Demonios familiares de Ana María Matute
Demonios familiares es una historia de amor y culpabilidad, de traiciones y amistad, al más puro estilo de la autora. Transcurre en una pequeña ciudad interior española en 1936, con una protagonista femenina que pronto será inolvidable.
Ficha del libro
Autoridad de Jeff VanderMeer
Durante treinta años, el único contacto humano con el Área X, una zona donde una naturaleza malvada ha acabado aparentemente con toda forma de vida humana, han sido las expediciones enviadas por la agencia estatal Southern Reach. Después del fracaso de la expedición número 12, narrada en la primera parte de la trilogía, Aniquilación, la agencia se encuentra sumida en el caos.
John Rodriguez ha sido nombrado nuevo director de la agencia. Con la única ayuda de un equipo en el que no puede confi ar, Rodriguez debe desentrañar qué sucedió en la última expedición. Pero a medida que resuelve los enigmas que rodean el Área X, Rodriguez se ve enfrentado también a su propia verdad y a la de la agencia que dirige. Y las consecuencias de todo ello pueden ir mucho más lejos de lo que imagina.
Un fenómeno internacional llamado a convertirse en la nueva trilogía de culto.
Ficha del libro
Cuando una de las tres—la bióloga—volvió la cabeza un ápice y miró el cristal como si pudiera verlo, Control apartó la mirada con cierta vergüenza tardía. Su escrutinio era impersonal, profesional; aunque seguramente a ellas no se lo debía de parecer, por mucho que supiesen que las estaban observando. No lo habían avisado de que iba a pasar el primer día interrogando a las desorientadas expedicionarias que habían vuelto del Área X, pero la Central ya debía de saberlo cuando le ofrecieron el puesto. Habían hallado a las exploradoras seis semanas antes y, como paso previo a su traslado a Southern Reach, las habían sometido a un mes de pruebas en unas instalaciones de procesamiento del norte. Del mismo modo, a él lo habían enviado primero a la Central para soportar dos semanas de instrucciones, incluyendo alguna laguna, días enteros sumidos en el olvido durante los que no había ocurrido apenas nada, como si la intención siempre hubiese sido que discurriesen así. Después de eso, el proceso se había acelerado y le habían transmitido una sensación de urgencia. Estos detalles estaban entre los que, desde el momento de su llegada, le habían provocado cierta exasperación. La Voz, su contacto principal en las más altas esferas, había insinuado en una de sus primeras charlas que esta era una misión sencilla, teniendo en cuenta su historial. Southern Reach se había convertido en una agencia obsoleta y estancada que montaba guardia frente a un secreto aletargado del que ya nadie se preocupaba mucho, a causa de la mayor relevancia que habían cobrado el terrorismo y el colapso medioambiental. La Voz, con sus modales toscos, había definido la misión diciendo que debía, al menos en un principio, «aclimatarse, valorar, analizar y cavar bien hondo», instrucciones que en la actualidad no solía recibir. Control empezó su carrera, que él mismo admitía que tenía altibajos, como agente infiltrado en células terroristas nacionales. De ahí lo habían ascendido a síntesis de datos y análisis organizativo, y había participado en dos docenas de casos cuyas similitudes eran insignificantes y sobre los cuales tenía prohibido hablar. Casos invisibles para el público: la historia secreta de nada. Pero cada vez estaba más claro que Control era un arreglador, más que nada porque parecía identificar los problemas específicos de los demás mucho mejor de lo que lidiaba con los suyos. A sus treinta y ocho años se lo conocía por eso, si es que se lo conocía por algo. Significaba que no necesitaba quedarse hasta el final de los proyectos, aunque en ese momento eso fuese exactamente lo que quería: llevar algo hasta su conclusión. El problema es que a nadie le gusta la gente que viene a arreglar las cosas—«Eh, deja que te enseñe qué estás haciendo mal»—, y menos si piensan que el arreglador necesita un arreglo. Siempre empezaba bien, pero no siempre acababa igual.
Así empezó todo de Jeff VanderMeer
«—¿Quieres un conejo?» Rachel tiene doce años y vive con su tía Etta en Florida, en medio de una plantación de naranjos, desde que sus padres murieron. Sus vidas dan un vuelco el día que un misterioso hombre le regala a Rachel un conejito blanco... que habla. La tía Etta, al descubrirlo, empieza a buscar la manera de sacarle partido, sin saber que eso, precisamente, será el principio del fin. Un cuento inquietante, tierno y atroz, del autor de la trilogía Southern Reach.
Ficha del libro
Nunca ayudes a una extraña de J. M. Guelbenzu
Javier Goitia es un periodista de investigación con una larga trayectoria a sus espaldas, que acaba de ser despedido. Para pasar el golpe, se dirige a G..., donde tiene un amigo que lo acoge durante un tiempo y donde espera repensar su futuro. En la cafetería del tren, Javier se detiene fascinado por una mujer pensativa a la que no se atreve a abordar pero que le dejará una huella imborrable.
Una noche en que Javier está tomando unas copas, mientras fuma un cigarrillo a la puerta de un local, oye unos quejidos que vienen de un callejón. Cuando se acerca, ve cómo un hombre sale corriendo dejando en el suelo a una mujer a la que parece que ha atacado. Javier corre tras él y mientras tiene lugar la pelea, llega la policía y los detienen a ambos. Mientras, la mujer ha desaparecido. Ya en los juzgados, el testimonio de Javier queda en entredicho por la declaración de su oponente, que sostiene que él había ido al callejón a ayudar y que Javier se ha equivocado de hombre. Tras las primeras diligencias, Javier es llevado ante la juez, que no es otra que Mariana de Marco, la fascinante mujer del tren.
Ficha del libro
En la piel del otro de Maria Barbal
En la piel del otro sigue la vida de dos jóvenes desde los primeros meses del año 1971 hasta la actualidad. Por un lado, Ramona Marquès, abandonada por un revolucionario que desaparece
de su vida dejándola embarazada. Y, por el otro, Mireia Ferrer, hija del luchador por la memoria de los deportados y fundador de la asociación Memòria i Llibertat, Tomàs Ferrer, que se casa con Manuel, un policía nacional infiltrado de quien tendrá que esconderse finalmente para evitar episodios de violencia de género.
Pero Ramona no se conformará con el destino que le espera a una madre soltera y sin familia en esos años, y decide falsear la historia de su madre y crear una ficha en el archivo de la asociación, identificándola como deportada. Así alcanzará su objetivo: presidir la asociación y transformarse en una figura omnipresente en la esfera pública y en portavoz del sufrimiento de las verdaderas víctimas del franquismo. Ramona construye así una vida entera y una parte de la historia sobre nada más que una mentira.
Ficha del libro
Así pues, desde la huida de Joan Gómez, Ramona estaba aún más cerca de la niña en el espacio estrechamente luminoso que había dejado él. En ausencia de la madrina o la abuela, iba a buscarla a la salida de la escuela y la llevaba a Memoria y Libertad, a la asociación de vecinos, y la pequeña se quedaba jugando en el vestíbulo como si de la casa de un abuelo se tratara. A menudo le decían que era una niña espabilada y bonita, pero a ella, rubita y menuda, le habría gustado parecerse a otra persona. A su madre, pongamos por caso, que era morena y maciza de cintura para arriba. Ahora, en el presente, asumida la propia identidad, piensa en aquel deseo inconsciente o perezoso de ser otra. Quiso oír de nuevo la voz del contestador. Horaci Clua, el que había levantado la liebre con su interés por los socios, solicitaba una entrevista con su madre para aclarar la denuncia de los hechos y que ésta pudiera explicarse. Cuando el mensaje del periodista terminó, Isolda volvió a pulsar el botoncito para oírlo por enésima vez. Entonces alzó la mirada y vio a Ramona en camisón, con su voluminoso pecho bajo el fino algodón de color lila, que marcaba la doble reverencia divergente, una debajo de cada brazo. Estaba plantada en el umbral. A Isolda le pareció que tenía los ojos más juntos que nunca, demasiado, y la mirada expectante, como calibrando si su hija le sería de ayuda o se convertiría en un lastre. Todo empezó en junio de 2004, en el momento en que, en el acto de presentación de la escritora rusa Anna Politkóvskaya, en la sede del Colegio de Periodistas de la rambla de Catalunya de Barcelona, un joven escritor se dejó cautivar por la expresión triste de la oradora mientras escuchaba su voz, tan delicada, que le encantó el oído y le hizo perder la ágil traducción simultánea de una catedrática de lengua rusa. O tal vez el espíritu del muchacho se trastornó al oírle describir cómo había comenzado su interés por el pueblo checheno. La periodista había hecho el primer viaje a Chechenia en 1999, con el propósito de recoger datos para escribir un reportaje que publicaría la revista Novaya Gazeta, en la que trabajaba. Quería informar sobre el efecto de las guerras en la población civil y se encontró con un genocidio: fosas comunes llenas de cadáveres maniatados con alambre, torturados, mutilados; otros, desollados. Cambió el tema del reportaje. Después, todavía en Chechenia, la secuestraron. Su destino era desaparecer, pero dos hombres hicieron el esfuerzo de pasar la noche andando para poder llamar por teléfono a Novaia Gazeta, a Moscú, e informar de cuándo la habían detenido y dónde creían que la tenían retenida. Desde la capital, la revista dio la alarma, removieron cielo y tierra y la soltaron. A los dos hombres que le salvaron la vida los mataron; los dos hombres que habían pasado toda una noche andando para salvarle la vida. Horaci contuvo la respiración de pronto, como si la oradora acabara de leer una declaración de fidelidad absoluta a los chechenos. Podía ponerse en la piel de la persona que hacía el trabajo que le gustaba a él. Pero ¿hacerlo bien significaba vencer el miedo y jugarse la vida? Estaba allí para escribir una semblanza del personaje de la periodista y luchadora, pero no podía concentrarse del todo en lo que oía porque el pensamiento se le disparaba hacia reflexiones sobre el oficio; tenía la impresión de ser un gusano con ansias de volar. Empezó a preguntarse cómo era posible tanta valentía en una mujer tan notablemente frágil en apariencia y qué clase de determinación la había impulsado a poner su existencia en la ruleta como una bolita blanca que salta y rebota sin parar entre ranuras de color rojo. ¿Cuál era el motivo personal que la empujaba a ponerse en situaciones extremas, pudiendo limitarse a una existencia positiva sin un compromiso de semejante magnitud? Y lo que más le fastidiaba: ¿por qué le interesaban a él esas cuestiones individuales más que el genocidio de los chechenos y la corrupción política del Kremlin?
La inteligencia del corazón de Pax Dettoni
Hemos oído hablar de la inteligencia emocional, que nos permite ser consciente de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los que nos rodean y nos ayuda a adoptar una actitud empática y social. En este libro, Pax Dettoni da un paso más y nos propone desarrollar la inteligencia del corazón, una inteligencia que acostumbramos a abandonar porque implica un trabajo de rastreo interior que requiere la constancia de un entreno deportivo.
Este libro es un viaje para descubrir quién habita en nuestro corazón, quienes somos realmente. Un viaje para poner nuestros pensamientos, emociones y acciones a nuestro servicio a través del autoconocimiento primero y de la aceptación y la educación emocional después. Aprender a querer con el corazón supone aprender a través de las situaciones cotidianas, que se convierten en nuestro “gimnasio” o campo de entrenamiento diario y nos sirve para fortalecer los músculos del corazón, a las que llamaremos virtudes. Cada día y cada situación es una gran oportunidad para poner en práctica un camino que dura toda la existencia y que está basado en la bondad, el amor y la belleza.
Ficha del libro
La existencia: vida y muerte Nos ayudará en este proceso un hecho fundamental, que también tendemos a olvidar con cierta frecuencia, y éste es asumir que nos vamos a morir. Sí, si alguien lo había olvidado ahora mismo, es importante que lo tenga en cuenta. La existencia es un intermitente entre la vida y la muerte. Por tanto, no hay vida sin muerte, y no hay muerte sin vida. Es muy importante tener presente este aspecto de la vida que se llama «muerte», y este aspecto de la muerte que se llama «vida». Hay que vivir preparándose para morir, y morir preparándose para vivir. La muerte no es un drama, sino parte de nuestra existencia. La muerte hace que nuestra vida no sea eterna, y con ello nos marca un tiempo limitado de experiencias en la Tierra. Justamente por estas experiencias es importante la muerte, porque ella dota de significado cómo las vivimos. Y es que la muerte también puede ser vivida como una motivación para vivir bien, para vivir en el camino del corazón, para vivir aprovechando cada experiencia como un aprendizaje, como un proceso que nos construye y nos prepara para marcharnos realmente en paz. Sí, este enfoque requiere de una concepción previa, y es que nosotros somos algo más que la materia que constituye nuestro cuerpo y con lo que habitualmente nos identificamos. Si has llegado hasta aquí en la lectura, probablemente ya hayas imaginado un Verdadero Yo escondido en tu interior bajo muchas capas que recuerdan a una cebolla. Ese Yo no se ve con el ojo, ese Yo no se toca con la mano, ese Yo no se huele con la nariz, ese Yo no oye con el oído... Ese Yo se siente, pero no con los sentidos corporales. Ese Yo no pertenece al mundo de la materia pero, sin embargo, sí se manifiesta en la materia, y lo hace a través de nuestro cuerpo. Las palabras que componen este libro parten de esta concepción espiritual del Ser Humano, que da sentido al desarrollo de la inteligencia del corazón, al adentrarse en un proceso de conocimiento y crecimiento personal. Para esta parte nuestra no material, sino espiritual, no hay vida o muerte, sólo hay existencia. No podemos obviar que estamos en un momento en el que leer un libro de esta índole está de moda. Son muchas las personas que buscan en los libros de autoconocimiento una solución a su malestar, lo que nos lleva a afirmar que son muchas las personas que «están mal» (y así etiquetamos a las personas que sienten frustración, depresión, soledad, sin sentido...). Nuestra mayor apuesta como especie ha sido el materialismo como vía para satisfacer nuestros deseos, creyendo que eso nos daría felicidad. Pero como el materialismo ha mostrado que no llena de sentido nuestra vida, nuestro instinto de búsqueda y curiosidad nos ha llevado finalmente a mirar dentro de nosotros mismos. Ahora que parece que estamos bien encaminados, debemos avanzar con sumo cuidado, pues la costumbre nos puede engañar y hacernos esperar de este hallazgo un resultado exterior tangible y concreto. Y es que de este autoconocimiento y adueñamiento interior aprenderemos que no hay resultados concretos ni destinos finales, sino que estamos sumergidos en un eterno proceso. Si queremos que lo que leemos no sea una moda, si creemos que realmente hay otra forma para vivir que no sea el materialismo, debemos cambiar de un paradigma basado en la consecución de objetivos y resultados a otro basado en el aprendizaje de un proceso constante.