No hemos hecho lo suficiente para "plantarle cara" a quienes nos castigan con sus políticas antisociales
A pesar de la tergiversación. A pesar de lanzar las campanas al vuelo con datos vestidos de mentiras y retórica barata; a la ministra de empleo – la señora Fátima Báñez - se le llena la boca cuando dice que su país está creando empleo desde los tiempos de Zapatero. Hoy, en la España de Rajoy, volvemos a ser noticia por la dualidad de nuestro mercado laboral. El "precariado" de los años felipistas vuelve a monopolizar los contratos que se registran en las oficinas del paro. La temporalidad y la parcialidad, o dicho en términos más claros, los "contratos basura" son los que enorgullecen a las élites de Génova. Contratos, les decía, con fecha de vencimiento, que lo único que crean es "comida para hoy y hambre para mañana"; todo lo contrario a lo que necesita la economía para activar las compras de coches y viviendas. Así las cosas, los contratos de trabajo se convierten en papel mojado para los señores de los bancos. Señores que no sueltan ni un duro sino leen en tales documentos: la palabra "indefinido". Es, por ello, que la creación de empleo es condición necesaria pero no suficiente para arrancar las turbinas del consumo. Sin fomentar la estabilidad en el mercado de trabajo, lo único que consiguen los señores del Gobierno es que los ricos – sus votantes de toda la vida – hagan su agosto, a costa de una reforma laboral hecha a su medida. Mientras tanto, los débiles – la inmensa mayoría – debemos dar gracias por comer las migajas que nos dejan los burgueses.
A las puertas de las elecciones autonómicas y locales, todo son caramelos para nosotros: los tontos, los idiotas. Digo esto – sin que nadie se sienta ofendido – porque al fin y al cabo- aunque no lo reconozcamos -muchos volveremos a votar a la "casta". La votaremos, a pesar de que al día siguiente de otorgarles la victoria, nos vuelvan a golpear con la puerta en las narices. Y es que, estimados lectores y lectoras, somos sadomasoquistas democráticos que caemos, erre que erre, en las trampas electorales. Caemos como ingenuos porque las promesas de creación de empleo y demás parafernalias, enturbian el daño que nos han hecho con los recortes; el copago; la Lomce; el IVA; la reforma laboral; la corrupción y, un sinfín de injusticias sociales que tardaremos décadas en revertir para los nuestros. Si miramos por el retrovisor veremos que de nada han servido dos huelgas generales; seis o siete – he perdido la cuenta – huelgas estudiantiles y, cientos de mareas: verdes, rojas y amarillas, para que la mayoría absoluta de don Mariano gobierne para el pueblo y no para los suyos. Solamente han frenado la reforma del aborto. La han frenado, cierto, porque han visto – tras las elecciones europeas – que si siguen por la senda del "absolutismo" – con Podemos por en medio – se iban a quedar para vestir santos en los próximos comicios.
Solamente la integración de los versos sueltos, del descontento civil, en una misma estrofa haría cambiar el sino de las políticas antisociales.
A veces pienso que no hemos hecho lo suficiente para plantarle cara a quienes nos castigan con sus políticas antisociales. Políticas, les decía, que nos han situado en la España retrógrada de los tiempos de vendimias. Estamos a años luz de aquel país que levantó la cabeza, tras cuarenta años de censura y opresión por el ordeno y mando de Franco. En días como hoy, la indignación no ha sido suficiente para derrocar del poder a un gobierno que desde que llegó a La Moncloa solo ha hecho incumplir con su programa.
Siento vergüenza ajena cuando veo en las noticias a sociedades civiles como la egipcia o la china que, con peores mimbres que los nuestros, han luchado como hermanos para cumplir sus objetivos. Aquí hemos gritado – cierto -, pero cada oveja por su lado: los médicos con los médicos; los maestros con los maestros; los desahuciados con los desahuciados; los preferentistas con los preferentistas y, los estudiantes con los estudiantes. Muchas mareas pero ningún tsunami social capaz de poner contra las cuerdas a la casta que nos gobierna. Solamente la integración de los versos sueltos, del descontento civil, en una misma estrofa haría cambiar el sino de las políticas antisociales. Por ello, es necesario, realizar huelgas conjuntas: laborales y estudiantiles; mareas multicolor y, mensajes al unísono para que, igual que ha dimitido Gallardón, caigan los otros por reírse de nosotros: los tontos, los idiotas.
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