Nada más, y nada menos, que un quinteto vocal incluyendo a su director, fue capaz de mantener en silencio hora y media a una catedral a rebosar que escuchó las liturgias latinas del Ars Antiqva como si de una misa se tratase (incluyendo alguna tos resistente y aplausos iniciales rápidamente acallados por el propio Pérès), música no litúrgica aunque sus fuentes sí, pero música sacra a fin de cuentas. Arte antiguo, Ars veterum pero también historia vocal por suponer el arranque de la Polifonía a cargo de unos especialistas que dominan este dificilísimo repertorio logrando sonoridades que resonaron por las bóvedas de la Pulchra leonina al ir cantando y colocándose en distintas ubicaciones, con un empaste digno de admiración, dinámicas increíbles de proyección total fuesen a solo, dúos o conjunto, alguna entrada titubeante pero siempre atentos a los gestos del maestro Pérès.
Salieron de la Sacristía entonando el Conductus Beata viscera Marie Virginis de Perotin El Grande, el de Notre Dame, "conductus" real por ser pieza cantada cuando el leccionario era conducido procesionalmente al sitio en el que se proclamaba la lectura, y así se dirigieron con cirios encendidos hasta el coro antes del Versus (esta vez un "conductus" monofónico) Vellus rore de San Martial de Limoges. Impresionante espectáculo, inédito seguramente para muchos y además en su entorno natural, esos organum melismáticos o floridos, técnica polivocal y adornos por debajo de canto principal.
Del Codex Calixtinus, primera guía del Camino de Santiago, escuchamos ese diálogo que es la Antífona Ad sepulchrum beati lacobi, música que engrandece el texto, que lo subraya y ayuda a comprender, aprender, aprehender y entender en su magnitud desde las voces francesas que proseguían su lección de música antigua difícil de digerir pero capaz de vaciarnos para meditar desde el silencio profundo que toda escucha necesita.
Volvíamos a Limoges con el grueso de esta peregrinación vocal, la Prosa Alma chorus domini seguida de Veri solis radius, otro conductus (cum cauda por los melismas utilizados) Noster cetus psallat letus y la oración Ora pro nobis Sancta Maria, advocación de la catedral leonesa donde el canto sonó aún más cercano. Juegos virtuosos de interválicas casi imposibles siempre resueltas desde el magisterio de este "ensemble", reconstrucciones de la manera como se cantaba antiguamente, con especial atención a la ornamentación, los intervalos y los microtonos que tanto me recordó al canto corso de Cortona.
De Moissac, donde la formación tiene su sede, disfrutamos del canto del diácono Venite populi, para dejarnos una muestra de Canto Mozárabe de Toledo, el Alleluia: Ortus conclusus más marcado que los anteriores volvió a enamorar en sonoridades, el cantus firmus en un potente bajo como base románica sobre la que se sustenta el gótico vocal, tenor y alto, con auténticas melopeas.
Del otro maestro parisino, Leonin el Benedicamus Domino a dos voces volvió a convertir la Catedral de Santa María en Notre Dame Leonesa, nueva lección de empaste y fiato en una voz grave que retumbaba abrazando las otras cuatro, antes de volver en peregrinaje al punto de partida procesionando con el Congaudeant Catholici de Albert de Paris, más que un concierto toda una liturgia vocal de formas inverosímiles con un magisterio francés tan cercano a esta peregrinación interior hasta Santiago de Compostela donde León y su Catedral es siempre parada obligada, esta vez musical.