Ganarán muchísimo dinero, pero los futbolistas pagan, además de impuestos, la tiranía de tener que emparejarse con mujeres físicamente fabulosas, cuando quizás lo que desean es tener una novia normalita, capaz de darle su vida por amor.
Cualquier antropólogo o biólogo evolutivo le dirá que los mejores futbolistas están predestinados a mejorar la especie humana por selección natural cruzándose con hembras con genes perfectos para que sus cachorros sobrevivan donde los demás fracasan.
Cristiano Ronaldo es una víctima de la evolución: quizás quería a una portuguesa heroica y trabajadora de su Madeira natal, pero ha tenido que elegir a Irina Shayk una espectacular modelo rusa con la que se entrega no en su morrinhoso idioma, sino en un inglés aprendido por ambos cuando eran adultos.
La tristeza de Cristiano podría deberse a que Irina desea vivir en París, centro de la moda de la ropa interior que ella exhibe mejor que ninguna otra mujer.
El árabe dueño de un equipo parisino quiere llevarse al jugador aprovechando las ambiciones naturales de Irina, y ahí aparece él cargado de dolor, a pesar de ganar partidos y veinte millones de euros anuales.
Observe a Casillas, con la de niñas enamoradas que tiene en su pueblo, Móstoles, que ha tenido que elegir a la presentadora más guapa de la televisión, a la que le sigue Pilar Rubio, pareja de otro saco de músculos, Sergio Ramos.
Y Gerard Piqué, con la bomba Shakira, cantante y bailarina de cimbreantes caderas mundialmente famosas.
Los otros futbolistas ven a estos colegas y para no desentonar tienen que abandonar a sus novias fieles, modosas y amorosas, y cambiarlas por esas mujeres espectaculares que exigen irse a París para exhibirse como top models llevándose al atleta de jarrón, y no al revés.
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SALAS