En ese cuaderno estaban anotadas mis observaciones desde febrero a octubre de 1984. Solo tenéis que restar para daros cuenta del tiempo que ha pasado desde entonces. Por aquella época, ni yo ni ninguno de mis amigos tenía coche, y todos los sábados nos arreglábamos para ir a ver bichos en autobús o a dedo, aunque lloviera, nevara o hiciera sol. La mayoría de los días íbamos a sitios cerca de casa, a la ría de Avilés, al puerto de El Musel o a la campiña en los alrededores de Oviedo. No necesitábamos ir más lejos, disfrutábamos con los petirrojos, con los mirlos, con los limícolas de la ría, con los colimbos del puerto de Gijón o los tritones y renacuajos de un bebedero de ganado en Pola de Siero.
Y uno de los motivos secretos por el que nos habíamos decidido a solicitar fervientemente a nuestros padres que nos apuntaran a ese campamento era que en aquellas montañas decían que aún volaba un quebrantahuesos, el último que quedaba fuera de los Pirineos, el último superviviente después de muchos años de veneno y plomo. También es cierto que hacía más de un año que no lo veían, pero daba lo mismo, para eso íbamos nosotros, para verlo.Repasando el cuaderno empecé a recordar todo lo que pasó aquel verano. Después de unos días en el campamento, en los que nos dejamos las pestañas mirando al cielo sin ver ninguna silueta sospechosa, nos enteramos de que la última vez que se había visto al quebrantahuesos había sido en la Nava de Paulo, una explanada a más de 1500 metros de altitud rodeada de unas imponentes moles de caliza donde según decían había criado por última vez y donde se localizaban varios canchales que usaba como rompedero.No recuerdo como engañamos a alguien para que nos llevara hasta allí en coche, pero el caso es que a las 18:30 de la tarde del 8 de agosto de 1984 allí llegamos unos cuantos locos en pantalones cortos con intención de encontrar al quebrantahuesos. Durante la hora siguiente vimos varios gamos, muchos buitres leonados, colirrojos tizones, palomas torcaces y otros pájaros, pero lo mejor estaba por llegar.
Todas esas observaciones, los dibujos de esa cueva y del rompedero donde lo vimos lanzar huesos parar bajar luego a comer los restos, quedaron registradas en el cuaderno
Pasados esos días, apenas se vio un par de veces más y finalmente, en 1986, dos años después de nuestra observación, el quebrantahuesos fue declarado extinto en la sierra, justo el año en el que se declaró el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Poco después de esa fecha y en parte gracias al impulso que supuso la creación de ese espacio protegido, empezaron los trabajos para que la especie volviera a criar en estas montañas. En 1991, el CSIC avaló el proyecto de reintroducción y después de los trabajos de cría en cautividad dentro del proyecto Life Quebranta, varias decenas de quebrantahuesos fueron liberados en estas sierras. En 2015, dos de esos ejemplares, bautizados como Tono y Blimunda, confirmaron el éxito del proyecto con el nacimiento del primer pollo en libertad después de su extinción. Habían pasado treintaiún años desde que aquel último superviviente hubiera dejado su huella en el viejo cuaderno de campo que me encontré por casualidad en un cajón en casa de mis padres.