Apuramos mayo, sorbemos la última gota de un tiempo que se nos escurre en la vida con la velocidad de un parpadeo, sin apenas darnos cuenta de que al abrir los ojos ya no somos aquellos jóvenes que fuimos cuando los cerramos hace un instante. El verano ya cabalga sobre nuestras espaldas, obligándonos a despojarnos del peso de las vestimentas con las que ocultábamos nuestras ideas y disfrazábamos nuestro rostro, surcado de derrotas y otras heridas de alma. La eternidad fluye a través de los meses sin que seamos capaces de detener más que el instante que nos permite pensarla para inmediatamente abandonarnos en una temporalidad caduca, llena de nostalgias por lo que pudimos ser y perdimos. Se consume mayo y exhalamos el suspiro por el marchitar que nos alcanza irremediablemente con un tiempo que no se detiene ni para despedirse. Apuramos mayo con nostalgia.