Tener diecisiete embajadas españolas en España es triste. Si les sumamos los 44 consulados españoles en España es como para hacer las maletas. Alguno dirá que las Delegaciones del Gobierno y las Subdelegaciones, son instituciones con competencias y sentido. Y en efecto, hay cuestiones de seguridad de las que se encargan estos calientasillas. El caso es que desconozco la justificación técnica por la que de estas cuestiones de seguridad no se pueden encargar los ayuntamientos o enlaces en las Jefaturas de Policía. Cuando aparecen los gobernadores civiles en España, su presencia tenía cierto sentido ya que no había teléfonos. Hoy en día no puedo dejar de pensar que la presencia de estas 61 instituciones -que nos cuestan 300 millones- responden a un capricho político. Sí, casi como la paletada del Rockefeller Center.
Luego están las famosas diputaciones. Ojo, que no seré yo el que diga que no tiene sentido que existan administraciones que echen una mano a ayuntamientos que no tendrían por qué existir. Y que en lugares pésimamente conectados puede que haga falta que alguien monte marquesinas de bus hipercaras. Además, aunque de hacer carreteras ya se encargan las autonomías y el Estado, tampoco quiero que otra administración entremedias no se lleve su pellizco. No soy tan desconsiderado: con algo hay que rellenar los palacios de las diputaciones (¿cuántas diputaciones provinciales hay? ¿En Canarias hay dos diputaciones provinciales? ¿cuál es el valor patrimonial de los palacetes diputacionales?). Pero digo yo que si tenemos un entramado entre Pinto y Valdemoro que nos cuesta 22.000 millones de eypos y estamos de liquidación por rebajas en el país, igual nos tenemos que repensar los caprichos dos veces. No sé, digo yo. Eh, que tampoco quiero que nadie levante los pies del suelo.
De las teles públicas no hablo, pero no por capricho: cuando ves en la sala de un ministerio ochocientos ejemplares de La Razón, sabes fehacientemente que lo de las teles públicas no tiene remedio. Como lo de la publicidad institucional. Sólo en el Ayuntamiento Madrid, de 2011 a 2013, aumenta esta partida de seis millones a diez. Eh, pero no pasa nada. Lo importante es lo importante y decir que Cáritas y otros están pidiendo a la gente mantas, es demagogia. La gente que disfruta de la publicidad institucional tiene unas manías muy tontas, como no pasar frío en invierno. Ya ves. Qué cosas. ¡Que compren estufas!
Pues ni con estufas, oiga, que una cosa es tener estufa y otra poder pagar la luz. Y vuelta la burra al trigo. ¿Cuánto cuesta el kilowatio hora y por qué? ¿A qué huelen las nubes? Tenemos un sistema de subasta del precio de la electricidad en el que hay oferta y demanda, y por tanto, precio de equilibrio. Suena bien hasta que sabes que el que oferta y el que demanda es el mismo señor (preocupado por la «salud social», subastadores eléctricos que nunca se van a putas y besan en la frente a sus hijos). Bueno, diréis, pero hay leyes para corregir esto. Hay regulaciones y protección al consumidor. El mercado eléctrico es muy curioso. Es uno de esos mercados que exigen más regulaciones. Que nuestros expresidentes del gobierno pasen a ser asesores de la aristocracia eléctrica es sólo una casualidad curiosa.
Como ningún problema hay en el precio de los peajes de las autopistas. Hacer una autopista cuesta mucho dinero y hay que pagarlo. Después, hay que pagar el mantenimiento de la infraestructura. Que el precio del peaje sólo sepa subir tan solo muestra a los ignorantes que el coste de mantenimiento es superior a la propia construcción de la autopista. Que la gente es muy malpensada y enseguida dicen que alguien está robando algo a alguien. Esas pobres empresas de infraestructuras, tan incomprendidas ellas, que, con tristeza se ven obligadas a mandar a alguien a Suiza con un maletín día sí y día también.
-¿Te gusta el aeropuerto del abuelo?
-¡Síiiiii!
Otra cosa no, pero de nuestras infraestructuras que todavía debemos y no podemos pagar, podemos estar bien orgullosos. Que sales ahí fuera y las infraestructuras de transporte del resto del mundo son horrorosas. Aeropuertos europeos que son cajas cuadradas de hormigón, con pocas tiendas porque la gente espera poco ya que los aviones salen a su hora. Horrible. O esas autopistas americanas que pueden cambiar el sentido de los carriles y el coste del mísero peaje en tiempo real en función de la demanda. Vaya lío. Nada que ver con lo que tenemos aquí. Aquí tenemos aeropuertos que da gusto pasear por ellos. Esas tiendas de Almacenes y Depósitos Aduaneros S.A. que han operado en régimen de monopolio privado sin que nadie hiciera nada hasta ahora (que por cierto, tras el reciente concurso público, la antigua compañía creada por Franco y en manos de una multinacional italiana desde 1997, se queda con las explotaciones más rentables). Y qué me decís de esos trenes de larga distancia que paran en bonitos pueblos de nuestra geografía. Estos pequeños deleites no tienen precio (literalmente). O los puertos exteriores: infraestructuras tan gordas que nadie se atreve a ponerlas en duda.
La pena son los cinco millones largos de desempleados. Qué le vamos a hacer. Que España tenga un paro propio de un país recién bombardeado por la Luftwaffe es un fenómeno de la naturaleza. Como el Diluvio Universal o Falete. Que precisamente haga falta que la gente trabaje para bajar el gasto público y aumentar los ingresos es un incordio. Que haga falta un capital previo para poner en marcha inversión productiva que ponga a trabajar a la gente es otro incordio. Son mucho más bonitos los cursos de formación o los seguros de desempleo que no llegan a la gente desempleada y sí a quienes no tienen mucho problema para cambiar de empleo. Que ese capital previo lo empleamos en salvar a esos pobres banqueros que se han tenido que comer con patatas nuestra cancerígena banca pública es otro incordio más. Que los análisis internacionales digan que seguiremos con una tasa de paro superior al 20% al acabar la década significa que estamos saliendo de la crisis y que nos tienen manía.
Será eso, que nos tienen manía. El caso es que empiezo a sospechar que en lo que se refiere a nosotros, Occidente ha caído.