Nos miramos.
Yo veo a un niño un poco asustado, quizás sorprendido. Hoy han llegado a su aldea en Camboya un par de extraños personajes, y alguien le ha dicho que vienen de un sitio lejano para ayudar a su madre, a él, y a otros niños y madres del pueblo.
El ve a un tipo con pelo en la cara que le sonríe y le apunta con una cámara de fotos. No entiende muy bien porque esa persona tan rara puede ser importante para él. No ve que entregue nada a nadie del pueblo, ni hace otra cosa que sonreir, mirar a todos lados con cara de sorpresa y hacer fotos, aunque es verdad que Hok, la señora que de verdad le ayuda, a él y a su madre, todos los días, parece muy contenta de verle.
Yo veo a un crío que desconfía de mi, de quien soy, de donde vengo, de lo que quiero, de lo que pretendo. Yo veo a alguien que no tendrá las oportunidades de las que yo dispuse, de las que dispone mi hijo, de las que dispondría él de haber nacido a este lado de la cámara.
El mira a un tipo extraño que nunca volverá a ver. Yo miro a un niño que necesita de mi ayuda para que ojalá no tenga que volver a ver a nadie como yo. Y siempre le recordaré.
A cada lado de la frontera de una lente, nos miramos. Dos mundos. Y el camino para que sea sólo uno pasa por que existan más #healthworkers, más trabajadores sanitarios. Más gente que reduzca esa distancia, desde la de una foto, hasta la de un abrazo.
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