Nosotros los culpables

Publicado el 15 junio 2012 por Elhombredelpiruli
Ya no somos clase media acomodada. A estas alturas de la crisis ni siquiera somos clase media. Nos han apeado de ese prurito tonto que nos hacía creer que estábamos por encima del vecino. Ahora somos todos iguales, o casi todos... o casi iguales.
Ya no nos animan a consumir irreflexivamente como hacían hace unos pocos años. Ahora nos reprochan  que pidiéramos créditos para comprar el piso y el coche, para reformar la cocina, para esas vacaciones en crucero o para la comunión de la niña.
Nos invitaron a una sociedad consumista y aceptamos con alegría y regocijo. Ahora la culpa de la crisis es nuestra porque gastamos demasiado. Dicen que la gravedad del endeudamiento español no es atribuible al Estado, sino a las familias. Nosotros somos los culpables, pero por dejarnos manipular y no haberles parado los pies hace tiempo.
Durante estos años de engaño, además, nos han impuesto su manera de ver las cosas hasta que ha formado parte de nuestros genes. Esto es políticamente correcto; aquello, no. Pensar así es no estar en la realidad... Todo con el único fin de que el dinero (que solo lo manejan ellos) sea el único valor social.
En ese caldo se cocinó la Cultura del Ladrillo, que no ha consistido solo en construir pisos, metérnoslos por los ojos y endeudarnos hasta las orejas. No, la Cultura del Ladrillo conlleva una forma de pensar: tanto tienes, tanto vales. Compite para ser/tener más que el de al lado. Los jóvenes dejaron los estudios para trabajar en la construcción o el taller y así poder comprarse ese coche o esa moto con un crédito (ahora están en paro sin cualificación alguna y analfabetos funcionales).
La Cultura del Ladrillo nos trajo el "pelotazo" el amor por la Telebasura y la Telecasquería, en la que se idolatra el dinero, la fama y la vagancia. Todo por entontencernos y anular nuestro espíritu crítico. Lo que sale en la televisión es lo guay y aquel que parece en la pantalla se convierte en un ídolo a emular, aunque sea un delincuente.
Nos hicieron tragar con Princesas del Pueblo cuando ni siquiera nos considerábamos pueblo. Para ellos eso de pueblo suena a concepto cuasi proletario y en España de eso no hay. Ni obreros. Ni siquiera trabajadores. Como mucho hay empleados y sobre todo ciudadanos y consumidores. Porque se erradicaron del lenguaje (con nuestra anuencia de nuevos ricos) todos aquellos conceptos que hicieran pensar en las diferencias de clases. Había una gran clase media-alta y después algunos ídolos en diferentes campos profesionales a los que había que admirar y seguirlos por la tele y en las revistas. Cómo ligaban con topmodels, cómo paseaban en sus coches caros o cómo iban a fiestas elitistas. esa era la emulación que se fomentó: sus comportamientos sociales y públicos, no en los profesionales. A Cristiano Ronaldo se le envidia porque tiene dinero, coches y una novia que es un bombón, no porque juegue bien al fútbol. Se admira lo que exhibe, no el trabajo que ha desarrollado durante años para conseguirlo. Eso cansa mucho y nosotros preferimos la vía rápida del pelotazo, y no precisamente el futbolístico.

Esa inercia nos arrastra y no nos detenemos a pensar el hartazgo que llevamos encima. Sí, lo llevamos pero la vida va tan deprisa que no lo percibimos.
A Rafa Nadal le roban de la mesilla del hotel un reloj valorado en 300.000 euros y lo primero que se nos viene a la cabeza es que hay un camarero cabrón en ese hotel. Y yo me pregunto por qué Nadal llevaba ese reloj, aunque sea regalado por una multinacional relojera. ¿No le da vergüenza exhibirlo cuando en España la pobreza aumenta exponencialmente? ¿Cómo es posible que no se dé cuenta de que es una exhibición de lujo ofensiva? Cierto que Nadal es un ejemplo de esfuerzo y de trabajo, pero me apena esa frivolidad --inconsciente la mayoría de las veces-- de la que hacen gala muchos personajes públicos. Ellos deberían pararse a pensar un poco en esa otra imagen que ofrecen, pero también es preciso revisar el tratamiento mediático que se les da a estos casos.
Y al menos Nadal (creo) tiene domicilio fiscal en España, no como el motorista Dani Pedrosa, que prefiere fijar su domicilio en Suiza para evitar impuestos y nos lo cuenta en reportajes que parecen un cuento de hadas. Después se sube al cajón y se emociona con el himno (el español, no el suizo)

Y es que España está llena de patriotas que se ofenden cuando pitan el himno en esos campos de fútbol pero no dudan en poner en almoneda el Patrimonio del país para que se lo apropien las multinacionales. Se subasta al mejor postor la sanidad, la educción, la energía, los transportes (el Agua del CYII y la Lotería ya llegarán). Eso sí, todo disfrazado de legalidad democrática y leyes mercado. Y no se te ocurra llevarlos la contraria porque, apelando al pensamiento único (el de ellos) de lo políticamente correcto, te tratarán de bolchevique, intervencionista o irresponsable. Pero lo pero es que la mayoría de la población les da la razón desde el pozo en el que nos hundido.
Hace falta una profunda regeneración de la sociedad española en la que se derribe el culto al dinero. En la que se envidie el trabajo bien hecho, la cultura y la preparación intelectual. En la que se fomente la solidaridad y el esfuerzo. Que se menosprecie la exhibición hortera y soez de la opulencia del millonario.Y eso pasa, antes que nada, por afear determinadas conductas: como la del reloj de Nadal; por que se considere de mal gusto que Roberto Carlos se pasee por Madrid en un Bugatti de millón y medio de euros cuando en España se pasa necesidad, o que se impida que un presunto como Francisco Correa (Gurtel) pase de la cárcel a un chalet de superlujo en Sotogrande. Y no digo nada sobre el caso Dívar u otros similares en los que se pone de manifiesto la escasa dignidad de los representantes públicos y la nula presión social sobre ellos.
Hay que recuperar el lenguaje combativo de la izquierda clásica: sigue valiendo el concepto de lucha de clases, no caigamos en la trampa que nos tienden los neoliberales de que pensar así es ser una antigualla. Hay que acabar con la frivolidad pública y la exhibición ordinaria de la opulencia. hay que liberar al cerebro de ese baño maría en polvo de ladrillo en el que lo tenemos sumergido.
Solo así esta sociedad dejará de ser irrespirable. debe ser irrespirable para ellos: los especuladores, los financieros corruptos, los políticos irresponsables, los delincuentes de cuello blanco y los horteras con el lujo colgado del cuello o de una muñeca. 
Por eso me emociona profundamente la lucha de los mineros leoneses y asturianos, en huelga indefinida por su dignidad, y sobre todo la solidaridad expresada por sus ex compañeros británicos y el lenguaje comprometido que utilizan.
Es el momento de enmendar nuestra culpa por habernos dejado manipular. Hay que reaccionar y echar de una puta vez a esta gentuza.