MASHENKA. Vladimir Nabokov.
INGLATERRA, SU INGLATERRA. A.G. MacDonell
Para un amante de la sátira como yo, esta es novela obligada. Galopante humor británico dedicado a desollar al pueblo inglés a manos de un escritor escocés contratado por un galés: hilaridad asegurada. Me reí incluso durante la detallada descripción de un partido de cricket, siendo como soy una completa ignorante en el tema con grandes posibilidades de desmayarse de aburrimiento. Los retratos son más que agudos: son punzantes. La historia en sí es más bien floja, pero la corrosión, capítulo a capítulo, de la sociedad intelectual inglesa de la década de los veinte es verdaderamente sabrosa. Y la risa se agradece tanto.
LOS WATSON. Jane Austen
Toda una lástima que esta obra quedara inacabada, no tanto por conocer un final que puede ser previsible como por disfrutar del tratamiento que se podría haber dado a los personajes. Porque lo que está escrito promete, aunque se advierte a ratos la falta de pulimiento (perdóname, Jane, si me lees desde el cielo) que le daría la revisión, una vez terminado. Sobre todo, me quedo con las ganas de conocer mejor a esta mujer de carácter que habría sido Emma Watson y de disfrutar con la ironía que me ha dejado hambrienta de más Austen. Y os seré sincera: no me importa qué ocurriría sino cómo lo contaría ella.
EL INTOCABLE. John Banville
Lo abrí con un poco de respeto tras el premio de Banville, temiendo unas profundidades que no supiera alcanzar. Quizá fue por eso. Porque la prosa era fluida y elegante; la historia resultaba interesante; la estructura se construía con gran precisión. Me gustó el dibujo de los personajes (a ellos les tuve antipatía) y de sus relaciones. Sin embargo, algo de chispa me faltó. Algo de emoción que me agarrara con fuerza y me arrastrara sin que pudiera resistirme, como esperaba ante una trama de espionaje. Eso me falló.
AL FARO. Virginia Woolf
Relectura que ha vuelto a traerme a Woolf después de… de muchos años. Virginia críptica, Virginia simbólica, Virginia sinuosa. Como entonces, ha vuelto a fascinarme. Esa sucesión de impresiones como brochazos que parecen caprichosos y, sin embargo, van conformando una imagen que, desde la perspectiva adecuada, se ve con una claridad que casi deslumbra. Lirismo envolvente y, por debajo, una sombra de ironía. La luz penetrante del faro rompiendo la oscuridad. Hermosa, siempre.
*Esta relectura se la agradezco al reto de Escritoras Únicas, en particular a Meg Cazaestrellas, por sugerir a una de mis autoras fetiche.
ÉRASE UNA VEZ. Margaret Atwood
Érase una vez una mujer, érase una vez un hombre, érase también una relación entre los dos. Una relación tan complicada como ellos la querían hacer, porque la mayoría de las veces somos las personas quienes retorcemos la vida para pelearnos con ella. Esta es una colección de vidas, de relaciones, de retorcimientos, de mujeres y hombres que no saben qué hacer con todo ello. Atwood forense de los pequeños crímenes del devenir cotidiano, incisiva y expresiva, poética y sarcástica. Atwood imperdible.
EL PENSIONADO DE NEUWELKE. José C. Vales
DIARIO DE UNA VOLÁTIL. Agustina Guerrero
Hacía mucho que no me lanzaba sobre un libro de humor gráfico, básicamente porque estoy más acostumbrada a las piezas pequeñas, de tanto en tanto. Pero Agustina Guerrero me tenía enamorada de su volátil y, en cuanto llegó a casa, me lo zampé de un tirón. No fui capaz de parar. Supongo que, como muchas de nosotras, me siento identificada con muchos de los rasgos de esa encantadora e imprevisible mujer del día a día. Creo que la adoro.
EL LIBRO (DE LOS 50 AÑOS) DE FORGES. Antonio Fraguas “Forges”.
Este lo racioné: lo leí en dos veces. Forges, incombustible, me tiene captada desde la primera vez que leí una de sus viñetas en un periódico. Casi dos tercios de mi vida, calculo, siguiendo su aguda visión de la actualidad, su ánimo crítico y ácido y, no obstante, un tanto esperanzador. Como decía Benedetti, no es un pesimista sino un optimista bien informado. Sobre todo, es grande.
Nota de disculpa:
Me avergüenza haber detectado varias faltas en la entrada: detestables omisiones y un acento asesino, lo más obvio. Perdonad el descuido. Están corregidos. Creo. Mi despiste esta semana es descomunal.