Viajar al punto final, a un futuro en que tras los plásticos de los invernaderos arruinados acecha una naturaleza muerta que nadie podrá ya retratar. Al ayer de la posguerra española para descubrir la cara oculta de las farolas, la que aman los murciélagos que se toman un mordisco de libertad.
Intimar con animales nimios provistos de alma insondable, sabandijas sabias que nos observan, nos dan la espalda o saltan bajo nuestra ventana.
Y siempre la soledad, el gran páramo amarillo, infinito territorio de melancolía, pero también de magia y conocimiento, el único lugar donde pueden acontecer las aventuras máximas del amor, la transformación y la muerte.
“Rulfo tenía a su tío Celerino, yo una legión de mosquitos de crianza amaestrados que chupan historias de la sangre de unas criaturas para inyectarlas en la mía, peligrosa y acuciante maña que me apasiona y escuece, me da la vida y permite que el lector disfrute de este trasvase narrativo- sanguíneo sin descomponer su salud, sin tener que rascarse ni estropear un poro de su magnífica piel”.
Josefina Martos Peregrín
Nací y crecí —no mucho— en Madrid. Allí, en la Universidad Complutense, viví los últimos años del franquismo, que nos proporcionó una vida francamente emocionante al tiempo que despertaba en nosotros —me refiero a una buena parte de aquellos jóvenes— instintos de transgresión continua que aún no me han abandonado.
Además de la hazaña de sobrevivir manteniendo una mínima cordura, conseguí licenciarme en Historia Moderna y Contemporánea, así como dominar suficientemente un par de idiomas que me permitieron dedicarme a la traducción algún tiempo.
Enseñanza, sanidad, asistencia social, alguna campaña de peras... Mariposeo y nuevos estudios porque, una vez que se coge el vicio, cuesta mucho dejarlo.
Y los libros, ¿qué hubiera sido de mí sin los libros? ¿Con qué hubiera llenado la soledad de mi infancia? Siempre leí y escribí, pero tardé muchos años en dar alguna importancia a lo que escribía; ni lo guardaba. Y algunos más en sentir la necesidad de ser leída, de comunicar con el lector.
Trasplantada ya a tierras granadinas, al fin nacieron mis libros, Myriastérides y otros relatos, El imaginario vientre de la tierra, La cumbre del silencio, colaboraciones, algún premio y algún casi-premio, que afianzan mi trabajo como escritora y mi encuentro con el lector.
Lo que más me ha gustado, la forma de escribir de la autora, esos relatos que te apetece leer en voz alta y dejarte llevar por su cadencia.
Qué si lo recomiendo, si.
#reseña #reseñaliteraria