Panorámica de Saná
Vistas de Saná
Si hay una ciudad que me ha impactado esa es Saná, la capital de Yemen.Viajamos por el sur de la península arábiga: Dubai, Yemen y Omán, en noviembre de 2008; desde entonces la situación política del país y la de gran parte de los países musulmanes ha dado un cambio radical: Egipto sigue con sus revueltas en la calle, Siria en una guerra que parece no tener solución y Yemen, con un importante reducto de Al Qaeda, en una situación conflictiva con atentados constantes a lo largo de todo el país.
Museo de Saná
Viajar a Yemen es actualmente bastante arriesgado, por suerte cuando nosotros viajamos la situación del país lo permitia a pesar de los enfrentamientos entre grupos étnicos y secciones religiosas, todo ello gobernado por la férrea dictadura del presidente Saleh, actualmente depuesto.Foto de familia en Bab Yemen
No obstante nosotros nos sentimos cómodos en nuestros paseos por Saná, recorriendo el valle de Hadramaut, al que se refiere en la película de “La pesca del salmón en Yemen” o entre las calles estrechas y arenosas de la impresionante ciudad de Shibam., a la que llaman "el Manhattan de las arenas" por sus altos edificios de adobe. Imágenes que se me han quedado grabadas y que estos días de casi primavera parece que quieren salir y quedarse reflejadas en el blog.Saná, situada a 2.250 m, es una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por su impresionante pasado reflejado en un estilo arquitectónico propio. Ha estado habitada durante más de 2.500 años, siendo una de las antiguas ciudades yemeníes del Reino de Saba y un importante centro islámico durante los siglos VII y VIII. La ciudad se protege con altas murallas. Paseando por sus calles la historia sale al encuentro y no puedes por menos que admirar su belleza.
Estrechas y altas casas de varias plantas construidas en adobe pueblan la ciudad antigua entre numerosas mezquitas, casas señoriales, baños públicos-hamam o viviendas construidos en su mayoría con anterioridad al siglo XI.
Suaves y armoniosos colores de tierra sin estridencias de color. Es una ciudad en marrones y blancos. Los edificios construidos con piedra en la parte baja y adobes de color arena en los pisos superiores, enmarcados con filigranas, perfiles y cenefas repujadas de color blanco en puertas y ventanas tienen una gran belleza. En las calles sin asfaltar los mantos negros de las mujeres que sólo dejan una pequeña abertura en los ojos, se combinan con las faldas estampadas en azules y blancos, chaqueta y pañuelo a la cabeza que llevan los hombres.
Amistades
Saboreando el qat
Nos alojamos en el hotel Faj Talha un edifico antiguo, estrecho y con altas (muy altas) escaleras de piedra que llevan a las habitaciones decoradas con un estilo sencillo y sobrio. Está situado en el centro de Saná.y desde la terraza se puede contemplar una impresionante vista de la ciudad, con las montañas al fondo.Hotel en Saná
El centro es un mercado continuo, las tiendas ubicadas en la parte baja de los edificios venden telas, dagas, hojalatas o alfombras en un ambiente animado. Los ojos se nos van de un lado a otro y nos impregnamos de olores intensos como el incienso y la mirra, por algo estamos en la cuna de estos productos, cuyos árboles que crecen en el Sur de la Península Arábica son Patrimonio de la Humanidad.
Desde Bab Yemen en Saná
Desde lo alto de la Puerta de Yemen (Bab Yaman) vemos la plaza abarrotada de gente alrededor de los puestos de venta y las murallas que marcan el límite de la ciudad.Mercado del qat
Hoja fresca de qat
Paseamos por las murallas y nos encontramos con el mercado del qat. Está muy animado desde antes delmediodía, cuando los hombres se concentran alrededor de las furgonetas buscando las hojas más frescas que cada mañana traen desde los pueblos de la montaña.La gran mayoría de hombres del país lo consume, Las hojas frescas se van metiendo en la boca hasta que forman una gran bola que parece un enorme flemón que deforma las caras. Al atardecer todo el país se paraliza y da paso a los momentos de relax que provoca el qat.
Paseando por el mercado nos dan a probar unas hojas pero no le encontramos la gracia, será que lo hemos probado poco.
En el restaurante
Comemos en el restaurante Al Asdera, Consideran más adecuado que subamos al piso superior en el que hay reservados tapados con cortinillas donde comen las familias y las mujeres se mantiene ocultas a las miradas. Oímos conversaciones pero solamente podemos ver los zapatos que asoman por debajo de las cortinillas. Los camareros piden permiso y discretamente pasan la comida.Hace calor pero las calles estrechas y los altos edificios del viejo Saná nos protegen y resultan agradables.
Cerca de la Mezquita de Al Salh Dinme compro un pañuelo de hilo negro. Una señora me ayuda a elegir el más adecuado y me enseña a colocarlo. Lleva un amplio mantón negro que solamente deja ver los ojos. Me habla con tono jovial, en un idioma que lógicamente no entiendo. Me sorprende y me alegra pues las mujeres no suelen hablarme, es un mundo de hombres el que domina las ciudades.
Saná tiene mil imágenes que impactan a los viajeros y se retiene durante mucho tiempo. Es una ciudad intensa, diferente, para vivirla, y en mi opinión no hay fotografia ni relato capaz de transmitir su esencia.
Por las calles de Saná