Estuve en la presentación que se hizo de este libro en la Casa de América de Madrid hace unos meses. Había asistido allí, medio año antes, a la presentación de Blanco Nocturno de Ricardo Piglia y en esa ocasión acudí a la sala con el libro comprado de casa, ya que quería tenerlo firmado y no estaba seguro de que lo fuese a vender en la propia Casa de América. Los editores de Anagrama habían habilitado una mesa para vender la novela y mi precaución fue innecesaria. Con esta experiencia en el recuerdo, fui de nuevo en la Casa de América para la presentación de Norte sin haber comprado previamente la novela, pensando que podría hacerlo en el momento. No fue así. Los editores de Mondadori no habían pensado en la posibilidad de vender el libro que iban a presentar. Por favor, señores de Mondadori tomen ejemplo de los de Anagrama. Aún existimos lectores que vamos a las presentaciones de libros porque nos interesa el autor y queremos comprar y leer el libro.
Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967) conversó sobre su vida y su novela con Rodrigo Fresán. Este último sacó a relucir su faceta de showman para poner en algún apuro a Edmundo y el acto resultó dinámico y agradable. Al final me pude acercar al autor para que me firmara su primera novela, Río fugitivo, en la edición de Libros del asteroide. Una semana después compré Norte (en realidad cambié el regalo que me habían hecho de un libro poco acertado por éste) en El Corte Inglés. Lo he leído la semana pasada sin la firma del autor.
Me interesaba Norte porque había leído en Internet que se trataba de la novela más ambiciosa de Paz Soldán, y este autor me había causado muy buena impresión con Río Fugitivo (ver AQUÍ), su novela de 1998.
Podríamos decir, en una primera aproximación, que Norte está compuesto por tres novelas cortas, unidas por el territorio físico en el que se desarrollan y por la procedencia de los personajes que trata, y que en algunos momentos, estas personas llegan a convergen.
La trama primeramente nos traslada a un pueblo del norte de México, Villa Ahumada, en 1984, y nos presenta a Jesús, un adolescente de 15 años, enclenque y cargado de odio. Pocas páginas después, quien se acabará convirtiendo en uno de los asesinos en serie más buscados de los Estados Unidos, comete su primer asesinato.En el siguiente capítulo, nos encontramos al sur de Estados Unidos, en Texas (Landslide, 2008), y conocemos a Michelle, una ex estudiante de literatura, cuya familia es de origen boliviano, y que está enamorada del que fue su profesor argentino, Fabián.El tercer capítulo nos hace retroceder hasta 1931, y nos acerca a Martín Ramírez en Stockton (California), un emigrante mexicano que trabaja en el ferrocarril y que, al perder la cordura, acabará en una institución mental; donde, desde su hermetismo, se dedicará a pintar unos cuadros que con el tiempo acabarán en algunos de los museos más importantes del mundo.
Tanto el personaje de Jesús como el de Martín Ramírez están basados en personas reales. Jesús en el asesino en serie conocido en Estados Unidos con el apelativo The Railroad Killer, por su afición a atacar a personas cerca de las estaciones de tren; y Martín Ramírez aparece en la novela con su nombre original (en Internet se pueden encontrar reproducciones de sus cuadros).Michelle sí es un personaje inventado y si está basado en alguien real no lo es, al menos, en una persona pública. De las tres historias ésta es la única narrada en primera persona, imagino que al ser un personaje de origen boliviano, como el propio autor, Paz Soldán se sentía más seguro al crear la voz narrativa para ella.
Los capítulos no se van dando paso de forma mecánica en ternas de tres, sino que, tras la presentación de las historias, la que acaba ocupando más espacio y relevancia en la novela es la de Jesús y sus crímenes. Y la de Martín Ramírez es la que se narra en un menor número de páginas.
El tema de la frontera, su concepción física y mental, es fundamental para la construcción del libro. Así se habla de emigrantes de los años 30, cuando la frontera al norte era fácil de pasar; de inmigrantes en Estados Unidos de primera o segunda generación; del incremento gradual de vigilancia en la frontera para evitar su permeabilidad; de norteamericanos de origen hispano, pero cuyos antepasados ya ocupaban el territorio del sur de los Estados Unidos desde antes de que este país se anexionara parte del territorio mexicano.
Empecé a disfrutar realmente de Norte pasadas unas 50 páginas, porque hasta aquí lo leído me estaba resultando territorio trillado: un asesino en serio que mata porque oye voces; un pintor genial y loco, que piensa que los demás desaparecen si él cierra los ojos; y una estudiante de literatura que se enamora de un profesor brillante, pero que empieza a desquiciarse.
Una vez superado el nivel de la introducción de las historias, la que me resulta más floja es la correspondiente al pintor Martín Ramírez. La representación ficcional que hace Paz Soldán de su locura, su mutismo y su posible capacidad para aislarse de los demás, sobre todo al principio, me ha parecido que se exponía de una forma repetitiva. En todo caso, como la novela, esa historia adquiere más fluidez en su segunda mitad.
La historia del psicópata Jesús empieza a adquirir ritmo según le acompañamos al norte, atravesando los agujeros de una frontera que parece conocer a la perfección; y, sobre todo, al entrar en escena, actuando como contrapunto, el sargento Fernandez, de la policía tejana. Un representante del orden norteamericano de origen mexicano, que en más de una ocasión se apiada de los inmigrantes latinos y no los detiene. Fernandez intentará comprender a Jesús, las motivaciones para sus actos…En el juego presentado entre Jesús y Fernandez, Norte me ha recordado a No es país para viejos de Cormac McCarthy. El propio Paz Soldán habló en la presentación de McCarthy como de un autor al que admira.Y si comparamos Río Fugitivo con Norte, vemos que el estilo de Paz Soldán ha evolucionado desde un lenguaje exuberante, más al estilo hispanoamericano de, por ejemplo, Vargas Llosa o García Márquez (de este último se hablaba en aquella novela, por otro lado, sin mucho amor), hacia la sequedad fría de un norteamericano como Cormac McCarthy. También el empleo de las elipsis narrativas de Norte me ha recordado al de McCarthy en No es país para viejos.
Un hecho interesante que une a las tres historias, y de que me gustaría hablar, es la presencia de la locura, que Paz Soldán parece identificar con la locura creativa. Todos los personajes principales de este libro se acercan a la página en blanco: Jesús escribiendo unos cuadernos delirantes, plagados de faltas de ortografía, y en los que aboga por la destrucción mundial; Ramírez pintará en cualquier superficie que le suministren; Michelle intenta escribir y dibujar un cómic, y Fabián trata de crear una teoría global de la literatura hispanoamericana, pero, cada vez más, se sumerge en la locura de la droga.La historia de Michelle es la que más postmoderna de todas, ya que las referencias pop a las marcas comerciales son continuas. La versión Zombi que escribe sobre el cuento de Juan Rulfo Luvina me ha parecido uno de los momentos más brillantes de Norte.
Ya he dicho que el lenguaje de Paz Soldán se ha vuelto seco y preciso (de una sequedad espeluznante al describir los crímenes de Jesús), pero me gustaría destacar el gran trabajo realizado al intentar captar un español fronterizo, con construcciones mexicanas y términos adaptados del inglés, en muchos casos trascripciones fonéticas al español.
Como reflexión final diré que he leído Norte con un interés creciente, tras superar dudas iniciales; y que después de señalar algunas de las debilidades de este libro, su construcción y su ritmo me han parecido notables. Pero la verdad es que disfruté más de Río Fugitivo, y creo que esto es por un motivo claro: en Río Fugitivo Paz Soldán nos acerca a una realidad, la suya que, al menos para mí, era desconocida; la de la Bolivia de los años 80. Un país del que no conocía a ningún escritor para que levantara ante mí su mundo ficcional como interpretación del real. Fue muy interesante poder acercarme a la clase media-alta de la ciudad de Cochabamba y percatarme de que, tras los problemas sociales, raciales, o de cualquier tipo de localismo, las inquietudes de un adolescente, con aspiraciones a escritor, eran las mismas que las de cualquier adolescente del mundo. Y quizás esta sea una de las bazas más importantes de la literatura, la posibilidad de encontrar lo que nos une a los demás sobre el lecho de las diferencias geográficas, culturales o temporales. Y este territorio propio, sobre una base local, había sido conquistado por Paz Soldán en Río Fugitivo. En cambio, en Norte Paz Soldán se acerca a un territorio que debe conquistar no desde la experiencia propia sino desde la del lector (biografía de Martín Ramírez o de the Railroad Killer) y recreando un lenguaje, el chicano, que no es propiamente el suyo. Y aquí el mérito de la conquista es más grande, pero también la posibilidad de no levantar el vuelo hasta las cotas que uno espera de un buen escritor como es Edmundo Paz Soldán.