Los detractores del orden republicano contaban con el apoyo de buena parte de la burguesía y de una Iglesia a la que se intentó expulsar de los ámbitos público y educativo para que se circunscribiera a la esfera privada de las personas, conforme al estricto laicismo constitucional republicano que respetaba, no obstante, la libertad de culto para todos los credos. Sólo por esa voluntad cercenada de reducir la presencia clerical en lo público, desde donde la Iglesia pretende tutelar gobiernos y leyes, siento una nostalgia infinita de la República. Entreotras cosas porque el peso actual de las sotanas en España es asfixiante, como son intolerables las continuas muestras de subordinación religiosa del Gobierno de Mariano Rajoy cuando concede medallas y otras condecoraciones a vírgenes y hermandades religiosas o autoriza ondear la enseña nacional a media asta en señal de luto durante la Semana Santa por la “muerte de Dios”, sin importarle la supuesta aconfesionalidad del Estado, recogida en la Constitución. Esevidente que la Segunda República supo ser, en esta materia, al menos, mucho más valiente y coherente con la independencia del Estado frente a la Iglesia que los gobiernos contemporáneos de nuestra monarquía parlamentaria.
Los detractores del orden republicano contaban con el apoyo de buena parte de la burguesía y de una Iglesia a la que se intentó expulsar de los ámbitos público y educativo para que se circunscribiera a la esfera privada de las personas, conforme al estricto laicismo constitucional republicano que respetaba, no obstante, la libertad de culto para todos los credos. Sólo por esa voluntad cercenada de reducir la presencia clerical en lo público, desde donde la Iglesia pretende tutelar gobiernos y leyes, siento una nostalgia infinita de la República. Entreotras cosas porque el peso actual de las sotanas en España es asfixiante, como son intolerables las continuas muestras de subordinación religiosa del Gobierno de Mariano Rajoy cuando concede medallas y otras condecoraciones a vírgenes y hermandades religiosas o autoriza ondear la enseña nacional a media asta en señal de luto durante la Semana Santa por la “muerte de Dios”, sin importarle la supuesta aconfesionalidad del Estado, recogida en la Constitución. Esevidente que la Segunda República supo ser, en esta materia, al menos, mucho más valiente y coherente con la independencia del Estado frente a la Iglesia que los gobiernos contemporáneos de nuestra monarquía parlamentaria.