Barbarismos de Andrés Neuman
¿Qué es nombrar? ¿Qué implica pronunciar una palabra?
Los Barbarismos despliegan un provocador repertorio de observaciones y sátiras sobre las urgencias de nuestro tiempo. En ocasiones reformulan conceptos clásicos desde una óptica radicalmente contemporánea, y en otras exploran términos recientes, como los referidos al mundo digital. Sus casi mil palabras renuevan la tradición del diccionario heterodoxo, explorada por Ambrose Bierce o Gustave Flaubert.
Este glosario comenzó a publicarse en el suplemento cultural del diario ABC, alcanzando una insospechada resonancia. El presente volumen amplía y revisa aquellas primeras entregas. Inmediatez y exigencia, velocidad de impacto y tensión estilística se conjugan aquí para goce del lector. Antídotos contra la retórica, estas mínimas creaciones verbales ofrecen una fiesta de asociaciones que se parece, acaso, a la inquietud de nuestra lengua. De Andrés Neuman se ha escrito: “Ningún buen lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura, aquella que escriben los poetas verdaderos”, Roberto Bolaño; “Un escritor muy inteligente y dueño de un idioma preciso, centelleante”, M. García Posada, ABC; “Renueva la expectativa dichosa del próximo libro. Un autor en su plenitud”, M. J. Eyras, Revista Ñ; “Una escritura de una calidad pocas veces encontrada”, J. Housham, The Guardian; “Aborda grandes ideas con tal agudeza que las eleva al nivel de la gran literatura”, M. P. Brady, Boston Globe; “Neuman multiplica el lenguaje y va camino de convertirse en un clásico”, D. Galateria, La Repubblica.
Ficha del libro
alma. Biblioteca personal. autoestima. Montaña rusa de un solo pasajero. bandera. Trapo de bajo coste y alto precio. baño. Biblioteca sin prestigio. beso. Palabra articulada simultáneamente entre dos hablantes. búsqueda. Hallazgo casual de otra cosa. civilización. Bombardeo con fines altruistas. compatriota. Individuo al que nos une el azar y del que nos separa la voluntad.
Mientras nieva sobre el mar de Pablo Andrés Escapa
Un faro levantado en mitad de un campo de trigo produce el mar. Sobre el lomo de un caballo se anuncia el destino de un grupo de hombres. A la luz de una vela, un niño recupera un juguete perdido. Unos condenados a muerte creen ver, durante su última cena, que la salvación está bordada en las servilletas. Por la hendidura de una cueva puede salirse al otro lado del mundo. Una mujer deforme siente el vértigo de la levedad bajo las estrellas. Un unicornio de oro distrae su melancolía asomándose a una ventana abierta sobre un jardín. En el transcurso de una noche, la palabra de un náufrago sabrá suspender la incredulidad de quien escucha y atraer el milagro con su fábula. Y mientras su voz detiene el tiempo, cae la nieve sobre el mar. En estos cuentos la franqueza y el misterio, el candor y la emoción de la palabra se afinan para alcanzar el límite más exigente de la escritura: hacer de lo fingido una absoluta verdad donde aún perdura la inocencia. De Pablo Andrés Escapa se ha escrito: “Un mundo literario construido a base de miradas y palabras halladas en estado de gracia”, Javier Goñi, El País; “Pablo Andrés Escapa consigue fascinar [...] Una obra de largo alcance cuyo destino es la permanencia en el tiempo”, Santos Alonso, Revista de Libros; “No es fácil descubrir en el panorama narrativo actual una obra de originalidad narrativa tan llamativa”, Nicolás Miñambres, Filandón; “Sabe ver lo extraordinario en lo cotidiano para contarlo de forma sublime”, Juan Villalba, Turia; “El lector se siente deslumbrado ante tanta maravilla”, José Luna Borge, Clarín.
Ficha del libro
Los milagros no se explican. Como la rosa del poeta son sin porqué y los hacemos nuestros con naturalidad. A las pocas horas de dominar el horizonte de espigas desde mi torre, empezaron los prodigios. La primera noche el aire se inundó de un olor desconocido en aquellos páramos amarillos; la siguiente fueron gritos anormales de pájaros los que inquietaron el sueño compartido de las espigas y los hombres. Hubo una tercera, en fin, en la que pareció agitarse el mundo y sucumbir al embate de gigantes que acabaron calmando su furia a altas horas de la madrugada. Amaneció el nuevo día con enredo de brumas que en la distancia parecían prometer islas ocultas y traer a los oídos, absortos ya en la invención de olas, el lamento de una sirena. A media mañana se resolvieron las nieblas y desde mi reino solitario de viento y piedra abarqué la melancolía del mar, que es más grave que la de los campos sembrados de trigo. A los pies del faro, una muchedumbre de hombres amparados por sombreros de paja, contemplaban mudos la nueva inmensidad de sus fatigas. La aceptación del faro entre los que me rodean ha llevado su tiempo. Tanto como la costumbre del mar. Pero no hay como creer en los sueños para que la realidad consienta sus demandas. De la desconfianza de mis vecinos, atareados cerealistas esclavos del sol y las heladas, he pasado a ser motivo de admiración primero y de gratitud después. «Los que, avaros de espigas, maldijeron un día mi obra porque quitaría sol a la cosecha, me dejan ahora ofrendas de peces a los pies». Anoté esta primera dádiva hace cuarenta años. No es la única memoria del triunfo del tiempo sobre los recelos agrarios. A más de uno, la luz de mi fanal le ha mostrado una senda segura hacia los brazos familiares en medio de la noche. Creo que secretamente gradecen las consecuencias que ha traído mi empeño, juzgado al principio un puro desvarío. Junto a hogueras nocturnas sobre la playa, los campesinos celebran el olvido de la hoz sobre el tedioso campo y saludan a las aguas siempre nuevas del mar. Parece que el faro se ha llevado sus temores y les ha inspirado la temeridad.
Ensayos de Italo Svevo
392 páginas Voces/ Ensayo • 184 ISBN: 978-84-8393-142-4 21,5 x 14 cm 24,04 / 25 €
Svevo, seudónimo de Ettore Schmitz y autor de títulos tan importantes para la historia literaria del siglo XX como La conciencia de Zeno o Senilidad, fue, además de novelista y dramaturgo, un excepcional cronista de su época. Estos Ensayos de Svevo reúnen su producción, publicada en vida o mantenida inédita hasta después de su muerte, que incluye profundas reflexiones sobre artistas y escritores, las crónicas como enviado a Inglaterra en tiempo de guerra, todos los textos de crítica literaria e historia de la literatura, en especial todos los ensayos dedicados a James Joyce con quien tuvo estrecha amistad, la relación de Italia con el resto de Europa, o la reflexiones sobre la escritura y su propia obra. Un volumen que proporciona una imagen completa y global del creador que no se atiene, además, a formas ortodoxas y donde la conferencia se mezcla con el artículo de opinión o anotaciones personales que desarrolla con profundidad, moviéndose con facilidad entre el arte, la biografía y la política.
Ficha del libro
Ese renegado de Heine, como no sabía combinar de otra manera su entusiasmo por Shakespeare con la veneración que le había quedado por las creencias de sus abuelos, intentó, y quizás con buen resultado, no solamente justificar, sino, incluso mejor, aprobar el contenido de El mercader de Venecia. Se podría decir que era una tarea imposible, pero a Heine no le pareció así1. Las razones de los que aprueban ese trabajo son sutiles, pero no abstrusas. Yo lo razono así: se trata de saber si Shakespeare odiaba o no a los israelitas. El genio superior de Shakespeare hace suponer que no, pero su época y El mercader de Venecia dicen que sí. Al menos para restituir a la cuestión su equilibrio y para poner en la balanza la duda de igual manera por ambas partes es necesario probar que El mercader de Venecia no exprese ninguna opinión personal. Veamos. Para nosotros, en el presente, la opinión de un autor la encontramos en el final más o menos feliz de un personaje y en el desenlace del drama, en el que encontramos personificadas las ideas que se quieren aprobar o combatir. Para nosotros (al menos en el teatro) el bien debe triunfar y el mal sucumbir. Pero ¿es cierto, es justo este axioma? Y, lo que era peor en aquella época, ¿qué bases podía tener? ¿Y cómo podía aceptarlo Shakespeare, profundo observador, trágico seguidor del verismo? ¿Y cómo podía aceptarlo él como espectador de continuas injusticias, después de haber visto caer la cabeza de una reina porque se mantuvo firme en su derecho o después de haber visto que una nación entera cambiaba hasta tres veces de religión, quizás después de haber tenido que cambiar él mismo de religión también? Ahora si un espectador desapasionado asiste a la representación de El mercader de Venecia no con la única intención de divertirse sino con la de estudiar y pensar, poco a poco desaparece el velo que el efecto escénico y el espíritu de la época han puesto ahí, y sale pura y limpia en toda su verdad una figura colosal, admirable, humana. La del judío Shylock. Mírenlo bien. Es rico, pero no por ello feliz; toda la falsedad de su propia posición está clara para él; se siente hombre y no se le trata como tal, se le insulta y el insulto le rompe el corazón, lo mata todo sentimiento, sólo le queda el de la venganza. Pero esta no es la forma de hacer parecer odioso a un personaje. Es la lógica de todos los tiempos y de todos los linajes. Antiguamente: ojo por ojo, diente por diente. Hoy día: al contraataque.