Este ciudadano concienciado expone, sin pelos en la lengua o mejor sin cautelas temerosas, lo que día a día sienten y padecen los de a pie, los paganos de los impuestos, convertidos en súbditos incómodos e inevitables.
Pastor esboza su diatriba en seis puntos muy claros: Los verdaderos culpables, los políticos, el dinero, soluciones y derroches, la sanidad y la educación.
Y aunque se remonta a los orígenes en los EE.UU con los Lehman Brothers, Mooody´s, Fitch y Standard & Poor´s allá por 2008, enseguida aterriza por aquí y señala las burbujas inmobiliarias y financieras con las que España construía viviendas para toda Europa, segura de venderlas.
El análisis que hace del estado de la cuestión y de la desesperación del noventa por ciento de la población, es sin duda irreprochable y suscribible. Por eso tanta gente lo ha asumido como su cuaderno de quejas, al modo de los que se escribieron antes de la Revolución Francesa de 1789.
Tras acabar de leerlo, me queda un sabor agridulce, una melancolía inevitable como de constatación de lo que sabemos de siempre y no acertamos a cambiar. Pero a mi, especialmente, me afecta mucho lo que en las páginas 37, 38 y 39 se dice sobre que “los que mandan se creen que el resto de los mortales somos tontos…”.
Los razonamientos que se exponen me hacen pensar que “ellos sí que saben”… Si no, ¡cómo es posible que todo siga así, casi igual que siempre? La mayoría silenciada y adormecida por los medios de comunicación y la publicidad gubernativa, siempre tiende a ser rebaño de corderos camino del matadero, o al menos, pasivos y obedientes en el redil.
El miedo a perder lo exiguo que nos queda, nos tiene a todos paralizados y temerosos, solicitando que nos perdonen por quejarnos, por señalar nuestras carencias, por pedir que nos condonen deudas… ¿Cómo así vamos a conseguir algo? Un diagnostico tan acertado sobre los males de la nación, peca sin embargo de ingenuidad en las soluciones, en las que se concreta poco.
Y eso mismo es lo que advierto en las últimas páginas del libro: que no tenemos muchas salidas, si no espabilamos. Hay que movilizarse global y cívicamente, con las instituciones y las organizaciones que sean, pero no podemos esperar que ellos, los responsables y culpables de la crisis, vayan a mover ni una coma. ¡A ellos les conviene esto, por eso lo provocaron y como estamos viendo, también sacan tajada! Siempre estarán contra nosotros, que somos los tontos del paseo y los que pagamos indefectiblemente.
Ellos mandan y los demás obedecemos.
Hay que pergeñar una resistencia pasiva y cívica, una negativa a pagar los cristales rotos. Nosotros no los hemos quebrado y pagamos los impuestos. ¡Que los paguen ellos también! Hay que hacer imposible la evasión fiscal con las empresas interpuestas y las triquiñuelas legalistas. ¡Que Hacienda seamos todos, de verdad! Y si los políticos elegidos por nosotros no nos respaldan, exigiremos su cese o dimisión… ¿Para qué están en el Parlamento, además de para subirse los sueldos y defender sus privilegios? No queremos tolerarlo más.
Luis Conde