Montreal mola trillones de kilates, eso es así. Si a alguien se le ocurre hablar mal de esta metrópoli lo tendría que matar tres o cuatro veces, así que no os la juguéis...
Os adelanto que, tras escribir el post completo de esta ciudad, me salió un churro infumable así que haré como Jack el Destripador, iré por partes. Así pues aquí voy con la primera de dos.
La ciudad más poblada de la región de Quebec es una urbe fascinante con multitud de posibilidades que cubrirán las necesidades de los viajeros más variopintos: Mont-Royal, que da nombre a la ciudad, saciará la necesidad de naturaleza que tengan los espíritus libres, el Downtown satisface las expectativas que puedan tener los urbanitas más fieles y Old Montreal y el puerto del río San Lorenzo ofrecen arte y entretenimiento para todas las edades.
Toda la provincia es francófona, pero si no hablas francés no te agobies... los tipos que viven por allí son gente con estudios y también hablan inglés de manera habitual.
Existen alojamientos para todos los bolsillos, si bien debo decir que hacer noche en Canadá es un poco más caro de lo que puede ser en España. Nosotros estuvimos alojados en el Courtyard Downtown Montreal de la cadena Marriott y sinceramente fue nuestro alojamiento más guapo del viaje. Se encuentra ubicado en pleno skyline de Montreal y desde allí podréis acceder al viejo Montreal y al puerto tan solo caminando 15 minutos.
En nuestro primer día, tras dejar las maletas en el hotel, y con el jet lag instalado en nuestros biorritmos, decidimos dar un paseo desde el hotel hasta el puerto, pasando por el Vieux Montreal. De camino al río pasareis por la basílica de Notre-Dame, construida imitando a la catedral parisina y de visita obligada tanto por fuera como por dentro. Siguiendo en dirección al puerto os cruzareis con la Rue Saint Paul, principal arteria del viejo Montreal llena de comercios para todos los gustos y bolsillos, restaurantes y ambiente.
Decidimos cenar en uno de los restaurantes del puerto antes de retirarnos al hotel. Al igual que ocurre en Estados Unidos, la comida en Canadá es, bajo mi punto de vista, el principal punto negativo del viaje. Resulta muy llamativo comprobar que los restaurantes de carretera son hamburgueserías del rollo Wendys, Burger King o Kentucky Fried Chicken... En las grandes ciudades encontrareis infinidad de posibilidades, eso sí, si quieres cocina de calidad media/alta vas a tener que pedir un préstamo para poder pagar l´addition (la cuenta). La calidad del fast food no es mala, si bien es muy cierto que cuando llevas 4 días comiendo lo mismo acabas un poco hasta el gorro del bucle: hamburguesas-pasta-pizza-costillas.En el restaurante aproveché para pedir el plato típico de Montreal: la Poutine, una bomba calórica confeccionada a base de patatas fritas, trozos de queso semifundido y salsa de carne. A prueba de los estómagos más atrevidos.
Esto es todo por hoy, no quiero saturaros, en el próximo post os contaré qué hicimos en segundo y tercer día en Montreal.
¿No os leísteis los preparativos del viaje? Pincha aqui para pegarles un vistazo.