Foto tomada del periódico Juventud Rebelde digital
Lo he dicho en varios espacios, y aquí lo reitero. No me conformo con informar, año tras año, que supera en Villa Clara el millar de alumnos la cifra de suspensos en la prueba de ingreso de matemática.
Este año, casi 1300 estudiantes con esa condición en la central provincia, años anteriores, un poco más, un poco menos, pero nunca están por debajo de mil los cuasi bachilleres que no logran alcanzar los 60 puntos en una prueba difícil, pero con contenidos que para nada figuran fuera de planes de estudio y libros de texto.
El cuestionamiento popular sobre el asunto se dirige hacia varias interrogantes, entre ellas si son los alumnos de hoy menos estudiosos que los de una década atrás, si están los profesores peor o mejor preparados que antes, si las pruebas de ingreso han subido o no, el nivel.
En mi criterio, creo que ninguno de los tres fenómenos ocurre de manera absoluta. Muchas veces recae sobre el estudiante el balde de agua fría, pero lo cierto es que, como en todas las épocas, hay jóvenes estudiosos y otros no tanto, hay notas brillantes—57 100 este año así lo ratifican— y también puntuaciones menos felices.
Con los profesores sucede otro tanto, me consta que se reserva a los mejores y de mayor experiencia para la preparación previa al ingreso del grado doce. He podido apreciar, con mis propios ojos, atenciones diferenciadas durante el período intensivo de repaso a alumnos con mayores dificultades.
Igualmente he constatado, de la propia voz de varios maestros, que muchos estudiantes obvian la preparación que ofrece el PRE, y en el mejor de los casos la sustituyen por el repasador privado, en el peor, por mero ocio y pereza.
Las pruebas, por su parte, no son ni más ni menos difíciles, aunque en diferentes años alguna que otra ha bajado o subido la parada, y profesores que participan regularmente en las calificaciones del examen de español, por ejemplo; me aseguran que esta vez se trataba de un test fácil de vencer.
Lo que pasa con el ingreso, y con esos resultados con los que no podemos conformarnos ni acostumbrarnos a la ya casi crónica cifra de mil y tantos, es un problema de base en la enseñanza.
Para nadie es secreto que es la secundaria básica hoy, la educación más afectada, al menos en Villa Clara, por dos palabras clave en este asunto: cobertura docente. La carencia de profesores se irradia definitivamente en esos números inferiores a 60 puntos que matizan el ingreso.
Aunque en décimo grado comience el PRE a hacer pininos por adiestrar al alumno, muchas fisuras ha quedado en los conocimientos, y no solo me refiero a Matemática.
También en Historia año tras año se aprecian lagunas lamentables que se traducen por ejemplo, en los más de 700 alumnos que desaprobaron el examen de ingreso este 2016 en Villa Clara.
Y ojo, una equivocación en matemática puede rectificarse mediante cuentas y ecuaciones, sin embargo, un vacío en conocimientos de historia puede dar al traste con quienes somos y de dónde venimos, y no en balde la máxima dirección de Cuba ha llamado en recientes momentos a perfeccionar la enseñanza de la Historia Patria.
Sin ánimo de sermón, hay que revisar la preparación para el ingreso en las instituciones docentes, y no dejarla para el grado doce, mucho menos para el décimo.
La figura del repasador es un complemento eficaz, siempre lo ha sido, incluso antes de su reconocimiento legal, pero no puede sustituir jamás al preuniversitario.
Y en materia de cobertura docente, el mayor dolor de cabeza en esta saga, no es un asunto soluble de hoy para mañana.
Por muchas variantes y medidas adoptadas para atraer personal o suplir carencias de profesores en aula, creo hasta que no se vislumbre un incremento salarial para el sector— ese que nos garantiza la salvación espiritual de la nación— no se resolverá definitivamente el déficit de maestros.
Mientras tanto, no dudo en decirlo, nos va la vida en ello.
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