«Lena Rivero sabía ya por experiencia que en la vida hay unas fechas que se destacan de otras como la noche del día. Las jornadas van deslizándose tristes o venturosas, en una suave monotonía, como el latido de un corazón normal: Tac, tac, tac... De pronto, parece que el corazón da un salto. Que se detiene... Y al final recobra su ritmo: tac, tac... El calendario, corazón del tiempo, como una vieja beata las cuentas de su rosario, hace discurrir los días entre sus ancianos dedos. De pronto llega un «gloria». Sus dedos se detienen. Y un día, que asomó tímidamente entre los días, empieza a destacarse, a crecer, a teñirse de rojo, como las cifras que señalan los días festivos. Al final se queda anclado en el calendario. Son esas fechas que se recuerdan siempre, aunque el tiempo y la ausencia pretendan sepultarlas en el olvido».Hay libros y protagonistas que se comportan así, que asoman tímidamente hasta acabar por destacarse del resto, que paran el tiempo y aprietan el corazón en un puño haciendo acompasar sus latidos al ritmo del paso de las líneas de sus páginas a través del sentido de la vista. Hay libros que retienen ese sentido y los otros cuatro, que los cautivan, a los cinco y aquel otro sin nombre que es intrínseco a cada uno de nosotros. Bien sé por experiencia que hay libros que permanecen, a los que, por más años que pasen, el olvido no es capaz de sepultar; bien sabe la que aquí escribe que hay libros ante los que solo queda rendirse, que nos ganan para su causa y nos encandilan, nos hacen suyos, al igual que la propia Lena Rivero, «por derecho de conquista», hiciera suyas en su día las cadenas del que hoy se conoce como edificio histórico de la Universidad de Oviedo.
«La visión del mundo que la autora quiso transmitir aparece ahora llena de fuerza y coherencia, y no debilitada por las mutilaciones con las que la obra fue publicada durante décadas.Que veinte años no es nada, cantaba Gardel, y cien años tampoco, pienso yo mientras leo esta nueva edición. Parece escrita ayer mismo, y nos sumerge en el pasado sin desanclarnos del presente. Su sabor añejo, como el del buen vino, es el maridaje perfecto para los platos más vanguardistas. Tal vez sea así porque este libro, al igual que el carácter de su protagonista, es un encantador aglutinador de contrastes «que oscila entre lo real y lo fantástico, entre el llanto y la risa, entre lo tradicional y lo revolucionario, entre el espíritu y la materia»; una verdadera caja de sorpresas en la que la propia protagonista sorprende sin pretenderlo con el siguiente fragmento sobre la censura del que, por supuesto, esa misma censura nos privó en su día:
Como editora, es para mí un placer proponérsela íntegra, por primera vez, a todas las personas que deseen sumergirse en esta historia que es, así, testimonio de dos épocas: la de los agitados y alentadores años en los que transcurre -1924-1934-, y la de los plomizos y aventajados 50 en que fue escrita.
Esta edición ofrece además una aportación, una nueva revisión de esos dos mundos, contemplados mediante su trabajo como ilustradora por Rebeca Menéndez. Ella ha tendido un hermoso puente visual a lo largo de los cien años que separan a Lena de nuestras vidas, uniendo de esa manera tres momentos temporales diferentes en un mismo espíritu, como siempre hacen la literatura y el arte».
«Según Oscar Wilde, "un libro no es moral o inmoral. Está bien o mal escrito". Tiene razón. Yo estoy segura de que en lo sucesivo rechazaré toda obra exenta de arte sin que nadie me prive de su lectura, y sabré leer, sin escandalizarme, una bella y atrevida concepción poética o una cruda novela tomada de la realidad».
Dolores Medio, Oviedo. Fotografía de Nacho.
No creo que nadie hoy en día se escandalice por los fragmentos recortados y por fin recuperados; sí, en cambio, que serán muchos los que sepan apreciar y paladear la belleza de esta obra. Uno mismo de los censores menciona en su informe la indiscutible calidad literaria de la novela e incluso llega a recomendar por ello que se aplique cierta indulgencia con ella. Y es que Dolores Medio crea imágenes poéticas con las palabras, como ese cielo rosado de atardecer, con el que me hizo la boca agua, que para ella es helado de fresa y para mí, algodón de azúcar, o ese chal negro de la tía Carina sobre el cual «brillaban, como pequeños diamantes, millares de menudas gotas de agua», aquel al que «el orbayu parecía haber bordado en fina plata». La prosa de la ovetense es sensitiva y sensorial, pero esto no redunda solo en beneficio de sus exquisitas descripciones, sino que se alía con la agudeza que imprime a la introspección de sus personajes, especialmente al de su protagonista, y con sus certeros retrato social y contexto político e histórico, dotando a su novela de los inestimables valores de la valentía y la innovación. Memorables son para mí la escena en la que Lena admira el cuerpo desnudo de su hermana mayor con el anhelo de experimentar cambios en el propio, el capítulo en el que va a dar sepultura al gato de la familia junto a su hermano Ger y sorprende a este con la madurez con la que encaja la maldición que les profiere una gitana, o aquel otro en el que se ve en la disyuntiva de tener que quitar o no la vida a un pollo para después cocinarlo y se extasía luego ante la visión de la sangre; impagable el análisis de la protagonista sobre la Revolución del 34, protagonista que comparte ideas políticas con su autora pero que, sin embargo, sabe ser crítica con la sucesión y consecuencias de los acontecimientos. Sencilla lucidez las de Lena Rivero y Dolores Medio; tremenda sensación la de leer sus palabras más de ochenta años después y sentirlas tan reveladoras y actuales.Sí, ya os había manifestado que esta novela me había ganado para la causa. Y ¿cuál es esa causa, os preguntaréis? Pues la que cada uno quiera abrazar. Porque si bien es cierto que no me gusta recomendar libros y que, además, hay muchos que son difíciles de recomendar, no es menos cierto que pienso que este en concreto podría abarcar a un amplio espectro de lectores e incluso llegar a personas que no tengan un fuerte hábito lector. Pienso que, aunque indudablemente Nosotros, los Rivero hará las delicias de asturianos, especialmente ovetenses, está preparado para cruzar el puerto (como decimos por aquí) sin complejos. Pienso también que pueden acercarse a él no solo lectores adultos que puedan recrearse en una época pasada de la que han bebido sus posos o han escuchado hablar, sino también lectores jóvenes y chiquillas que sin duda se identificarán con la pequeña de los Rivero. Y no he podido evitar pensar, a medida que me iba sumergiendo en la historia, que se podría hacer con ella una muy digna serie de televisión. Hasta el nombre de la protagonista se presta para ello: Lena Rivero.
Lena, Magdalena, Nita, Ranita... Marta, como la pensó Dolores Medio (a saber por qué le cambió el nombre). Ella es esta novela. Ella, que crece en este libro y lo hace grande. Ella, que es la que concede a esta obra la capacidad de amalgamar tal cantidad de sensaciones y de potenciales lectores. Ella, que «lleva[r] dentro de su ser algo como un oasis de exuberante vegetación que planta[ba], inesperadamente, en cualquier parte, como se planta una tienda en medio de la aridez del desierto». Yo, tan solo soy capaz de sostener en mis manos el libro que le da vida con una delicadeza y mimo inusitados para tratarse de un ejemplar casi recién salido de imprenta; como si pensase que el estallido de la revolución pudiera hacerlo añicos, como si presintiera que, al igual que esos locos días de octubre de 1934 arrasaron Oviedo, sus ecos fueran a hacer también polvo las prodigiosas páginas que los narran. Me río de mi propia ingenuidad pero la risa se hiela en mi cara al ir volteando las últimas hojas. La tristeza y el vacío de la despedida me invaden y la nostalgia comienza a cristalizar en mí. Cierro el libro y, por más que me apetezca abrazarlo y atesorarlo, venzo mi impulso y me imagino que lo sostengo en mis manos, vuelvo a abrirlo y soplo sobre él. Casi puedo ver cómo las páginas se desmenuzan al suave contacto de mi aliento y cómo ese polvo, que está llamado a reconstruirse, se aleja de mí. Es el sino de las historias que no mueren. Es el espíritu de una niña ya mujer que pide abrirse paso en la vida. Es Lena Rivero que despliega sus alas y reclama su libertad, como hicieran, antes que ella, tantos de ellos, los Rivero.
«...Como un torrente que se despeña ciego, formando cataratas de espuma, así correrá tu río por los caminos del mundo. Remolinos de blanca espuma ocultando el sucio légamo del río...»
Edificio histórico de la Universidad (III). Fotografía de David Lombardía
Ficha del libro:
Título: Nosotros, los Rivero
Autora: Dolores Medio
Ilustradora: Rebeca Menéndez
Prologuista: Ángeles Caso
Editorial: Libros de la letra azul
Año de publicación: 2017
Nº de páginas: 365
ISBN: 978-84-945745-6-6
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