Tras descolgar su cuerpo, se depositó su cadáver en un sepulcro propiedad de José de Arimatea. El cuerpo es envuelto en una sábana y la cabeza en un sudario. Todo se hizo apresuradamente, pues se acercaba el Sábado judío que prohíbe cualquier actividad física, incluido dar sepultura. No hay tiempo de limpiar el cadáver, ni de ungirlo con aceites y perfumes funerarios. Su estado es lamentable. Junto a las heridas de los clavos y la lanzada, la espalda, brazos y piernas muestran las llagas de la flagelación. La cabeza ha sido perforada por decenas de espinas, y el rostro muestra contusiones de todo tipo.
Tras descolgar su cuerpo, se depositó su cadáver en un sepulcro propiedad de José de Arimatea. El cuerpo es envuelto en una sábana y la cabeza en un sudario. Todo se hizo apresuradamente, pues se acercaba el Sábado judío que prohíbe cualquier actividad física, incluido dar sepultura. No hay tiempo de limpiar el cadáver, ni de ungirlo con aceites y perfumes funerarios. Su estado es lamentable. Junto a las heridas de los clavos y la lanzada, la espalda, brazos y piernas muestran las llagas de la flagelación. La cabeza ha sido perforada por decenas de espinas, y el rostro muestra contusiones de todo tipo.