Ellos (miles) al otro lado de la alambrada dijeron que estaban locos que no pensaban las cosas y saltaban al vacío desesperados muertos ya.
Ellos (cientos) intentaban atravesar las concertinas ensangrentados con el paladar reseco y abierto caían del otro lado y ya prisioneros se dejaban hacer vencidos les recogían les cubrían con mantas les curaban las heridas. Ni siquiera podían hablar ni quejarse ni llorar miraban todo y nada con sus ojos mansos llenos de miedo pedían perdón les daban agua y leche y a los que sobrevivían les mandaban de vuelta a su país.
Nuestras vidas se rozaron un instante.
María Jesús Silva