Algún día este dolor te será útil de Peter Cameron
Traducido por: Jordi Fibla
ISBN 9788492663545 Páginas 248 Formato 12,5 x 20 Precio 18,95 €
James Sveck, el narrador de esta novela, es un adolescente inteligente y precoz, ha terminado el colegio y durante el verano trabaja en la galería de arte que su madre tiene en Manhattan y en la que casi nunca entra a nadie. Pese a haber sido admitido en la prestigiosa Universidad e Brown no está seguro de querer ir; lo que de verdad le gustaría es comprarse una casa en el campo y pasarse el día leyendo, sin ser molestado; detesta relacionarse con gente de su edad, a la que evita y con la que piensa que no tiene nada en común.
La narración de James nos ofrece una sarcástica y divertida mirada sobre su confusa vida, sobre cómo su desestructurada familia y su psiquiatra tratan en vano de ayudarle, o sobre cómo intenta, torpemente, aclararse y salir de su aislamiento. Considerada por la crítica estadounidense como una de las mejores novelas que se han publicado en los últimos años sobre Nueva York, Algún día este dolor te será útil es una aguda y emotiva novela sobre un joven capaz de cuestionarse a sí mismo, a su familia y al tiempo que le ha tocado vivir.
Ficha del libro
Gillian se levantó, seleccionó un vaso bastante limpio entre los amontonados en el fregadero, lo enjuagó y lo llenó de agua del grifo. —Aquí tienes —dijo, dándoselo a nuestra madre. —Dios te bendiga —contestó mi madre. No es una persona religiosa, así que el empleo de esa clase de lenguaje me inquietó. O me inquietó todavía más, pues su inesperada llegada ya lo había conseguido. —Lo que tú digas —dijo Gillian, y volvió a sentarse. Mi madre permaneció ante el fregadero, bebiendo el vaso de agua de una manera curiosa, como un pájaro. Recordé entonces que los pájaros no pueden tragar, por lo que deben echar la cabeza atrás para ingerir agua y que si en un aguacero dejan el pico abierto e inclinan la cabeza atrás se ahogan, aunque ignoro la razón por la que habrían de dejar el pico abierto e inclinar la cabeza atrás durante un aguacero. Finalmente, mi madre terminó de beber el agua de aquella manera extraña y se puso a enjuagar el vaso y meterlo en el lavavajillas con unos gestos que me parecieron exagerados, aunque desde luego no era fácil colocarlo en el lavavajillas porque ya estaba lleno de platos sucios.
La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja de Manuel Chaves Nogales
En agosto de 1928, Manuel Chaves se embarca en un viaje en avión por Europa con la finalidad de escribir una serie de reportajes para el periódico del que es redactor jefe, Heraldo de Madrid. De Madrid a Bakú, pasando por Berlín y Leningrado: del Mediterráneo al Caspio.
Chaves fue pionero en utilizar los adelantos técnicos de la época, como el avión, para ofrecer a sus lectores testimonios de primera mano sobre la situación política y social de algunos de los principales países europeos.
En 1929, Chaves ampliaría el material publicado en Heraldo, restauraría las partes que habían sido censuradas y lo publicaría en forma de libro con el título de La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja. El subtítulo estaba plenamente justificado: más de la mitad del volumen está dedicado a su periplo ruso, que había aprovechado para familiarizarse con las condiciones de vida del pueblo ruso bajo el régimen bolchevique y para entrevistarse con personajes como Ramón Casanellas, el asesino de Eduardo Dato.
Las páginas de este libro tienen ya la brillantez de quien se convertiría en el más destacado periodista español del siglo XX.
Ficha del libro
Madrid es feo; está demasiado poblado. Este millón de manchegos apelotonados en la llanura da una impresión poco grata. Todavía los barrios modernos, con sus festones de verdura y sus terrazas, son tolerables, pero el viejo Madrid de los barrios bajos, visto desde arriba, es una monstruosidad. Así son casi todas las ciudades. Lo único perfectamente grato y habitable que hay en ellas es el cementerio. Desde arriba se tiene la impresión de que los muertos viven mejor que los vivos. En Madrid sólo hay dos o tres cosas agradables a vista de pájaro. La Castellana, el palacio real, algunos sectores del barrio de Salamanca, las plazas de toros, la Ciudad Lineal y el estanque del Retiro. ¡Qué bien hace con sus aguas intensamente verdes encuadradas por las líneas blancas del monumento que lo cobija en medio de esta paramera y rodeado de estos tejados rojos de Castilla como coágulos de sangre! No vale tomarlo a broma. Hemos hecho el descubrimiento del estanque del Retiro. El auténtico mar de Madrid. Sólo por él tiene Madrid un poco de gracia.