Notas de cata de julio

Publicado el 01 agosto 2014 por Zazou @biblio_zazou
Supongo que es lógico: si me hago con un puñado de buenos libros consigo un puñado de buenas lecturas. Eso he tenido este pasado mes. En diferentes estilos, también para iluminarme en diferentes momentos.
LA DAMA DE PROVINCIAS PROSPERA. E.M. Delafield
Esta vez, las peripecias de esta dama provinciana la llevan desde su devenir cotidiano en la campiña inglesa hasta el mundillo intelectual londinense, convertida en una aturullada escritora novel de repentino éxito. Con la mezcla de ingenuidad e ironía que da a su voz ese tono peculiar, alterna su faceta de esposa y madre con varios encuentros con el ambiente literario en una sucesión de situaciones dispares que provocan la risa en más de una ocasión. Una pieza chispeante que me deja con ganas de saborear una nueva entrega.
MODERATO CANTABILE. Marguerite Duras
Contenida, elíptica, intensa Duras. Pasión bullente entre cuatro paredes construidas con palabras. Historias que esconden otras historias que se resisten a salir, que se asoman apenas a una ventana cerrada, que se dejan ver al trasluz y evitan mirarte a los ojos. Soterradas, las emociones canturrean al compás del piano que va desgranando su melodía con el ritmo moderado de las manos inocentes de un niño. Una sonata tan breve como hermosa.  
UN HOTEL EN NINGUNA PARTE. Mónica Gutiérrez
A veces hace falta una gota de azúcar en el café, un rayo de sol que alegre el cielo en invierno, el color de unas flores en medio del gris de la oficina. Ese punto de magia cotidiana que le da a la vida un toque de aliento esperanzador. Eso es esta novela. Fluye con aparente sencillez pero se la nota cuidada, equilibrada: un combinado de sensibilidad y humor que se bebe a pequeños sorbos para saborear el optimismo sin llegar a emborracharnos. De lo más refrescante. 
JEZABEL. Irène Némirovski
Crónica, cruda y sin tapujos, de una vanidad carente de medida que explora los límites del egocentrismo con pulso implacable. La agudeza de Némirovski, que tan bien capta las mezquindades del alma humana, cobra el brillo de un estilete mientras va abriendo en canal los personajes, sacando las entrañas de su carácter, mostrando el tejido de los corazones. A estocadas que desprenden elegancia. Hasta el fondo. Touchée.
UNA Y OTRA VEZ. Kate Atkinson
Tiempo cíclico, envolvente, poroso como la esponja por la que fluye el mismo mar continuamente, de uno a otro lado. A veces un segundo contiene toda una vida, una vida recurrente que puede cambiar de rumbo en un instante. O diez vidas, o cien. Una historia varias veces contada podría resultar aburrida, pero aquí no; porque cambia, evoluciona, crece. Vuelve real la frase hecha “la vida da muchas vueltas”. Y tanto. Como un vals: rítmico y calculado, te arrastra consigo. Me gusta el estilo de Atkinson, mucho, así que ya quiero volver a ella.
EL MUNDO DE AFUERA. Jorge Franco
Tres cuartas partes de sordidez mundana y una parte de irrealidad onírica resultan una especie de barbarismo mágico lleno de promesas que se escapan entre los dedos. La combinación atrae, desconcierta, me deja la expectación con las orejas tiesas y demasiado puntiagudas. Hay un algo de diluido entre las capas de la historia que no ha terminado de alcanzarlas. Algo vago, como de medio cuajar, una cierta inconsistencia entre la urdimbre que debilita el tejido final. El hechizo me toca pero no me muerde.  
LA VERDAD. Terry Pratchett
Nada escapa de la mirada cínica de Pratchett, ni siquiera la verdad poniéndose las botas o la mentira dando la vuelta al mundo con la rapidez de la oscuridad. Ni el periodismo. O algo parecido. Información, manipulación y verdad de la mano, bailando una jiga alrededor de la política (cómo no) en este estrafalario prisma de lo humano y lo infrahumano que es el Mundodisco. Aparentemente distorsionador y sin embargo certero. Como un golpe en la cabeza. De los de verdad. O de los que son noticia. ¿O pueden ser las dos cosas?
POEMAS. Emily Dickinson
Una de mis predilectas, Dickinson no me sacia. No sé resumir mis impresiones en un esbozo, ni extenderme en ellas tampoco. Me conmueve, sin más. “La más perfecta comunicación, nadie la oye”. Por eso disfruto en silencio.