Notas del Diario de Eneas Barbusse

Publicado el 11 enero 2018 por Elinfiernodebarbusse

Naturaleza muerta con limones, naranjas y una rosa (detalle), Zurbarán, 1630 


Optima quaeque dies miseris mortalibus aevi prima fugit. Esta misma mañana leía de nuevo en mi Virgilio el maravilloso verso con el que el poeta habla de lo efímero de los días de luz y azul. Huyen los primeros para los míseros mortales los mejores días de la vida, traduce Ochoa. Solo por descubrir frases como esta merece la pena saber leer. Lo demás, lo demás está bien para pasar el rato. Pero esto es otra cosa. Otro color. Otro calor. 
Por la tarde juego al ajedrez con Armand. Me siento bien jugando al ajedrez. Cada vez encuentro más sentido a permanecer callado. La aventura del conocimiento, ¡qué curiosa resulta!: cuanto más aprendes, más entiendes, pero menos comprendes. Parece un irónico juego de palabras, pero es la pura verdad. Ahora todo el mundo habla, dice cosas, tiene una opinión. Quizá es tan solo miedo al silencio. Pero todo esa inmensa cantidad de ruido inútil e insoportable a mí nada me reporta. Eso de que la gente con la mente cerrada siempre tiene la boca abierta va a terminar siendo cierto. Yo prefiero callar. Callar y jugar al ajedrez. En todo caso, escribir alguna puntual nota en mi diario, como mero ritual contra el hastío, pero poco más.
A veces, como esta noche, echo de menos cosas insólitas y extravagantes. Hoy, por ejemplo, desearía poder abrazar a mi padre, abrazarlo hasta traspasarle el alma, hasta hacerle restallar los huesos, mientras le susurro al oído alguna palabra, alguna frase cuyo significado (como un código secreto) solo él y yo conozcamos. Siempre se echa de menos con más ahínco lo que ya es imposible, lo que ya no puede ser. Miseris mortalibus.
Me voy a la cama con un regusto metálico en la boca. Quizá sea del té de vainilla que me tomé con Armand mientras disputábamos nuestro petit combat de ajedrez. Antes de dormir, un poco de Goethe. "Nunca alcanzarás la gracia del consuelo, mientras no te la dé tu propio corazón". Es un sentencia para reflexionar, pero ahora me invade el sueño. Apago la luz. Instantes después, la enciendo de nuevo para apuntar en mi libretita: "Mañana, no olvidar regar las plantas".
(Diario de Eneas Barbusse, cuadernillo color ocre, nº 3, entrada del 11 de enero de 1918).