La iglesia de Santa María del Mar es el ejemplo más emblemático y depurado del gótico catalán. De la importancia que adquirió el barrio de la Rivera en el siglo XIII como centro neurálgico de mercaderes y armadores salió la iniciativa de construir una gran iglesia en sustitución de la vieja parroquia. Sus tres fachadas, la principal situada en la plaza de Sta. María, la de la calle de Sta. María, y la del paseo del Born, muestran la esencia del gótico catalán: torres octogonales, abundancia de superficies desnudas y contrafuertes macizos.
La fachada principal, decorada con las imágenes de San Pedro y San Pablo, tiene un espectacular rosetón de gótico flamígero del siglo XV. En la fachada de la calle Sta. María destacan las gárgolas de los contrafuertes, el reverso de las vidrieras y, sobre todo, sus monumentales dimensiones.
Tiene tres naves de gran altura separadas por altas columnas y su armonía consiste en que las naves laterales miden la mitad exacta que la central y la anchura total del conjunto es igual a la altura de las naves laterales. Su riqueza decorativa fue destruida tras los disturbios de 1936, aunque subsisten lápidas relacionadas con el mundo marinero. Pues bien; esta magnífica iglesia ha sido noticia estos días por la recuperación de las cinco campanas de bronce que hace trece años se retiraron por los daños que habían sufrido debido a la oxidación, y este mes de Enero ya están de nuevo en su campanario.
Las campanas recuperadas (Vedada, Maria Salvatella, Andrea, Conventual y Assumpta) se unen a las dos que dan las horas desde una torre que no han precisado ser restauradas. Según explica mosén Vicenç Grané, organista y archivero del templo gótico del siglo XIV, las cinco campanas recuperadas darán el toque del Ángelus tres veces al día y sonarán los domingos y los días festivos antes de comenzar la misa. El operativo ha sido complicado. Ha precisado de una grúa con un brazo de 73 metros y cortar el paso por las calles que rodean la iglesia. Hace días se ha celebrado el concierto inaugural, en el que han participado Marina Rosell y la Coral Sant Jordi.
Una visita "obligada" si vienen por aquí, curiosones. Y si, además, pueden asistir a uno de los numerosos conciertos que se organizan en su nave central, mucho mejor. De verdad que vale la pena disfrutar de esta joya arquitectónica y de su entorno. Se lo recomiendo muy sinceramente.
De la sección del autor en "Curiosón": Del Cristo al Tibidabo