‘NoW’ todo vale

Publicado el 19 julio 2011 por Manuelsegura @manuelsegura

Lo de las escuchas telefónicas del semanario dominical británico News of the World es de esos episodios que te provocan vergüenza como profesional de la comunicación. Siempre creímos que no todo valía en el mundo del periodismo por alcanzar una noticia, algo que algunos parece que no comparten. Las prácticas abyectas llevadas a cabo por ese periódico rozan lo macabro. Desde manipular un contestador de mensajes de una niña de 13 años, desparecida en 2002 y hallada muerta seis meses después, hasta capturar llamadas de familiares de víctimas de los atentados del 7-J. Todo ello, trufado con las connivencias policiales que han llevado a dimitir a los dos principales responsables de Scotland Yard. Todo muy negro, muy turbio, muy asqueroso. La lista abarca a más de 4.000 espiados. Desde miembros de la realeza hasta plebeyos notables, como actores, cantantes o deportistas.

Rupert Murdoch, el magnate que nos recuerda al William Randolph Hearst que el genio de Orson Welles rebautizó como Charles Foster Kane en su obra cumbre de la cinematografía, asegura que era ajeno a todo cuanto acontecía. Cuesta mucho creerlo. The Guardian, medio de la competencia, venía denunciando desde años atrás estas prácticas de su algo más que colega, el NoW. Perro no come perro, pero en este caso, quizás sí. Por aquel entonces dirigía la sensacionalista publicación un personaje ambiguo, Andy Coulson, quien con el tiempo se convertiría en mano derecha en asuntos de prensa del hoy primer ministro, el conservador David Cameron. El trabajo de campo realizado durante su mandato prosiguió con Rebekah Brooks, una mujer ambiciosa que escaló peldaños con escasos escrúpulos en el grupo mediático de Murdoch, entrando como secretaria y alcanzado destacados puestos ejecutivos.

Si en el periodismo prosperara lo que el NoW ha intentado hacer, la sociedad se convertirá en un enfermo terminal cuya salud entraría en barrena. Si los profesionales aceptan esos métodos para obtener información, la catarata perniciosa nos arrastraría al mayor de los abismos. La libertad de expresión, ese bien sagrado para todos los ciudadanos, ha de estar muy por encima de todo esto. Y la buena conciencia de los periodistas. Al menos, de los que aún creemos tenerla.