nos aturdiría el horror de la vida cotidiana.
Henry Miller
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Mi revolución es anacrónica y su objetivo se encuentra en el pasado. Mi búsqueda revolucionaria no es comprensible porque sólo es posible en los lindes vulnerables e inaprensibles de aquel primer segundo cuando el mundo comenzó.
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Mi revolución sólo es posible en lo imposible. Es la acción deliberada que se justifica en la negación de la conciencia humana.
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No sé cómo expresar esos monosílabos rabiosos, pero puedo decir al menos que es el desaforado patetismo de lo cotidiano lo que me lleva a ser siempre un rebelado, un consciente insatisfecho.
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Ando a todo momento por la vida con la actitud de un ángel aterrado. El mundo se me presenta como acabado de destruir, camino siempre entre ruinas.
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Pocas veces me he sobrevivido en otros, es como si fuese el náufrago al que de pronto le llega una botella con el mar y me siento entonces obligado a responder.
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La mujer es esa criatura que abrazada a uno y en silencio, como si ya supiese toda nuestra historia, de todas formas cierra los ojos, nos besa y nos absuelve.
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Es curioso que a veces me abandone por completo a la decadencia y a la imposibilidad de un sollozo estremecedor, cuando me sorprende el recuerdo grato de la muerte de algún animalillo, justo cuando me han contado o me he enterado de nuevo que aquí o allá el hombre acaba de matar a otro hombre.
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Quiero reír, tengo la fatal desesperación y ansiedad de ser una rotunda carcajada.
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Mirar el reloj y pretender no entenderlo, he ahí las maravillosas e ingenuas estupideces de la felicidad.
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Escribir con trampas, con veneno, escribir con el sólo propósito de producir asco o vergüenza. Escribir para ser abandonado o para dejar en abandono. En fin escribir naturalmente.
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Lo aconsejable es no aconsejar.
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El amor sólo sirve como boleto de entrada para el recuerdo.
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Amar hasta el hastío.
Amar hasta la amnesia.
Amar, así es amar de verdad.
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El sexo tiene su razón de ser en el paraíso que nos revela.
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La dicha es fatalidad.
Siempre decimos:
“Soy tan feliz
que podría morir en este instante”
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Ser leído tan sólo en 2.000 años y sin embargo aún poder ser comprendido. He ahí la utopía.
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Vivo y seguiré viviendo por simple capricho adolescente. O sea, sin razón alguna.
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Tengo bien presente mi propósito:
No tener propósito alguno.
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Deseos suicidas:
Quiero morir plenamente
justo cuando cometa el orgasmo.
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Morir de lleno, de golpe
morir con toda la vida
como quien echa toda su historia a cuestas
y salta feliz hacia el abismo.
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No entiendo por qué aún no me he pegado un tiro.
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Vivir, vivir,
vivir hasta no poder más
vivir hasta hartarse,
hasta explotar.
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Soy totalmente digresivo:
si alguien lee esto, no me crea.
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He escrito cosas pavorosas, proclives, blasfemas, imperdonables... y sin embargo es a mi vecino al que matan.
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Vecino: cualquier ser humano que vive contemporáneamente a mí y sin embargo no se mata.
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Ser un hombre de extremos:
he ahí la diferencia.
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Escribir mi autobiografía es comenzar el universo o una versión fatal al menos.
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Quiero el amor cuando se me venga en gana, como quien hace un pedido a domicilio. Quiero el amor sin ataduras, quiero gozarlo como el libro al que vuelvo siempre, salvarme de las visitas del aburrimiento.
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Ella y yo solíamos amarnos, es decir, solíamos devorarnos.
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Siempre hay la insatisfacción y la dicha después del punto final y del orgasmo.
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Haré de mí un laberinto, me adentraré en él intentaré olvidar su salida y caminaré hasta mis últimos días, dentro de mí, desesperado sin saberlo.
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Sólo yo tengo la respuesta.
Sólo yo sé quién soy.
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Esta maldita costumbre de siempre escribir hasta el final.
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Tengan en cuenta que nací y me sé escritor. Y eso jamás podrán quitármelo.
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Mi voz
bomba sin explosión
algarabía
cuchillo pasando por la carne
accidente de auto
grito desesperado en la noche
en fin
la furia de una fiera
mostrando sus colmillos.
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Puedo decir tranquilo que he logrado ofuscar a la escritura, escribiendo.
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He experimentado con las drogas inútilmente y he llegado a esta conclusión: Yo soy mi peor droga.
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Quiero palabras
como disparos
como bombas atómicas
es más, quiero una palabra
como una bomba que de repente estallara
la estupidez del mundo
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Pido perdón,
no por mis crímenes literarios
sino por los no cometidos.
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En un primer momento pensé que escribía por hedonismo, pasado un tiempo atribuí mi escritura a la necesidad y luego al desahogo, ahora, pasados los tantos párrafos, palabras y textos que me han sobrevivido, puedo advertir que mi escritura condescendió siempre al recuerdo, al querer quedarme para siempre.
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La sombra que no sabe de la noche
porque cuando llega la noche
la sombra deja de ser sombra
y se convierte en noche.
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El poema
es el resultado de una terrible obsesión
y su propósito
está en la intensidad
que su unidad poética contiene.
Un poema
es un agujero negro
un universo comprimido
que se desata y estalla
en el ingenuo lector.
Un poema
es peligroso.
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Todo poema
contiene una terrible criatura.
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El poema es lo más cercano al basilisco.
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Quiero una palabra
una sola
para ser feliz hoy.
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La poesía me trasmitió una verdad que no concuerda con la razón ni comulga con la realidad. La poesía me invadió de una delirante sabiduría que sólo pienso en el silencio y que callo porque es peligrosa.
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El lenguaje natural del hombre es la metáfora.
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El pensamiento no es más que analogía, comparación, metáfora.
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La poesía es la crueldad de recordar
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Es verdad somos y seremos incomprendidos hasta por nosotros mismos
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La poesía es proclividad o sea ser propenso a caer siempre hasta el abismo.
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La poesía de la proclividad será aquella rama de la poiesis que gusta del abismo, de lo angustioso de lo íntimamente tormentoso, de lo inefablemente ansioso y que es en este sentido lo único que justifica la existencia.