Noúmeno y yo en Kant

Publicado el 30 diciembre 2019 por Carlosgu82

El primer peldaño de la filosofía kantiana fue el planteamiento de un sujeto que recibe impresiones y una cosa en sí que las da. Kant imagina esa relación como espacial, temporal y causal (el objeto es causa de las impresiones). El filósofo puede conocer esa relación y decir en qué contribuyen el sujeto y el objeto (no podemos imaginar nada que no sea espacial, temporal y causal). Conforme avanza en sus análisis, resuelve que el sujeto y el objeto están más allá de toda experiencia posible porque son inespaciales e intemporales. Dos cosas inespaciales e intemporales no pueden relacionarse entre sí. Ni la cosa en sí podría emitir estímulos ni el sujeto, recibirlos. Sería atravesado por ellos. El filósofo llegó a la cúspide de su escalera con base en unos peldaños iniciales falsos, lo que hace que su pensamiento se derrumbe como filosofía total.

Declarar que el yo trascendental, la unidad sintética de apercepción, así como el noúmeno o cosa en sí eran inespaciales e intemporales y, a pesar de eso, aplicar todas las categorías a la cosa en sí cuando habla de su relación con el sujeto, hizo que los seguidores de Kant la abandonaran.  Los neokantianos prescindieron de ese «mueble metafísico» como lo llamó Russell. Las críticas a Kant llovieron. Jacobi afirmó que si no conocemos nada del noúmeno o cosa en sí, no podemos conocer ni afirmar su existencia. Schelling dijo que si la cosa en sí es intemporal e inespacial, es eterna e infinita, por tanto es algo muy parecido al Dios de Berkeley que nos provee de sensaciones. Pero Kant tenía una buena razón para librar al yo de las cadenas del tiempo y el espacio: la libertad, base de su ética. Si el yo es temporal, está determinado. Si mi yo presente es consecuencia de todos mis estados pasados, no puedo ser libre en ningún momento. Solo un yo libre puede ajustarse al deber y ser moral, pero también, solo un yo libre puede tener conocimiento objetivo. La paradoja del conocimiento es que el observador requiere un objeto determinado, causado, para poder entenderlo, mientras que el propio observador debe sentirse objetivo, libre. Un ejemplo basta: un psicoanalista analiza a un paciente con fobias. Tiene que pensar que esas fobias no son escogidas arbitrariamente por el paciente sino causadas por algún suceso en su infancia o por un problema físico. Pero a la vez, el psicoanalista debe creer que su diagnóstico es libre, no está determinado por sus experiencias anteriores ni es una mera emanación de su cerebro. Si lo hiciera, no habría psicología. Por algo Kant, quien trató de explicar por qué existe la ciencia, afirmó que esta requiere de un sujeto u observador libre que piense que su objeto de conocimiento es una sustancia en la que domina la causalidad. Es imposible que haya un sujeto libre en un mundo determinado. Por eso el filósofo alemán dictaminó que el primero pertenece al mundo del noúmeno y el segundo, al del fenómeno. Para mí, el planteamiento del problema es valioso, pero la solución es inaceptable.