Valdemar.