… y ya van nueve. En los primeros aniversarios contaba números, que si seguidores, que si visitas; estadísticas que desde hace tiempo me parecen ridículas, ingenuas y presuntuosas. También me daba por reflexionar acerca de lo que he aprendido con el blog, o lo que el blog me ha aportado (ni que tener un blog de reseñas literarias fuera como emprender un viaje a la otra punta del planeta). En los últimos años, me he quejado más de la cuenta. Porque querría que me pagaran por escribir y no obstante aquí sigo, en este rincón donde nadie (nadie que podría darme trabajo) me hace caso. Hoy no voy a hacer nada de eso.Yo también he cumplido años, he madurado con el blog. A medida que me hago mayor, me libero de superficialidades. Cuando uno es joven, lo quiere todo y lo quiere ya, determinados asuntos le parecen una prioridad absoluta, se es más vulnerable a las necesidades creadas por la publicidad. Esa etapa se pasa, por suerte se pasa. 2018 fue un punto de inflexión para mí: me desprendí de cargas, adopté otra filosofía, me volví más práctica. Más serena. Con la edad te salen canas, pero aprendes a darles a las cosas la importancia justa. Ganas en fortaleza. Estoy en esta fase.Y esta fase se extiende al blog. Para continuar con él, necesito liberarlo de lo superfluo. Hacerlo más pequeño (al menos, en detalles importantes para mí). En la entrada sobre mis mejores lecturas de 2018 dije que cometí el error de sentirme crítica literaria, o periodista cultural, sin serlo. Sin serlo porque no cobro por ello. Por lo demás: redacto unas ochenta reseñas al año, recibo ejemplares de las editoriales, me mantengo al día de las novedades, las difundo en las redes, un grupo de lectores (menos voluminoso de lo que parece, pero tampoco desdeñable) tiene en cuenta mis recomendaciones, qué decir de los autores que me piden que los lea… Soy una suerte de influencer (ay, esta palabra) sin sueldo ni vocación.En eso último está la clave: no tengo vocación de influencer. A mí lo que me gusta es leer y escribir, no la comunicación. Algunos lectores me han animado a registrarme en Instagram o hacerme un canal de YouTube. No, no es lo mío. Leer, estudiar, reflexionar, ampliar conocimientos, escribir; esto sí. Soy una rata de biblioteca. Pensé que el blog podría ser una prolongación de mi actividad. Sin embargo, me he convertido en una persona que recomienda libros. Poco importa lo que escriba en las reseñas, al final todo se resume en si lo recomiendo o no, me gusta o no me gusta, por qué no puntúas con estrellitas que así lo veo mejor. Normal: si la gente apenas tiene tiempo para leer libros, cómo va a leer, además, reseñas. Lo entiendo, de verdad.A veces uno se pregunta por qué hace lo que hace, qué satisfacción encuentra en ello, en redactar una reseña, colgar un tuit para compartirla, responder un correo en el que un desconocido pide recomendaciones sobre un tema concreto. Y, sí, me lo paso bien hablando de libros, aquí y en esa extensión del blog llamada Facebook y, sobre todo, Twitter. Tampoco me cuesta nada recomendar libros si conozco la materia. No dejaré de hacerlo, ni dejaré de escribir (para mí, como digo, lo esencial). Pero quiero cambiar algunas cosas. Liberarme de esas responsabilidades que nadie me pidió asumir. Como no trabajo como periodista ni como librera, no tengo por qué leer tantas novedades. Me he acostumbrado a aconsejar a lectores que me preguntan por este o aquel libro, siempre recién salido del horno. E, insisto, no tengo por qué. No me pagan. Me puedo permitir ir a mi aire, desconectar de las novedades. No quiero ser influencer. Quiero ser mejor lectora, escribir más y mejor, y crecer como profesional en el mundo del libro.En resumen: el blog sigue adelante. Por supuesto. Lo que no sigue adelante, o como mínimo no a este ritmo, es la vida de falsa crítica literaria. Si algún día alguien me paga por escribir reseñas, o artículos, o lo que sea, me adaptaré a lo que me pida con mucho gusto. Mientras solo lo haga en el blog, leeré lo que me plazca y escribiré lo que me plazca. Sin compromisos porque un lector me pregunte por esto, o porque tal editor o escritor me caiga bien (reseñar en la era hiperconectada: tengo tantos pensamientos al respecto que no puedo sintetizarlos aquí). Me aburre ver cómo los blogs (y las redes en general) parecen escaparates, todos hablando de lo mismo. Me he cansado. El cambio tardará en notarse (aún tengo novedades de 2018 por reseñar), pero espero lograrlo. Desengancharme de esos vicios llamados inmediatez, clic e influencia. Perseverar en lo que me importa de verdad: leer y escribir.A la larga, estoy segura de que será lo mejor. Para mí, y para quien siga buscando un espacio realmente personal en este blog. A vosotros, gracias.