Recuerdo haberte imaginado dentro de mí, una célula simplemente. Recuerdo haberme sorprendido con tus 136 latidos por minuto, palpitantes en el medio centímetro de tu ser carnal, cuando yo aún dudaba de tu realidad. Recuerdo haberte sentido creciendo en mi interior, manifestándote, sobresaliendo. Recuerdo mi cuerpo agotado por la exigencia de contenerte y alimentarte, mientras a mí aun me costaba imaginar tus formas... me costaba creer en tu existencia real.
Recuerdo el miedo, la duda, la incertidumbre, el cansancio, la expectativa, el amor desbordante, la ansiedad, el tiempo que se hacía eterno, la ignorancia de lo que vendría, la ilusión... Recuerdo haberte visto por primera vez, después de nueve meses de haberte soñado, recuerdo haberte visto... sin terminar de creer que eras real. Una pequeña gran parte de mí. Me costó verte como un ser diferente de mí misma. Me costó comprender tu realidad. Me costó asumirme responsable absoluta de tu vida. Y hoy me cuesta imaginar la vida sin vos, y más aún... me cuesta recordar la vida antes de tu llegada. Quizás esta nostalgia me asalta ahora porque me encontré con un par de fotos tuyas, que me permitieron advertir tus grandes cambios. Mi bebé pequeñita! me cuesta resignarme a que esa pequeña santa que apenas sonreía entre sueños, que se aferraba a mis pechos constantemente y nada comprendía, hoy es capaz de mirarme y sonreír con picardía, de correr hacia mí con sus pasos firmes y abrazarse a mis piernas, de darme besos y saludarme con la mano, de gritar mamá y emocionarse con la llegada de papá, de hacer travesuras, de comprender instrucciones, de tomar pequeñas decisiones y luchar por demostrar su autonomía, de recorrer la casa a mí lado o detrás de mí, y de caminar pequeñas grandes distancias simplemente tomada de mi mano. El tiempo es cruel y tiene la costumbre de no devolvernos lo que nos arrebata constantemente. Por eso mi decisión día tras día es entregarme por completo a esta mágica experiencia de criarte y caminar, junto a vos, cada sendero. Te amo como jamás imaginé que se podía amar a alguien. Por vos somos una familia: papá, mamá y hermanos.
Quizás la vida me resulte corta para agradecer este milagro. La perfección de Dios y del Universo se manifestaron a través de mi carne, de mi ser y de mi sangre. Un óvulo y un espermatozoide, pequeños fragmentos que se encontraron en el momento y el lugar idóneos para dar paso a la luz.