La reacción más normal cuando queremos fotografíar un atardecer o simplemente disfrutar de ese momento, es la de quedarnos mirando justo hacia el lugar donde el sol se pone y nos olvidemos completamente de echar un vistazo a lo que nos queda a la espalda. También suele ser normal que después de la espera, nada más que el sol desaparece "bajo la mar" o por detrás de las montañas, recojamos nuestros bártulos, nos levantemos y nos marchemos, porque empezamos a tener frío y pensamos que no habrá nada más interesante que lo que ya hemos visto.
Pues lo cierto es que si hacemos cualquiera de las dos cosas estaremos perdiéndonos gran parte del espectáculo, ya que si esperamos unos minutos tras la puesta del sol, podremos ver como las nubes altas se empiezan a teñir de color y cómo por la propia esfericidad de la Tierra, esos colores cálidos empiezan a pintar el cielo hasta alcanzar las nubes situadas justo a nuestra espalda, en el lado opuesto al lugar donde el sol se puso. Además, al no tener el sol de frente, el contraste será mucho menor.
La foto que ilustra esta entrada, la hice por casualidad en el pueblo de Bayas, cuando pensaba bajar a la playa se me hizo tarde y el sol ya se había puesto. Al subir el camino de nuevo, iba dándole vueltas a la cabeza arrepintiéndome por no haber salido media hora antes y fue entonces cuando el cielo cambió de aspecto de repente y durante poco más de cinco minutos, el tiempo justo para montar el trípode y buscar un encuadre que me gustara, me alegré de no haber llegado a tiempo a la playa.
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