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Por Josep Pradas

52 Congreso de Filosofía Joven

"Los grandes pensadores tienen algo así como una cualidad sísmica: no evolucionan sino que proceden mediante crisis, mediante sacudidas." DELEUZE

Condición ineludible: la crisis ya no impone sólo el marco desde el que pensar, pues hecha experiencia se nos presenta sin ambages como posición encarnada y vivida. Ya ni siquiera recordamos cuál podía ser la normalidad anterior, que queda falsamente recogida como el paraíso previo al terremoto. La normalidad se despliega en nuestras vidas como crisis continuada, donde la calma y el parón para tomar aire se convierten en privilegios.

En plena crisis, objeto y sujeto de lo pensable se hacen indiscernibles a la par que indiferenciables. Vivimos como cuerpos en crisis que se piensan en tanto que piensan ese nuevo marco de inteligibilidad que les acaba de ser inaugurado. Se inicia entonces un pensamiento radical de la inmanencia en tanto la crisis deja de ser un concepto aprehensible para convertirse en un concepto habitable, una condición desde la que pensar y por pensar. Pensamos desde una proximidad de mundo inalienable: nuestras vidas son la crisis. Ya no pensamos, nos posicionamos.

¿Qué es, pues, una crisis? ¿Por qué hablar de crisis y de filosofía? En primer lugar, por una reapropiación operativa del término. La crisis no tendría por qué implicar una condición negativa, sino que podemos aprovecharla desde su dimensión productiva para generar todo un cargamento de herramientas filosóficas que intervengan sobre el mundo que las ha generado. Frente a la visión mayoritaria que, desde el 2008, habla de la crisis como de un cometa casual que ha impactado sobre nuestra Tierra, girándola en un eje de 180º, frente a la impotencia de la crisis como fenómeno natural no transformable, lo que hacemos es mostrarla como un proceso interno - y no como factor externo - de resituación de nuestras vidas y al mismo tiempo de producción de otras distintas. Es un campo de posibles que abre todo tipo de vías de pensamiento, desde las más conservadores hasta las radicales que exigen vivir de otro modo.

¿Y su vinculación con la filosofía? Ni como vanguardia teórica ni como campo desde el que capitalizar estas experiencias podemos pensar que la filosofía cumplirá una tarea. La filosofía para nosotros es ese modo que tenemos de relacionarnos con este mundo en crisis: posición, riesgo y acompasamiento. No hay espera que valga para un pensador en crisis, ni pensamiento crepuscular que extienda sus alas cuando haya caído la noche. En este caso, la filosofía es compañía, es ritmo y tensión oscilante, puesto que no asegura nada ni se constituye completa y coherente en mil páginas en blanco.

Este 52 congreso de filosofía joven pretende abrir el espacio de hipocresía privilegiada para respirar y aprender a respirar de nuevo. En medio de esta frenética marcha es hipócrita, sí, pero también necesario detenernos a exponer y pensar colectivamente nuestras vidas. Para quienes tengamos tiempo (condiciones materiales) o, a falta de tiempo, riesgo y ganas.

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