Hace poco escuché en la radio las declaraciones de una persona bastante sensata al respecto de cómo las industrias no están sabiendo adaptarse a los nuevos tiempos. Tocó los siguientes puntos y, aunque las opiniones son mías, están en parte influenciadas por lo que él dijo y con lo que estoy muy de acuerdo en gran parte:
- La industria de la música: ¿os acordáis cuando grabábamos las canciones de la radio y teníamos nuestra colección de casetes que, por supuesto, compartíamos sin que nadie se rasgara las vestiduras? Ahora Internet ha cambiado esto por completo y, ¿qué ocurre? Pues yo veo que los discos cuestan más que nunca y que, en muchos casos, tengo que pagar un disco completo por escuchar un par de canciones que me gustan (el resto son claramente de relleno). Y también me pregunto… ¿por qué se siguen vendiendo discos cuando casi nadie usa ya los soportes físicos? ¿Para qué comprar un disco y pagar soporte e intermediarios cuando voy a escuchar mi música en mi móvil o MP3? Pues parece que no se dan cuenta de esto y siguen demonizando a los ciudadanos, persiguiéndolos e intentando exprimir un modelo de negocio caduco. Hay otras opciones: iTunes y Spotify son muy buenos ejemplos. También los artistas pueden hacer uso de Internet por sí mismos para vender su música. Por ejemplo, Radiohead regaló su penúltimo disco (acaban de sacar otro) en Internet con la opción de pagar algo si lo considerabas oportuno. Parece ser que ganaron más dinero con estos pagos que lo que hubieran percibido en condiciones normales de su discográfica. Para su último disco, tienes la opción de comprarlo en su propia web para descargártelo en MP3 por un precio muy asequible. Está claro que Radiohead puede permitirse cosas que otros artistas más noveles no… pero ahí están marcando el camino.
- La industria del cine: ¿qué decir de la industria del cine? Cada vez que quieres ver una peli, te dejas una buena pasta por “no poder ver la película a tu manera“… no sólo está cada vez más caro, sino que además, comercializan todo lo que hay alrededor. Te obligan a consumir sus productos a unos precios desorbitados (una botellita de agua te puede costar 2 euros fácil) y la compañía no siempre es agradable, porque las normas de la educación cada vez son mas laxas en estos establecimientos públicos. ¿Por qué podemos tener la siguiente opción? Pagar un precio adecuado por ver la película de estreno en casa, en mi sofá y mi televisión, como yo quiero, parando cuando necesito ir al baño… la tecnología ya está, pero quitaría a un montón de intermediarios que cobran por no hacer nada y eso no les mola nada.
- La industria de la prensa: el poder autocrático de la prensa ha visto como en los últimos años un bloguero puede tener mucha más difusión e influencia que todo un periódico entero y no están sabiendo reaccionar a este hecho.
- La industria del conocimiento: esta clasificación está un poco forzada, pero no sabía cómo llamarla… los que se beneficiaban de vender el conocimiento se han visto sorprendidos por proyectos como Wikipedia (como máximo exponente, porque hay muchos más). El conocimiento deja de ser algo con lo que beneficiarse directamente pasando a ser algo libre y gratuito. Lejos de avanzar en esa línea, se aprovechan de su poder de difusión para criticar y tratar de hundir la credibilidad del proyecto… ¿hablan de parcialidad en la Wikipedia? ¡Por favor! No hay más que comparar dos enciclopedias tradicionales diferentes para saber lo que es la parcialidad… ¡el ser humano es parcial! Por eso proyectos como Wikipedia permiten el debate (2.0, ¿saben qué es eso, señores de la industria?) y que cada uno saque sus conclusiones. Esto no quiere decir que no se pueda ganar dinero con el conocimiento, pero está claro que hay que hacer algo diferente, aportar algo y no simplemente guardarlo, ponerle una etiqueta con precio y luchar con uñas y dientes por protegerlo de enemigos invisibles.
Esa misma persona engarzó este discurso con la misma mala adaptación que están teniendo los poderes políticos a estos cambios sociales que está catalizando Internet. Tenemos muchos ejemplos recientes y mis últimas entradas hablan mucho al respecto, así que no quiero repetirme. Sólo lo resumiré en la siguiente reflexión. En la madurez del 2.0, cuando ya pensamos en evolucionar al 3.0, llegan los poderes políticos con su versión del 2.0 (porque suena bien, no porque entiendan lo que significan) y convierten (e insultan, desde mi punto de vista) todas sus herramientas en una versión 1.0 de lo más repulsiva: convierten en unidireccional lo que está pensado para ser bidireccional; sólo quieren ser escuchados, no escuchan; están porque creen que hay que estar, no porque tengan nada que aportar realmente… pero bueno, así les va y así les irá si no cambian. Ellos allá, nosotros sigamos con lo nuestro.
Esta misma reflexión también aplica a nuestras instituciones sanitarias. Al fin y al cabo, están gestionadas (en las altas esferas) por políticos… ¿qué podríamos esperar? Tenemos muchos ejemplos en nuestra comunidad de grandes personas con grandes ideas (nuestros gurús) pero la cuestión es, ¿les dejarán aplicar lo que piensan? ¿Aunque no tenga un rédito político inmediato?
Y otra reflexión… ¿merece la pena estar tan adelantado? Pongo un ejemplo reciente, la llegada de Google+. Al poco tiempo, nos dimos cuenta de que estábamos los mismos de siempre haciendo lo mismo en otro sitio más.
¿Pasa lo mismo con nuestros ciudadanos? Quiero decir, cuando opinamos, pensamos y diseñamos, ¿estamos pensando en lo que nos gustaría a nosotros (y me incluyo en este grupo, que conste) o en lo que necesitan los ciudadanos? Quizás el relativo éxito que están teniendo algunos servicios que se están implantando se deba a que no estamos dando realmente lo que la gente quiere o necesita. En este sentido, ¿merece la pena realmente ser el primero? ¿Nuestros ciudadanos necesitan páginas web de última generación con conexión a todas las redes sociales que existan? A lo mejor les valía con alguien de confianza que respondiera a sus correos electrónicos y que les atendiera por Skype cuando lo necesitaran… ¡qué se yo! La cuestión es, ¿estamos escuchando o estamos cayendo en el mismo error de las industrias queriendo dar lo que creemos que necesitan? O lo que es peor, les estamos diciendo lo que necesitan.
Para poder reaccionar a cambios tan rápidos, nuestras instituciones tienen que cambiar… las decisiones tienen que ser rápidas, transparentes y muy dinámicas, sin ahogarnos en reuniones y comités (como nos gusta tanto hacer). Y, claro está, debemos incluir a los ciudadanos en este proceso de decisión, pero de verdad, escuchando activamente, no haciendo como que escuchamos.
Esta forma de gestionar tendrá un mayor número de errores, claro está… ¿pero acaso nuestras instituciones son infalibles ahora? Sólo el que arriesga triunfa; el que está quieto, está muerto. Podremos criticar los errores de las grandes empresas de Internet (pongamos como ejemplos Facebook o Google), podremos decir que de 10 cosas que intentan sólo 2 triunfan… ¡¡pero ahí están!! ¿Por qué no podemos intentar parecernos a ellos? ¿Quién será el Jobs (descanse en paz) o el Zuckerberg de la Informática Sanitaria? Si ellos han triunfado es porque han sabido adelantarse a las necesidades de la sociedad y adaptarse a sus cambios, ¿por qué no lo intentamos nosotros?