Nos queda la poesía

Por Tiburciosamsa



Lo que distingue al verdadero poeta es que de alguna manera intuye que los momentos felices son aguaceros de primavera, que se pasan pronto, y los momentos malos... pues mira que casualidad, también son aguaceros de primavera. Otra cosa es que algunos duren tanto que parezcan temporada de monzones. Pero no son más reales que los momentos de felicidad. Para el verdadero poeta, la única realidad a la que sabe que puede aferrarse es a su poesía. Li Qingzhao fue una verdadera poetisa. 
Li Qingzhao venía de una familia de funcionarios y estudiosos y tuvo la suerte de educarse en un ambiente cultivado. Luego le tocó la lotería: se casó joven con un hombre que compartía sus gustos e intereses y al que amó y por el que fue amada profundamente. 
A menudo me acuerdo de Xiting con el sol poniéndose mientras estábamos tan atontados por el vinoque nos olvidamos del camino de regreso a casa.Cómo, saciados de risas,Cuando caía la noche, regresamos a nuestro barco. Cómo nos perdimos por errorEn una maraña de flores de loto.Cómo remamos para salir,Cómo remamos para salirY asustamos a una bandada de gaviotas y garcillas.”
Toda la alegría de dos jóvenes enamorados descubriendo el mundo juntos está ahí resumida.
En una introducción que escribió a un libro de su marido, contó cómo era su vida juntos. 
A menudo, después de cenar, nos retiramos a nuestro estudio llamado “Vuelta a casa” a hacer té. Señalamos las pilas de libros en las estanterías y hacemos apuestas sobre cuál de los dos puede nombrar la fuente de una cita dando el título del libro e incluso la página. El premio del concurso es ser el primero en probar el té. A veces el ganador se ríe con tanto entusiasmo que se le cae la taza, el té se derrama y nos quedamos sin nada que beber.”
La vida de Li Qingzhao era feliz. Así cualquiera hace poesía. En 1126, cuando tenía 42 años, los jurchens conquistaron Kaifeng, la capital de los Song del norte. La corte, y con ella Li Qingzhao y su marido, tuvo que huir al sur. Su casa con el pabellón de estudio y los librosse incendió. Tres años después su marido murió de tifus. No tenían hijos. No volvió a tener una casa fija. Anduvo errante, de unos amigos a otros, de unos parientes a otros. Pero siguió escribiendo poesía.
He oído decir que en el Río Gemelo la primavera todavía es hermosa.Pienso en dejarme llevar en una canoa ligera.Tan sólo temo que el bote del Río GemeloNo pueda cargar con tanto pesar.”
Otro poema, tal vez uno de los últimos:
“Cada año, en la nievehe recogido las flores del ciruelo,embriagada por su belleza.Acariciándolas con descaroMe mojé el vestido con sus lágrimas lucidas.Este año he ido a la deriva hasta el rincón del mar y el borde del horizonte,Mis sienes se han vuelto grises.A juzgar por las ráfagas del viento nocturno,Hay pocas oportunidades de que pueda disfrutar del florecer de las ciruelas.”
¿Suena deprimente? A veces la vida lo es. Pero Li Qingzhao no era ninguna llorona. También tiene versos llenos de valentía en los que les afea a los Song lo rápido que salieron huyendo hacia el sur frente a los bárbaros jurchen.
En vida necesitamos héroes entre los vivosque en la muerte sean héroes entre los espíritus.No puedo decir cuánto añoramos a Hsiang YuQue prefirió la muerte a cruzar al este del río.”
Hay algo en este poema que me encanta. Está lleno de desafío. Me gusta imaginarme a Li Qingzhao como a una suerte de Ifigenia china en lo alto de una montaña, contemplando la ruina de los Song del norte y gritando al viento: “No todo está perdido. Queda Li Qingzhao y con ella el cielo, el sol y la tierra. Queda la poesía.”