El Condotiero de Georges Perec
Perec declaró que El Condotiero fue la primera novela que consiguió escribir. Medio siglo después de su redacción –entre 1957 y 1960– y treinta años después de la muerte del escritor, el 3 de marzo de 1982, descubrimos una obra de juventud de la que se había perdido el rastro y que ha sido milagrosamente recuperada. Gaspard Winckler, el héroe de la novela, se ha dedicado durante meses a pintar un Condotiero falso, una copia perfecta que no tiene nada que envidiar al expuesto en el Louvre que pintara Antonello da Messina en 1475. Pero Gaspard, príncipe de los falsificadores, no es más que el simple ejecutor de las órdenes de Anatole Madera. Y, como en una novela policíaca, la primera página del libro se abre con el asesinato de Madera por Winckler. ¿Por qué esa muerte? ¿Por qué Gaspard Winckler siente que ha fracasado en su proyecto de igualar a Antonello da Messina? ¿Qué buscaba queriéndose convertir en un virtuoso de lo falso? ¿Qué deseaba captar en esa imagen de fuerza y de poder que transmite el rostro del guerrero? ¿Y por qué vive el asesinato de Madera como una liberación? El tema de la impostura recorre toda la obra de Perec. Un personaje de ficción llamado Gaspard Winckler vuelve a aparecer en otras novelas del autor como La vida instrucciones de uso y W o el recuerdo de la infancia. Y El gabinete de un aficionado, la última novela que el escritor francés publicó en vida, es una prodigiosa construcción erigida en torno a los hechizos de la copia y de lo falso. El Condotiero permite entrever lo que está en juego en esta búsqueda: la conquista de lo verdadero a través de la falsificación. «Esta novela da a los libros que le siguieron un nuevo comienzo, una nueva perspectiva, invita a su relectura... El Condotiero provoca esa fascinación por los orígenes que todos experimentamos; y no solamente ilumina la obra posterior de Georges Perec, sino que también hace posible que nos acerquemos al autor de una forma totalmente nueva» (Christine Montalbetti, Le Monde). «Una verdadera-falsa novela policiaca, lúdica y existencial que revela ya algunas obsesiones del futuro autor de Las cosas» (Baptiste Liger, Lire). «¿Qué hacer para estar a la altura, pero manteniendo cierta distancia, de los libros que te han impulsado a escribir? Ésa es la cuestión que se plantean todos aquellos para quienes la escritura es la vida. La misma que se hace Perec en 1959, cuando declara: “He leído Moby Dick. No vale la pena escribir si no se aspira a crear una obra de ese calado.” El Condotiero no encuentra la ballena blanca, pero va tras ella» (Philippe Lançon, Libération). «La novela nos conduce a una idea de la literatura que a veces olvidamos, y que la obra de Georges Perec, como la de Jorge Luis Borges, se ocupa de recordarnos: que la grandeza no surge necesariamente de la originalidad, que la cuestión de la imitación está en el corazón de toda creación» (Tiphaine Samoyault, La Quinzaine littéraire).
Ficha del libro
Había mirado a su alrededor. Era el mismo escritorio –el mismo tablero de vidrio, el mismo teléfono, el mismo calendario de taco en su base de acero cromado–. Seguía habiendo esa frialdad rigurosa, ese orden estricto del estilo sobrio, esa armonía helada de los colores – el verde oscuro de la moqueta, el cuero leonado de los sillones, el ocre ligero de las cortinas–, esa discreción impersonal, los grandes archivadores metálicos... Pero de repente la masa fláccida del cuerpo de Madera creaba una impresión grotesca, una nota desafinada, algo un poco incoherente, anacrónico... Había resbalado de su silla y yacía boca arriba, con los ojos medio cerrados, la boca entreabierta paralizada en una expresión de estupor idiota que el brillo apagado de un diente de oro avivaba todavía más. De la garganta seccionada, la sangre manaba espesa a trompicones, chorreaba hasta el suelo, invadía poco a poco la moqueta y esa mancha difusa, negruzca, que se iba extendiendo alrededor del rostro de Madera, alrededor de ese rostro de una palidez ya sospechosa, esa mancha caliente, viva, animal, se apoderaba lentamente de la habitación, como si las paredes ya estuvieran saturadas de ella, como si de repente ese orden, ese rigor hubieran sido trastornados, aniquilados, devastados, como si ya no existiera nada más que esa mancha irradiante, que esa masa inmunda y ridícula, ese cadáver agrandado, decuplicado, ilimitado... ¿Por qué? ¿Por qué dijo esa frase? «Creo que no supondrá dificultad alguna.» Intenta recordar la inflexión exacta de la voz de Madera, ese timbre que lo sorprendió la primera vez que lo oyó, ese ligerísimo ceceo, ese canturreo algo titubeante, la cojera casi imperceptible de las palabras, como si tropezara – o estuviera a punto de tropezar–, como si temiera a cada momento cometer un error. Creo que. ¿Qué nacionalidad? ¿Española? ¿Sudamericana? ¿Un acento? ¿Un acento deliberado? Dificultad. No. Mucho más simple: una voz con unas erres algo guturales. ¿O bien algo ronca? Lo ve de nuevo, avanzando hacia él, con la mano extendida: «Gaspard –es así como hay que llamarlo, ¿verdad?–, estoy verdaderamente encantado de conocerlo.» ¿Y luego qué? ¿Todo ello le daba mala espina? ¿Qué hacía allí? ¿Qué quería de él? Rufus no lo había puesto sobre aviso... Uno se equivoca siempre. Cree que las cosas se van a arreglar, que van a seguir su curso normal. Pero no se puede prever. Es tan fácil hacerse ilusiones. ¿Qué es lo que quiere, usted? ¿Quiere un cuadro? ¿Quiere un bello cuadro del Renacimiento? Puede hacerse. Por qué no un Condotiero después de todo...
Queer (ed. definitiva 25º aniversario) de William S. Burroughs
Escrita en 1952 pero no publicada hasta 1985 debido a su franca plasmación del deseo homosexual, Queer, obra temprana de William S. Burroughs, es al mismo tiempo un descarnado autorretrato narrativo, una historia de amor brutalmente realista, una grotesca fantasía tragicómica y una ingeniosa novela política. Un libro que proporciona muchas claves fundamentales para adentrarse en el arrollador universo literario del autor. Esta edición definitiva, editada con motivo del 25 aniversario de su primera publicación, incorpora una extensa y documentada introducción de Oliver Harris en la que se repasan las complejas circunstancias personales en las que la obra fue escrita y que marcarían la vida y la posterior trayectoria literaria de Burroughs. Y se incluye también, a modo de epílogo, el texto que el propio autor escribió como prólogo para la edición de 1985. Queer está ambientada en un inmenso suburbio, que Burroughs definiría más tarde como la «Interzona», y que abarca desde la Ciudad de México, capital mundial del delito, hasta Panamá. Un álter ego del escritor, Lee, teje su tela amorosa en torno a Allerton, un joven ambiguo, indiferente como un animal. Deambula por locales cada vez más sórdidos, en los que pulula una fauna en estado de descomposición, y en esas excursiones, como un pícaro alienado, nos regala astillas radiactivas de su negrísimo humor. Para resolver sus obsesiones mortíferas y sexuales, Lee parte con su amigo a la búsqueda de la ayahuasca, droga absoluta capaz de otorgar el control total sobre los cerebros, y por eso mismo codiciada por Rusia y Estados Unidos... y por todo adicto. Dispuesto a abismarse en todos los peligros, como un santo o un criminal con orden de búsqueda y captura, Lee no tiene nada que perder. En esta novela aflora por primera vez ese paisaje alucinado que hoy todo lector reconoce como el mundo particular de William S. Burroughs. «Aquí el lado más vergonzoso (como casi siempre) resulta ser el más humano de todos... El perfecto cierre de un gran proyecto» (Andrés Barba, Letra Internacional). «Escandalizando de nuevo a todo el mundo, Burroughs ha escrito un reflexivo y sensible estudio sobre el amor no correspondido... Retroactivamente, este libro humaniza su trabajo» (Martin Amis). «Queer es una obra mayor. En ella aparece el corazón de Burroughs al desnudo, el origen de su escritura genial, honesta, incómoda, brillantemente humorística y desnuda, el secreto de un hombre invisible» (Allen Ginsberg). «Queer es una maravilla. Una obra olvidada que se convirtió en legendaria en los años que permaneció oculta. Una narración salvaje, inquisitiva y despiadadamente antisentimental» (Los Angeles Times).
Ficha del libro
A fines de agosto de 1953, Burroughs llegó a Nueva York después de los siete meses de búsqueda de la ayahuasca en las selvas de Sudamérica y de unas semanas de escala en Ciudad de México. En el apartamento de Ginsberg en el Lower East Side, Burroughs y Ginsberg trabajaron juntos en los manuscritos de Queer y «En busca de la ayahuasca», y durante noviembre Alene Lee (llevado a la ficción como Mardou Fox en la novela Los subterráneos de Kerouac) hizo copias nuevas mecanografiadas de los dos usando papel con la filigrana «Featherweight Onion Skin» («Papel de cebolla peso pluma»). Curiosamente, a pesar de la publicación ese verano en Ace Books de Junkie: Confessions of an Unredeemed Drug Addict (bajo el seudónimo de William Lee), Burroughs parecía haber decidido que Queer seguía siendo una propuesta viable. En efecto, durante los cuatro años siguientes Ginsberg hizo circular copias del manuscrito –entre gente como Kenneth Rexroth y Malcolm Cowley–, presentado como volumen central de una trilogía que viajaba con el título de El almuerzo desnudo. A principios de 1958, Olympia Press –que al año siguiente publicaría el libro que ahora conocemos como El almuerzo desnudo– mostró interés en Queer y en «Ayahuasca», aunque todo quedó en la nada. Pero para cuando apareció El almuerzo desnudo la posición de Burroughs había cambiado de manera decisiva: «Las cartas de la ayahuasca, por supuesto», escribió a Ginsberg en octubre de 1959, «pero la verdad es que en este momento no quiero publicar Queer. No es representativa de lo que hago ahora y no tiene más interés que los pobres bocetos de un principiante; por lo tanto, me opongo.» Durante los veinticinco años siguientes, cada vez que algún entrevistador le preguntaba por Queer, Burroughs repetía la misma opinión: que para él era un libro «bastante chapucero». Aún en febrero de 1984 insistía en que no tenía ganas de publicarla: «Es como desempolvar las cosas del colegio.» ¿Qué ocurrió entonces para que cambiara de idea?
Dos historias nada decentes de Alan Bennett
La señora Donaldson es una viuda reciente, de cincuenta y cinco años, con una hija casada, puritana e insoportablemente convencional que pretende que su madre viva reverenciando la memoria de un difunto marido muy aburrido. Aburrimiento contra el que la señora Donaldson no se rebelaba, y ni siquiera cuestionaba, educada en la firme creencia de que ser y hacer lo que se espera de nosotros son los pilares de la cotidiana felicidad. O conformidad. Pero ahora su vida comienza a cambiar. Ha conseguido un trabajo en un hospital: actúa interpretando a pacientes, con sus correspondientes enfermedades, para ilustrar las clases del doctor Ballantyne. Y, de interpretación en interpretación, la señora Donaldson comienza a descubrir pliegues y honduras que ignoraba de sí misma. También ha alquilado una habitación a una pareja de estudiantes que le proponen un pago en especies para saldar lo que le deben: le ofrecerán un espectáculo porno sólo para sus ojos. Y ella, contra todo pronóstico, acepta, los contempla y cuando terminan les ofrece una taza de té. Y comienza La señora Donaldson rejuvenece. En cuanto a La ignorancia de la señora Forbes, su hijo Graham va a casarse con una chica que lleva el muy vulgar nombre de Betty. Y aunque muy rica, es fea. La dominante y esnob señora no entiende el porqué de todo esto; los guapos siempre se han casado con guapas, y viceversa. Ella lo hizo, y por eso tiene un hijo guapo. Además, su familia está en el escalón más alto de la clase media, donde no se usan nombres como Betty. El señor Forbes, por su parte, asiente a todo, y lo único que le inquieta es que Graham es y ha sido la principal ocupación de su esposa, y si se casa y se marcha, todo el peso de la insoportable señora Forbes recaerá sobre sus hombros. Y el bello Graham, a su manera, quiere a Betty, y hasta puede follar alegremente con ella, siempre que haya un espejo en el que él pueda verse, y quizá imaginar otros cuerpos menos femeninos, como el de Gary, por ejemplo. Porque la señora Forbes ignora muchas más cosas de las que sabe... Alan Bennett, con su mirada entre cándida y malévola, construye con estos dos relatos, tan indecentes como inteligentes, un conmovedor y muy divertido grotesco de la clase media. «Alan Bennett nos presenta dos rancias mujeres de mediana edad y las pone en el camino de una total renovación. Pero el territorio de Bennett no es el de la autoayuda, y a las señoras les espera algo mucho más subversivo –obsceno, incluso. Claro que ellas tampoco son lo que parecen, y el autor nos muestra cuán equívocas pueden ser las apariencias. Y hasta las apariencias de las apariencias» (Nora Krug, The Washington Post). «Estos relatos son tan buenos que querrán leerlos y releerlos, y disfrutarán de ellos como la primera vez, y la razón es la deliciosa, afilada prosa de Bennett. Es como contemplar la danza de un bailarín experto o a un gran patinador que se desliza sobre el hielo» (B. Robshaw, The Independent). «Dos relatos muy sustanciosos en un libro ligero. Y hay que reconocer que este maestro de los relatos largos, o novelas cortas, consigue inquietar a sus modernos lectores, a quienes, se supone, ya nada sorprende» (Thomas Mallon, The New York Times).
Ficha del libro
En parte esto podía atribuirse a la inexperiencia de los simuladores delante de la cámara, pero de hecho el único problema era que había que editar la cinta. Nadie se lo hizo notar a Ballantyne, que desistió de todo el experimento, y como difícilmente podía explicarlo o justificarlo ante el grupo, pareció quedar confirmado el malévolo presentimiento inicial de la señora Donaldson. Ella, al menos, salía bien en la filmación, o era lo que el doctor pensaba, aunque al mismo tiempo era consciente de que la miraba con ojos más indulgentes que a cualquiera de las otras simuladoras; a decir verdad, también le tenía un poco de miedo. De haberlo sabido, ella, a su vez, quizá hubiera mirado al doctor con ojos más favorables, pero, así las cosas, lo único que ella y Delia vieron fue que el juguete de la semana anterior estuvo gran parte de la sesión entronizado en la cima del trípode, donde su ojo único de cíclope vigilaba todo lo que ocurría. –Y luego dicen que andan escasos de fondos –dijo Delia. En casa, el asunto del alquiler seguía sin resolverse y los jóvenes debían ya cuatro semanas. Cyril nunca lo habría consentido, se dijo la señora Donaldson, aunque, para empezar, él nunca habría admitido inquilinos, y su propio rencor la hacía sentirse pesada y aguafiestas. Con todo, decidió abordar la cuestión. En realidad llevaba varios días sin ver a la pareja, que a su entender la evitaba, pero al volver del hospital una noche los encontró juntos en la cocina, y era como si la estuvieran esperando.
La conjura de los necios de John Kennedy Toole
En este libro todo es extraordinario, empezando por su historia. Escrito a principios de los años 60, el autor no pudo conseguir que se editara; creyéndose un escritor frustrado se suicidó en 1969, a los 32 años. Su madre siguió intentando infatigablemente su publicación, lo que no consiguió hasta 1980 (cuando ella tenía 79 años), gracias al apoyo del gran novelista Walker Percy, y tan sólo en una editorial universitaria de Louisiana, cosa en principio muy poco prometedora para una consagración literaria. Y, sin embargo, el libro alcanzó en pocos meses un éxito inmenso, coronado en 1981 con el premio Pulitzer y con la crítica más entusiasta y unánime aparecida en muchos años. Su autor ha sido comparado a Cervantes, Fielding, Swift, Rabelais, Dickens... Resulta imposible resumir la trama picaresca y siempre sorprendente de esta obra, ambientada en Nueva Orleans y sus bajos fondos. Su figura central es uno de los personajes más memorables de la literatura norteamericana: Ignatius Reilly –una mezcla de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y Tomás de Aquino perverso, reunidos en una persona–, que vive a los 30 años con su estrafalaria madre, ocupado en escribir una extensa y demoledora denuncia contra nuestro siglo, tan carente de «teología y geometría» como de «decencia y buen gusto»; un alegato desquiciado contra una sociedad desquiciada. Por una inesperada necesidad de dinero, se ve «catapultado en la fiebre de la existencia contemporánea», embarcándose en empleos y empresas de lo más disparatado. Los personajes secundarios son tan exóticos (y neuróticos) como los de una película de los Marx Brothers: Darlene la stripteaseuse de la cacatúa; Burma Jones, el quisquilloso portero negro del cabaret Noche de Alegría, regentado por la rapaz Lana Lee, quien completa sus ingresos como modelo de fotos porno;
el patrullero Mancuso, el policía más incompetente de la ciudad; Myrna Minkoff, la estudiante contestataria, amiga de Ignatius; Dorian Greene, un líder de la comunidad gay; la desternillante octogenaria Miss Trixie, siempre enfurecida porque no le dan la jubilación... y tantos otros personajes inolvidables. «Una tragicomedia humana, tumultuosa y gargantuesca... una farsa estruendosa de dimensiones falstaffianas» (Walker Percy). «Irresistiblemente divertido, una comedia épica en la gran tradición de Cervantes y Fielding» (Monroe K. Spears). «No hay ninguna duda al respecto: este libro está destinado a convertirse en un clásico» (Robert Michael Green). «Este libro se ha reseñado en todas partes, y a todos los críticos les ha entusiasmado. Por una vez, todos tenían razón» (Greil Marcus, Rolling Stone). «Si el precio de un libro se midiera por las carcajadas que provoca, éste sería la ganga del año» (Paul Gray, Time). «Una obra maestra... hénaurme, abigarrada, completamente enloquecida» (Libération). «Una obra de genio como no aparecen muchas por siglo» (Jean Clémenton, Le Canard Enchaîné).
Ficha del libro
Por una muerte apropiada de Marc Antoni Broggi
Si morir es inevitable, morir mal no debería serlo. Este libro repasa algunos de los aspectos más relevantes que rodean en nuestra sociedad el final de la vida, desde el ámbito más íntimo y familiar al profesional. Su lectura ilustra lo que se entiende ahora por buena práctica, con el objeto de contribuir a que la ayuda que brindemos al enfermo sea lo más personalizada posible, y que así el proceso le resulte «apropiado», como indica el título. Partiendo del hecho de que todo el mundo deberá hacer frente a la propia muerte o a la de alguien cercano, conviene que tengamos un conocimiento realista de las decisiones que hay que tomar en esos momentos, para hacerlo con lucidez y tranquilidad. A lo largo de su experiencia como cirujano, el doctor Marc Antoni Broggi ha frecuentado a personas que se acercaban a la muerte o temían acercarse a ella. Y a través del cultivo de la bioética, que siempre ha considerado una reflexión crítica y humanista de la práctica, ha deliberado con otros profesionales de la medicina, enfermería, cuidados paliativos, y de otros campos (del derecho, la filosofía o la psicología) sobre los derechos y las necesidades de los ciudadanos, las dificultades con que se encuentran y la mejor compañía y ayuda que podemos ofrecerles. «Un manual de buenas prácticas dirigido a todos aquellos que tengan que tratar a un enfermo terminal: médicos y enfermeras, pero también –y sobre todo– a los familiares que rodean al paciente. Cuando los primeros se encuentren abrumados y los segundos desamparados por una situación tan desgraciada, si no tienen al alcance el libro de Marc Antoni Broggi..., ¡lo más probable es que lo echen en falta! Un libro espléndido y tranquilizador sobre cómo encarar y aceptar la muerte» (Xavier Serrahima, El Punt/Avui).
Ficha del libro
Dejar la vida, con sus satisfacciones y la curiosidad por lo que nos rodea, nos resulta penoso; y saber que esto ocurrirá, nos llena de rabia. Incluso sufrimos anticipadamente sabiendo que tendremos que abandonar algún día nuestros vínculos, los recuerdos del pasado y los proyectos de futuro. Un modesto chófer, mientras la familia a la cual servía visitaba unas tumbas romanas y hacía disquisiciones sobre la fugacidad de la vida, vino a introducir esta lacónica frase como resumen: «¡Yo, cuando pienso en la muerte, me da tanta pena!» ¿Puede decirse algo más elocuente? No hay que buscar demasiada profundidad en la perplejidad (tan humana) que acompaña esta conciencia de destino natural que compartimos. Llegamos al final demasiado pronto, querríamos apurar la copa un poco más, dar otro trago. Salvo que se nos haya vuelto amarga, lo que también se da en situaciones terminales. Entonces pediremos ayuda para acabar. «¡Apartad de mí este cáliz!», diremos. Pero a pesar de saber que la enfermedad, la dependencia o la decrepitud nos puedan hacer más aceptable la inminencia de la muerte, se nos hace entonces muy desagradable tener que soportar este proceso previo para poder aceptarla. Así esquetampocoenestasituaciónsevislumbralamuerte como«oportuna»ysetemequevengaprecedidadeuna carga de malestar. Bien sea que veamos la muerte como salida de un estado desagradable, como «exit» (así se llaman algunas asociacionesproeutanasia),oquesintamosquesepresenta prematuramente, esperamos contar con alguien que nos acompañe en ese trance y nos preste alguna ayuda para mitigar el sufrimiento del proceso. Es ésta una esperanza legítimaygeneral.Morirsóloessinónimo,paracasitodos, de muerte indeseable, de carencia de esas muestras de mínima solidaridad que nos merecemos unos de otros. Al menos, en nuestras sociedades mediterráneas siempre se ha confiado en ella y ha venido asegurada por la familia, los amigos e incluso los vecinos. También se confiaba en un médico de cabecera entrañable y solícito, aunque fuera muy poco útil técnicamente hasta hace poco. Pero es que noeraprecisamente una técnicadepuradaloquemás se apreciaba de él en tales momentos. Es cierto que ahora las cosas han cambiado y que la mitad aproximadamente de la gente de nuestro entorno ya no muere en su casa sino en instituciones sanitarias y más o menos apartada de los suyos. Quizá porque la familia tiene menos disponibilidad para permanecer a su lado; perosobretodo,aunquelatuviera,porquelaayudaque ahora se busca en esos momentos se pretende que sea más «eficaz», más profesional. Se confía en una medicina tecnificada a la que se tiene derecho y de la que, además, se piensa que es capaz de prodigios extraordinarios. La muerte se ha medicalizado, y la medicina se ha mitificado: éste sería un resumen de actualidad.
El mapa y el territorio de Michel Houellebecq
Si Jed Martin, el protagonista de esta novela, tuviera que contarles la historia, quizá comenzase hablándoles de una avería del calentador, un 15 de diciembre. O de su padre, arquitecto conocido y comprometido, con quien pasó a solas muchas noches navideñas. Evocaría, desde luego, a Olga, una rusa muy bonita, a la que conoce al principio de su carrera en la exposición inaugural de su obra fotográfica. Esto sucede antes de que llegue el éxito mundial con la serie de «oficios», retratos de personalidades de todos los sectores (entre ellas el escritor Michel Houellebecq), captados en el ejercicio de su profesión.También debería referir cómo ayudó al comisario Jasselin a dilucidar un caso criminal atroz, cuya aterradora puesta en escena dejó una impronta duradera en los equipos de la policía. Al final de su vida, Jed alcanzará cierta serenidad y ya sólo emitirá murmullos. El arte, el dinero, el amor, la relación con el padre, la muerte, el trabajo, Francia convertida en un paraíso turístico son algunos de los temas de esta novela decididamente clásica y «El mérito debe atribuirse al formidable artefacto literario, que nunca rechina, y a la alta calidad de la prosa, que mantiene el pulso de la primera a la última línea» (Robert Saladrigas, La Vanguardia). «De lejos el mejor escritor francés de hoy y uno de los tres o cuatro mejores de Europa» (Santiago Gamboa, El País). «Un enorme y magnífico premio Goncourt» (Sergi Sánchez, El Periódico). «Con esta novela me estoy convirtiendo en houellebecquista» (Manuel Rodríguez Rivero). «El hombre lobo de las letras francesas, un hombre que hinca los dientes, feroz, a todo lo que se mueve» (Rodrigo Fresán).
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Fragmentos de un cuaderno manchado de vino Relatos y ensayos inéditos (1944-1990) de Charles Bukowski
A su muerte en 1994, Charles Bukowski dejó en su estela medio centenar de libros, pero también unos abundantes archivos de material inédito o publicado únicamente en revistas underground y periódicos de índole diversa. Aquí se reúnen treinta y seis piezas que, a decir de John Martin, su editor desde la década de los sesenta, constituyen «el eslabón perdido en la obra de Bukowski que de súbito hace que todo adquiera sentido». En efecto, hay ya muestras de su pericia narrativa desde sus primeros cuentos publicados y de su peculiar forma de escribir, a caballo entre la autobiografía y la ficción, con ejemplos tan destacados como «La noche que nadie se creyó que fuera Allen Ginsberg» o «El Cristo de plata de Santa Fe». Este volumen alberga también ensayos de carácter literario, a modo de manifiestos que permiten rastrear la evolución del autor y su afianzamiento de una estética ferozmente personal. Eso nos permite constatar cómo, tras la deliberada pose de malditismo y rechazo por la alta cultura, hay en Bukowski un notable bagaje literario y musical. Destacan también la pieza de carácter experimental que da título al libro y un largo relato en el que cuenta cómo se hizo amigo del escritor John Fante. Este libro puede ser una espléndida puerta de entrada al universo de Bukowski o también un rotundo colofón para sus lectores. «Suculento y excelente volumen. Tres lustros después de su muerte, su obra sigue plenamente vigente» (Jordi Planas, Ruta 66). «Un ser excepcional, el único autor de culto a ras de suelo» (Toni Montesinos, La Razón).
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De vidas ajenas de Emmanuel Carrère
En cuestión de pocos meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia? Era un encargo, y lo acepté. Empecé, pues, a contar la amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un cáncer, los dos cojos y los dos jueces, que se ocupaban de asuntos de sobreendeudamiento en el tribunal de primera instancia de Vienne (Isère). En este libro se habla de la vida y la muerte, de la enfermedad, de la pobreza extrema, de la justicia y, sobre todo, del amor. Todo lo que se dice en él es cierto. De esta manera presentaba Emmanuel Carrère la edición francesa de este libro verdaderamente extraordinario: inolvidable, desgarrador, de una potencia narrativa inaudita. De vidas ajenas recibió el Premio Globe y otros galardones, y la prensa cultural francesa lo eligió mejor novela del año. «Me ha impresionado mucho... Una experiencia literaria brutal. Es un poco lo que hace Truman Capote con A sangre fría, hacer literatura con una gran investigación periodística, partiendo de la realidad. Me apasiona» (Pedro Almodóvar, El Mundo). «Una de las voces más originales y más sólidas de la narrativa contemporánea internacional. Estremecedora e imprescindible historia» (Sònia Hernández, La Vanguardia). «Una narración sobre la dignidad humana» (Jesús Ferrero, El País). «Desgarradora historia» (Ángeles López, La Razón). «Tan conmovedora como bien escrita» (Luis M. Alonso, La Nueva España). «Si van a leer un solo libro este año, que sea éste» (Juan Forn, Página 12, Argentina).
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La herencia de Wilt de Tom Sharpe
Los problemas de Wilt nunca se acaban. Quizá porque está dotado de un inmenso talento para enredarse sin darse cuenta en los líos más espantosos, y de una habilidad no menos admirable para escapar de ellos revolviéndose con la inocente agilidad de una serpiente. Ahora, el politécnico en el que trabajaba ha sido ascendido a universidad, pero Wilt sigue ganando lo mismo que antes, o incluso menos; es menospreciado por no ser catedrático, y continúa enseñando a los eternos proletarios de siempre. Y capea como puede las espesas intrigas y luchas por el minúsculo poder académico. En casa, la cosa no está mucho mejor. Eva, su esposa, tras visitar a sus tíos de América, ha vuelto más iracunda, imperiosa y mandona que antes. Y las cuatrillizas, feroces adolescentes, estudian en un carísimo internado que a Wilt se le hace cuesta arriba pagar. Muy arriba. Pero cuando Eva, que se ha hecho amiga de Lady Clarissa, le consigue a su marido un trabajo de verano muy bien pagado, Wilt no está nada convencido. Tiene que lograr que Edward, el hijo de la aristócrata, apruebe historia para entrar a la universidad. Y también tendrá que simular que ha estudiado en Porterhouse con el padrastro del chico. Pero como la carne es débil y el dinero fuerte, Wilt sucumbe a los cantos de sirena de Clarissa. Lo que no sabe es que Edward, cuando era niño, apedreaba a todo el que se le cruzaba, y que ahora lleva armas mucho más peligrosas. Tom Sharpe, el misántropo más divertido de la literatura contemporánea, continúa con las desopilantes aventuras del inefable Wilt, de su tremebunda esposa y de su tremenda descendencia. «Como diría Guardiola: “Es el puto amo.” Sin duda, Tom Sharpe es el maestro de los escritores de humor en activo. Si lo que quieren es garantizarse unas carcajadas, el humor gamberro de Sharpe es infalible» (Mauricio Bach, La Vanguardia).
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La viuda embarazada de Martin Amis
Puede que Keith Nearing esté pasando el verano de su vida. Ese verano fulgurante que todos guardamos en la memoria y que nos cambió para siempre. Tiene veinte años, y su novia Lily, tras tres meses de libertad para experimentar con otras costumbres y otros cuerpos, ha vuelto con él para que pasen juntos las vacaciones en un castillo en Italia. Porque es el año 1970, ya en plena revolución sexual, aunque no mucho tiempo después de que en Inglaterra –entre la supresión de la censura a El amante de Lady Chatterley y la aparición del primer LP de los Beatles– se empezara a follar. En el castillo, un grupo de jóvenes nadan a favor y en contra de las revueltas aguas del cambio. Las chicas se comportan como chicos, los chicos siguen siendo chicos, y la revolución sexual trae consigo la revolución feminista. Y en estas revoluciones, que no serán incruentas, Keith tiene varios frentes abiertos: seducir a Scheherazade, la hermosa amiga de su novia, que ese verano ha desplegado sus pechos y sus alas como un cisne, escalar y conquistar el canon de la literatura británica, y construirse a sí mismo, una imperiosa necesidad a los veinte años. Pero en los veranos fulgurantes también hay brillos más peligrosos que el del esplendor de los cuerpos, y un orden social que muere no deja un heredero sino una viuda embarazada, y entre la muerte de uno y el nacimiento del otro, mucha agua ha de correr... «La revolución sexual cobra ahora actualidad por gentileza de Martin Amis... Una novela que seduce mucho» (Miquel Molina, La Vanguardia). «Una de las novelas mayores de Amis» (Sergi Sánchez, El Periódico). «Una terriblemente divertida gran novela inglesa» (Rodrigo Fresán, ABC). «Amis es un genio narrador» (Alejandro Gándara, El Escorpión). «Amoral moralidad como las obras de su maestro Nabokov» (Javier Aparicio Maydeu, El País).
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