Si hay algo que no podíamos dejar de hacer en este viaje, entre otras muchas cosas claro está, sin duda era el poder conocer de primera mano y contemplar la arquitectura espectacular del Centro Cultural Jean Marie Tjibaou, cuyo nombre coge del político local de Nueva Caledonia, y que fue asesinado en un atentado en 1989 durante su campaña por la independencia de Francia. Esta obra del afamado ganador del premio Pritzker, Renzo Piano, reúne la modernidad con las culturas del Pacífico, y lo hace integrando de una manera muy natural un conjunto arquitectónico en el entorno de una maravillosa península que es parque natural. Pero el lugar elegido también tiene un significado simbólico porque fue donde Jean Marie Tjibaou organizó el primer festival de la cultura del Pacífico en 1975. El respeto a la cultura y tradición del Pacífico, la sensibilidad de esta construcción con la naturaleza hace de esta obra un ejemplo de la arquitectura mundial. Nunca jamás hemos podido contemplar una construcción tan integrada y de tanto respeto con el entorno en el que se alza. Y digo tan tajante aseveración porque verdaderamente impresiona hasta niveles insospechados, y creo que ninguna persona interesada o con inquietudes por la arquitectura moderna debería perderse. Soy muy consciente de que Nueva Caledonia está muy muy lejos (lo se por experiencia propia), pero ofrece tantas cosas y tan bellas que merece la pena el esfuerzo. Es el maravilloso Pacífico sur.
El proyecto se llevó a cabo adaptando la construcción al lugar del emplazamiento y no al contrario. Además se estructuró como si de un verdadero poblado de los pueblos del Pacífico se tratara, con sus propias calles y caminos, con la vegetación y arboledas propias. Una de las partes importantes del proyecto del Centro Cultural Jean Marie Tjibaou fue el estudio del aprovechamiento de las corrientes de aire que ascienden desde el mar para maximizar la ventilación del Centro Cultural y poblado en un clima tan húmedo como el que disfruta Nueva Caledonia.
Las chozas Kanak se distribuyen a lo largo de los caminos y en ellas es posible entrar en contacto con la cultura kanaka, además de ser visitables los interiores. Al acceder a ellos pudimos intentar imaginar las condiciones de vida de los pueblos de esta parte del Pacífico, y de que manera se desarrollaba su actividad cotidiana. Las cabañas no son simple decorados, son reales y auténticas, y de la misma forma sus techumbres estaban oscurecidas por el fuego del hogar que periódicamente es encendido en el interior de las mismas.
La tradición, las creencias y los símbolos protectores están también presentes.Desde luego que las tallas en madera de estos tótem resultan de lo más plásticos, tradiciones ancestrales, muy antiguas que sin embargo permanecen hoy en día muy vivas en los pueblos del Pacífico.
En la concepción de la construcción también se le dio importancia a los espacios públicos y a los edificios comunales. No podía ser de otra forma si se quería homenajear y difundir esta fascinante cultura, muchas veces denostada, perseguida y olvidada por las sucesivas colonizaciones, en las que se puso todo el empeño en acabar con ella y reconvertirla en una cultura occidentalizada.
El edificio principal lo componen diez diferentes cabañas que varían en tamaño y función.Van desde los 60 metros cuadrados de las pequeñas a los más de 140 metros de las mayores. Pero todas están unidas por un paseo interior con vistas al océano y que comunica distintos espacios y donde pudimos observar más de cerca el ocurrente sistema de ventilación natural que climatiza la edificación. De ahí el gran empeño de Renzo Piano a la hora de diseñar esta maravilla constructiva en buscar el aprovechamiento de las corrientes de aire provenientes del Océano Pacífico y canalizarlos como un aire acondicionado natural. Estas prehistóricas cabañas han sido elevadas a la categoría de grandes edificios por Renzo Piano, y la mayor en su altura máxima equivale a un edificio de ocho plantas, aunque observándolas cueste trabajo creerlo.
En esta vista desde arriba de la maqueta a escala se puede observar perfectamente el sistema de edificaciones. Hoy con la vegetación autóctona más crecida lo integra a la perfección.
Las funcionalidades a las que se ha dedicado a las diferentes cabañas, y también las salas adyacentes son muy variadas. Un primer grupo destinado a exposiciones permanentes y también temporales, un anfiteatro y un auditorio. El segundo grupo de cabañas lo dedican a biblioteca, sala de conferencias y funciones administrativas. Para finalizar, el tercer grupo se destina a estudios para desarrollar danzas y música tradicionales, y también escultura y pintura.
En la construcción de las cabañas se empleó en su mayoría materiales provenientes de la zona, y salvo la madera y otros componentes menores, todo procedía de Nueva Caledonia, algo muy importante también para el arquitecto. La madera empleada en la construcción de las cabañas es iroko y con vigas de caoba, unos tipos de madera muy resistente a la humedad, a los insectos y a los hongos, y acabadas en una forma parecida a una peineta. Según la información que lo explicaba, esa forma se justifica porque evoca la artesanía kanaka.
Los listones y costillas se unen para crear la estructura. Ahora los tubos y los tirantes que soportan la estructura están hechos en acero, pero antiguamente también se fabricaban en madera. Se trataba de conciliar la tradición con la técnicas modernas para que perdure en el tiempo. Porque puede parecer una construcción simple y sencilla pero está llena de la más avanzada tecnología. Las ventanas y rejillas de las cabañas que recogen la brisa del mar se regula su apertura por ordenador en función de las condiciones meteorológicas reinantes en cada momento, ya sea por vientos o radiación solar que condiciona la temperatura interior. Por no hablar de los fuertes vientos y abundantes lluvias monzónicas que pone a prueba el edificio todos los años.
Lo más de quince años transcurridos desde su inauguración han pasado factura a las tonalidades de la madera de iroko. Con la omnipresente brisa salobre del Pacífico han terminado por cambiar el primitivo color marrón rojizo de la madera a unas tonalidades grises propias del salitre empotrado y la exposición al sol. Pero no es que no haya sido calculado. Renzo Piano dijo en su inauguración que el edifico cambiaría como si fuera un ser vivo. Predijo que la tonalidad de la madera cambiaría con el envejecimiento y los años hacia un gris parecido al del acero inoxidable, el otro material empleado en la construcción, hasta integrarse ambos materiales con una tonalidad muy similar. Aún así sigue siendo simplemente espectacular su contemplación.
Una visita que nos colmo de satisfacción y nos ilusiono muchísimo, algo que hasta hace bien poco tiempo nos parecía imposible de conocer "in situ", y que hemos podido realizar y llevar acabo. Y con unos maravillosos jardines llenos de plantas y coloridas flores tropicales. Aún recuerdo las conversaciones sobre la sorprendente y original construcción que es Centro Cultural Jean Marie Tjibaou con nuestras dos buenas amigas argentinas abordo del Oosterdam, y las maravillosas sensaciones que nos transmitió sobre todo a una de ellas, que por algo era arquitecta de profesión, y por su entusiasmo al hablar, también de vocación.