Novedades, febrero de 2015: Destino

Publicado el 27 febrero 2015 por Kovua

Presentación: Rústica con solapas

Colección: Áncora & Delfín

Traductor: Juan Carlos Gentile Vitale

La historia real de una injusticia cometida sobre la familia Sacco por parte del sistema mafioso. Raffadali, Sicilia, años veinte. Los hermanos Sacco son hombres libres, de ideas socialistas; son hombres hechos a sí mismos a quienes su padre Luigi inculcó la cultura del trabajo y el respeto a los demás.
La vida cambia de repente cuando, una mañana, el mayor de ellos recibe una carta anónima, luego otra, y luego sufre un intento de robo. Luigi Sacco lo denuncia a los carabinieri, pero éstos se encuentran totalmente desorientados: nadie antes se ha atrevido a denunciar a la Mafi a. A los Sacco no les queda más remedio que defenderse ellos mismos. De la mafi a y de la policía, de sus paisanos cómplices de los traidores y de las autoridades.


"No todos los escritores tienen una historia que contar. Andrea Camilleri sí."
Babelia, El País

El renombre de Luigi como milagroso experto en pistacheros que nunca se equivoca a la hora de hacer los injertos se propaga con rapidez por la zona; y entonces, las pequeñas plantaciones de pistacheros de los alrededores comienzan a contratarlo para injertar verdaderos bosques de pistacho en Santo Stefano Quisquina, en Cattolica Eraclea y en otros pueblos de la provincia.

Pero aquello que había empezado como un oficio con el que ganarse la vida pronto se convierte en una verdadera pasión para Luigi.

Desde hace tiempo, su trabajo lo obliga a pasar cerca de una plantación de pistacheros propiedad de un juez llamado Vassallo. Se trata de una plantación estéril, porque los injertadores contratados por el juez se equivocaron en el momento del injerto. En cambio, a Luigi le parece que aún puede salvarla, y así, sin decirle nada a nadie, la injerta en el momento adecuado.

Porque éste es el arte: intuir el momento preciso, ni un día antes ni un día después, de realizar el corte.

Transcurridos unos días, el capataz corre en busca del juez y le cuenta que la plantación de pistacheros ha renacido.

El juez llama a sus injertadores y pregunta quién de ellos ha conseguido lograr semejante milagro. Pero éstos dicen que ellos no tienen nada que ver. El juez, después de hacer varias averiguaciones, descubre que ha sido Luigi y lo quiere conocer. Lo invita a su casa, le da las gracias y le pregunta cuánto le debe por el trabajo.

-Este trabajo lo he hecho por placer, no porque usted me lo haya pedido.

Y no aceptará de él ni siquiera un céntimo.

Al cabo de poco, gracias a su habilidad con los injertos, Luigi consigue ahorrar el dinero para construir una casita y casarse finalmente con su Antonina.

Presentación: Rústica con solapas

Colección: Áncora & Delfin

A Vicente Parra, oficial instructor de la Ertzaintza, con sede en el barrio del Antiguo de San Sebastián, le son asignados dos casos aparentemente muy diferentes. La diseñadora de moda Elena Castaño ha sido salvajemente apuñalada en su mansión y aunque los indicios apuntan a un robo, pronto queda claro que se trata de un crimen personal disfrazado de asalto. El otro caso es la muerte por insuficiencia renal y hepática de un joven llamado Cristian José, bedel en la universidad. La madre del joven sospecha que la muerte no fue natural pues ha encontrado importantes cantidades de dinero en efectivo en su casa y además llevaba últimamente un tren de vida que no se correspondía con su sueldo. Vicente pronto descubre que los sospechosos están todos relacionados con el mundo de la gastronomía, y más cuando la autopsia del cadáver de Cristian no ofrece dudas sobre las causas de su muerte.

Donostia-San Sebastián. Noviembre de 2014

Elena nunca se hubiera podido imaginar que el telediario que se disponía a ver, acomodada en su sillón favorito, sería el último de su vida. Sólo cinco minutos más y dejaría de existir.

Mientras bajaba con cuidado las escaleras del primer piso de la suntuosa casa donde vivía, se tocó el pelo, aún húmedo después de la ducha. Se ajustó la bata, se sentó frente al televisor, se colocó las gafas de ver de lejos que se encontraban en la mesita y se arropó con los dos cojines de plumas blancos y azules que tanto le gustaban. Mientras encendía el gran aparato que presidía el salón miró la hora. Eran las nueve menos cinco de la noche. Cogió el móvil y comprobó que no había mensajes sin leer. Lo depositó al lado de la fuente de manzanas que acababa de traer Samuel, el jardinero, y se quedó mirando la pantalla.

Desde que nació, Elena siempre había vivido en esa misma casa, una villa con paredes blancas y tejado granate, un amplio porche rodeado por un hermoso jardín en el que conversaban dos olivos centenarios y unos cuantos manzanos. Más alejados, los pinos se repartían protagonismo con algún roble antiguo y una higuera generosa. Eran muchas las veces que Elena Castaño había recogido higos y brevas para preparar con su padre la mermelada que luego envasaban en tarros de cristal, y que después regalarían a tíos, primos y amigos.

Pero este año no había sido así. No estaba con el humor necesario y había dejado que la fruta cayese y se pudriera, para deleite de los pájaros. En realidad, desde la ausencia de su padre no había vuelto a hacerlo. Estaba melancólica y con el ánimo desganado. Su última colección la había dejado algo insatisfecha.

Tampoco su alocado, o más bien díscolo, novio ayudaba. Aunque era bueno, también era demasiado soñador, un loco genialmente cariñoso pero poco trabajador. Y no sabía por qué seguía enamorada, quizá fuera porque no había otro candidato. Era una persona maravillosa, sonreía intentando convencerse a sí misma. "Si no viajara tanto...", pensaba a menudo. Hacía ya tres semanas que se había marchado con una conocida ONG para atender y ayudar a ese prójimo desconocido, la justificación ideal para sentirse bien consigo mismo.

Las imágenes violentas del telediario que acababa de empezar la llevaron a cambiar de cadena, y se detuvo en un estúpido programa de chismorreos al que no prestó atención. Seguía pensando en su novio. Con la diferencia de horario, seguro que se acababa de levantar. "Prefiere estar con otros antes que con su novia", pensaba.

A las nueve pasadas oyó que llegaba un vehículo. Cuando el motor se detuvo el silencio se hizo casi corpóreo. El callejón daba acceso exclusivo a su casa y por eso mismo pensó que sería el coche de su hermana, que la visitaba con frecuencia. Elena dejó de mirar la televisión, instintivamente quitó el sonido del aparato y a través de la ventana del salón miró hacia el jardín, al mismo tiempo que sonaba el timbre. Aún se encontraba convaleciente de la gripe que acababa de pasar, se sentía débil y le costaba moverse. Le dolía todo el cuerpo... Se levantó, se ató la bata verde estampada con pequeñas hojas blancas, se arregló el pelo alborotado, se puso las zapatillas y llegó al telefonillo que abría la puerta que daba acceso, a través de un pequeño jardín, a la casa, y sin esperar contestación abrió. Un error que pagaría con su vida.

Presentación: Rústica con solapas

Las opciones al margen de la medicina tradicional son cada vez más numerosas -flores de Bach, aromaterapia, acupuntura-, a la vez que crecen las dudas sobre su fiabilidad. El profesor Mulet, bioquímico, y autor de la aclamada obra Comer sin miedo, desmitifica las medicinas alternativas y pone en evidencia algunos engaños; muestra cómo ciertas prácticas constituyen un mero negocio a costa de la salud y el dinero de las personas que acuden a ellas. El autor aplica su foco crítico sobre ramas como el psicoanálisis, las llamadas medicinas naturales o la homeopatía, para separar el grano de la paja y ofrecer al lector criterios objetivos para discernir en qué medida se puede fiar. Además de citar casos tan sonados como los de Steve Jobs o Jimmy Wales, Mulet aplica el rigor científico y el lenguaje directo para advertirnos que ante un problema de salud hay que ponerse en manos de un buen profesional y no dejarse embaucar por falsas promesas.
"La homeopatía no tiene más eficacia que la fe que pongas en ella." J.M. Mulet