Pero creció, como crecemos todos y aquella felicidad se desvaneció, como se desvanece un bonito sueño, supo que vendrían tiempos de adultos donde la vida te sorprende con más tristezas que alegrías.
Aquella niña simpática, angelito con carácter, nunca dejo a nadie indiferente, siempre fue dejando la semilla del amor, por cualquier lugar que pasó.
Pau, generosa, expléndida, divertida pero con su esencia perdida, ahora mujer marcada por el sufrimiento que produce amar y sin poder derrochar las fuerzas de ese amor generoso del dar.
Sufre su enfermedad, ahora con nombre propio, fatiga crónica.Una enfermedad cada vez más conocida, que sin duda será producto de la mala praxis que existe en el comercio de alimentos modificados , con conservantes o productos que atrofian el organismo, destruyen poco a poco el cuerpo humano y destruyen el medio ambiente que siempre he denunciado.
La impotencia tan grande de ver a una mujer luchadora, mujer con una alegría desmesurada que fue a Bolivia a educar a los niños, a crear trabajo y dar todo su amor a los que nada tienen y tienen todo.
Misionera en cuerpo y alma, ahora derrotada por la fatiga crónica.
¿quien le ha robado su fuerza? Pau ya no puede ...está derrotada, su alegría apagada, su vida desmotivada, no puede y necesita volver a recuperar fuerzas para sentir la vida como la siente ella, dando todo lo que tiene...