Vieja cacharrería en Madrid. Foto
El soneto se mira en el espejo
y se ve, como todos, las arrugas:
ese mal puesto acento o esta fuga
del consonante vista desde lejos.
Qué viejos son los huesos del más viejo
paladín de los ritmos. Cuando enjugas
el sudor de su rostro, en la verruga
de su nariz se estrella tu entrecejo. Y si te fijas bien, en su casaca
y en la pollera colorá que viste
hay lamparones y torpes remiendos. Pero no importa. Con la luz opaca
de aqueste atardecer son menos tristes
el cruel zoom de su son y su eco hueco.