Hoy, vía Darsi Fernández, me encontré estas palabras del escritor Norge Espinosa, al parecer subidas a Facebook el pasado sábado 17 de mayo, Día Internacional contra la homofobia y la transfobia, que coincide con el Día del Campesino cubano. Esta coincidencia no ha sido bien recibida en algunos sectores de la sociedad nuestra, y como prueba de ello alguien decidió “negociar” que la marcha contra la homofobia y la transfobia, que desde hace varios años viene realizándose en la capitalina Rampa, se trasladara hacia otro día “menos susceptible”. La terrible decisión muestra que el camino para erradicar estos males de la sociedad cubana aún es una cuesta arriba empedrada por las incomprensiones. Esperemos que algún día podamos salir de los compartimentos inútiles, y preocuparnos por cosas más esenciales que los prejuicios. Que bastantes problemas tenemos para construir un país desde el subdesarrollo para encima aferrarnos a semejantes lastres morales.
por Norge Espinosa Mendoza
Y hoy debíamos haber marchado, Rampa arriba, en saludo al Día Mundial de Lucha contra La Homofobia y la Transfobia. Reajustes siempre incómodos, y el rechazo de no pocos a celebrar este momento en la jornada que el calendario nacional dedica al campesinado, han hecho que cada vez, el 17 de mayo sea menos reconocido como lo que significa en muchas partes del planeta según la decisión de la OMS.
Esta vez, no ha sido menos, y ayer mismo me preguntaban varios amigos si la marcha sería hoy en la mañana, confundidos y con no poca excusa para ello, en este desplazamiento que, para no herir sensibilidades, padecemos cada año. A ver si tras la celebración del ILGALAC en Cuba, y tras su consiguiente efecto Varadero, que no permitió que en la UNEAC, por ejemplo, aparecieran los máximos responsables de esta campaña que el Cenesex orienta en Cuba, damos por claro que no estamos eligiendo este día para molestar a nadie, tal y como uno de los comentarios que aparecieron en Granma bajo la entrevista a la directora del Cenesex quiere hacer creer a muchos. El 17 de mayo fue elegido a partir de que en esa fecha se eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades, según decidió la Organización Mundial de la Salud. Hoy me despertó en la TV nacional un spot dedicado a la celebración de los 53 años del establecimiento en nuestro país del Día del Campesino. Del resto, nada.
Esos comentarios publicados bajo la entrevista de Granma dan fe de que la campaña nacional contra la homofobia tiene que ser aún más viva, inteligente, sutil, eficaz, no solo en transmitir mensajes de salud ni apostar por lo didáctico. Hay que ser más progresivos y comprender que la acción en un pos de una comprensión más amplia del asunto exige otras estrategias, otras políticas de cambio y diversidad no solo en lo sexual. Hay agujeros históricos que demandan repasos impostergables, como la UMAP, y que no se cubrirán fácilmente, porque el dolor ha pesado durante mucho tiempo y el silencio no lo cura todo. Pero también habría que hacer entender que se intenta equilibrar el empoderamiento de ciertos sectores de la sociedad para que ese mismo núcleo sea más respirable, y no en solo en lo concerniente con la sexualidad.
Ayer mismo Jazz Vila se vio casi obligado a retirar el cartel de su pieza Rascacielos, que ha molestado a tantos fundamentalistas de todo tipo al mostrar abiertamente en una esquina de la calle Línea a diversas parejas besándose: heteros, gays, lesbianas. El cartel ha sido atacado, vandalizado, y las mismas gentes que no se escandalizan ni se mueven con tanta rapidez ante actos reprobables que ocurren día a día ante sus ojos, han enviado cartas y protestas a diversos niveles. Sigue horrorizándonos el grado de independencia y libertad individual que algunos exponen en sus momentos más íntimos.
Mal vamos, desde ahí, si quisiéramos comprender lo que otras y otros quisieran expresar en espacios públicos mucho más grandes que cualquier escenario teatral. No marchamos hoy, sino en hora y día de un calendario que pareciera evitar ciertos roces. No acabamos de hacer llegar ciertas claves, más allá de la protección aparente que nos dan algunos espacios urbanos y capitalinos, a quienes las necesitan no solo para comprender o tolerar al gay, la lesbiana, el queer o las trans, sino para saberse más dueños de sí mismos y de sus destinos. No fui invitado a las conversaciones de ILGALAC en Varadero y me alegro de ello: en la Cuba de cada día donde ser homosexual sigue siendo un conflicto, me hallo mejor y más despierto que en la Cuba de fiesta y postal que acaso algunos se llevaron como recuerdo.
A mi manera, hice mi marcha hoy Rampa arriba, para saludar el 17 de mayo. No porque me lo dicten la OMS o el Cenesex, sino en solitario, porque me dio la gana. En este día que sirve para luchar contra la Homofobia, la Transfobia, tal y como sirve para que cualquier campesino cubano se pregunte por qué hoy tiene su fiesta en el calendario oficial (¿lo sabrán realmente todos?), o los noruegos celebren el Bicentenario de su Constitución, coincidiendo con el Día Mundial de la Información, el Día de la Marina Argentina, y el de la Literatura Gallega, entre muchas otras cosas a festejar.
Hace diez años, también, en Massachusetts, se legalizó el primer matrimonio entre personas del mismo sexo. Tal vez, junto a muchas y muchos de los que celebren otras tantos acontecimientos, podamos recordar ese día, todos estos días, desde un arco de diversidad en la que, marchando cada uno a su paso, tengamos bajo los pies un mundo más diverso, más respetuoso, más semejante al que quisiéramos legar a quienes heredarán esas fiestas, estos nombres, estos rostros, estas luchas.