¿Nos sentamos?

Publicado el 21 enero 2013 por Laurasg
Todavía recuerdo la primera vez que fui al Museo del Prado, hace ya unos cuantos años. Después de varias horas viendo muchas de las grandes obras de arte que había estudiado en Bachillerato y que me fascinaban, necesitaba imperantemente sentarme, las piernas ya no me respondían, ya no podía mirar una sola pintura más. Como todos los bancos de las salas, aquellas que los tienen, estaban ocupados, no cabía una sola persona más en ellos, opté por salir del museo. "Mañana vengo otra vez", pensé. Claro, que yo al tener carnet de estudiante podía volver al día siguiente porque la entrada me salía gratis. Y así lo hice. Salí, me senté en el primer banco que encontré libre fuera del museo y allí me quedé hasta que mis piernas empezaron a responder y el aire fresco alivió mi dolor de cabeza. Al día siguiente volví. 

Ayer, viendo en Internet fotos de Nueva York, la ciudad de mis sueños y la que espero visitar algún día, me topé con esta imagen de mi museo favorito, el MoMA. 


Es la zona zen del museo, es decir, la zona de descanso. Inmediatamente pensé: "esto deberían tenerlo todos los museos". Y es cierto. Cada vez que voy al Prado o al Reina Sofía, museos en los que necesitas varias horas para poder verlo "todo", yo misma y muchos de los visitantes buscamos desesperados un sitio donde poder sentarnos. Algunos ven los cielos abiertos cuando advierten la presencia de esa silla que hay en todas las salas, la silla del vigilante de sala, pero sus deseos se ven truncados cuando se acercan a la silla y el vigilante les dice que ahí no se pueden sentar. Algunos se acercan y les piden que por favor los dejen sentarse un minuto. Algunos consiguen sentarse, con o sin su permiso. Y el resto busca las salas con bancos. Casi siempre, cuando llegas a esas salas, en el banco no cabe una persona más. Y es que la visita a un museo cansa. No es solo el cansancio físico de pasar horas de pie, de sala en sala. Es también la saturación mental que produce ver tanta belleza. De ahí el síndrome de Stendhal. Hay gente que tiene más aguante que otra, pero por lo general la mayoría suele salir cansada de los museos. 

Cuando visitamos una ciudad pasamos horas y horas caminando, de aquí para allá, recorriendo avenidas, calles y callejuelas, tiendas, iglesias, todo lo que aparece en nuestra guía. Pero cuando ya no podemos más, tenemos bancos, fuentes, escaleras, plazas, cafeterías, restaurantes, los bancos de las iglesias y cualquier sitio apto para sentarnos a descansar. Y en un museo hacemos lo mismo, pasamos mucho tiempo de pie, caminando o quietos delante de una obra y no tenemos un sitio donde poder desconectar un poco para poder seguir la visita con fuerza, con ánimo. Por eso, partiendo de mi propia experiencia y como visitante asidua de museos, creo que una zona de descanso donde los vistantes puedan sentarse y descansar tanto física como mentalmente, sería un punto a favor para estos grandes templos del arte. Es más, debería ser una zona imprescindible de todo museo. Estoy segura de que mucha gente pasaría más tiempo en él si pudiese descansar para poder seguir su visita, sea el tipo de visita que sea. Porque visitas a museos hay de muchas variedades.Yo ya he visto algo parecido a esto en el Museo Cristóbal Balenciaga en Getaria, País Vasco. Una vez que terminas la visita, en el hall hay una zona con unos cómodos sillones donde poder descansar. Y eso que el museo no es especialmente grande. Pero si tu visita es detenida, observando cada uno de los detalles de cada uno de los diseños del maestro de la costura que se exponen en las salas, algo fascinante, cuando terminas puedes necesitar sentarte al menos unos minutos.