Hace muchos años, cuando no existían los móviles, ni las redes sociales, ni las relaciones virtuales y las personas aún disfrutaban compartiendo su tiempo juntas, a mi hermana y a mí nos encantaba pasar los fines de semana de Otoño con mis abuelos, en una pequeña casa que tenían en el campo, en esa época del año en la que aún hace buen tiempo y puedes disfrutar asando castañas en el patio o dando largos paseos entre los árboles frutales. Por la noche, cuando mi abuelo dejaba de trabajar la tierra nos contaba bellas historias y durante el día pasábamos la mayor parte del tiempo con mi abuela, que era una gran observadora de la naturaleza.
Nuestro pasatiempo favorito consistía en sentarnos juntas a charlar, mientras contemplábamos el paisaje y el movimiento de las nubes. Ha pasado mucho tiempo, pero no he podido olvidar la sonrisa que siempre iluminaba el rostro de mi abuela, así que mí hermana y yo considerábamos que ella era la persona más feliz que conocíamos. Mi abuela solía decirnos que el único secreto para ser plenamente feliz es conseguir hacer realidad todos tus sueños, algo que yo consideraba imposible, pero mi abuela afirmaba haberlo conseguido, a pesar de que su vida no había estado exenta de dificultades. Solía hablarnos de las nubes y nos contaba que una persona puede tener tantos sueños como nubes hay en el cielo y que debes conseguir mantener viva la ilusión y creer en tu sueño para atraparlo antes de que se te escape, como las nubes, que parecen estáticas pero siempre están en continuo movimiento. Mi abuela pensaba que los problemas, como las nubes, no eran obstáculos, sino oportunidades que llegan a tu vida y permiten que modifiques tus circunstancias, dando lugar a un paisaje nuevo y diferente que tú mismo has creado.
Mi abuela nos enseñó cómo hacer realidad nuestros sueños y cada tarde nos pedía que cerrásemos los ojos, pensáramos en un deseo y al volver a abrirlos eligiésemos la nube que haría realidad nuestro sueño y antes de que la nube se marchase por el horizonte al final de la tarde, teníamos que pensar en un plan de acción para llevar a cabo nuestro sueño y contárselo a mi abuela, que solía ayudarnos a ponerlo en marcha y así es cómo mi hermana y yo pensábamos que en las nubes se escondía el secreto de nuestra felicidad.
Una tarde en la que el cielo parecía claro y totalmente despejado, empezó a soplar un viento muy fuerte que trajo consigo grandes nubes que comenzaron a cambiar de color, entonces mi abuela nos dijo que vendrían días de lluvia y tormenta. Mi hermana y yo nos entristecimos pensando que nos aburriríamos sin poder salir a jugar al campo, sin embargo mi abuela nos enseñó a desarrollar nuestra imaginación y aprendimos nuevas formas de entretenernos en aquellos días de tiempo desapacible. Nos sorprendió los días tan felices que pasamos y así fue cómo mi hermana y yo aprendimos a vivir tanto en los días azules de nubes blancas de algodón, como en los días grises y oscuros, en los que el sol se marcha antes de tiempo y sólo hay sombras a tu alrededor, pero si eres valiente y aprendes a vivir en esos momentos de incertidumbre y oscuridad, encontrarás oportunidades que desconocías y así es como mi hermana y yo hemos aceptado con naturalidad y entereza los reveses que muchas veces nos ha traído la vida, desarrollando nuevas formas de resolver los problemas y confiando en que vendrían tiempos mejores y volveríamos a ver nuestros sueños reflejados en nubes blancas de algodón.
A medida que fui creciendo me dí cuenta que en realidad no son las nubes las que hacen posible tus sueños, sino el creer en ellos y el poner toda tu ilusión en llevarlos a cabo, que es lo que mi abuela nos enseñó en aquellas tardes de Otoño y esto es lo que más me ha servido a lo largo de estos años para no desanimarme ni abandonar nunca ninguna de las metas que me he propuesto conseguir en la vida.
La mayoría de las personas que no logran aquello que desean, no es porque tengan mala suerte o porque no sepan gestionar su vida, sino porque les falta fe y dejan de creer en su sueño antes de tiempo, haciendo morir la realización de su deseo antes de que vea la luz del sol. A todos nos gustaría vivir entre nubes de algodón y que no existiesen problemas a nuestro alrededor, pero somos cada uno de nosotros quienes debemos gestionar las nubes de nuestra vida y podemos lograr que dibujen nuestros sueños o bien hacer que se desate la tormenta, depende de cada uno de nosotros y no de las circunstancias, el conseguir brillar o ser envueltos por la niebla.
Lo bonito es que la vida te enseña que después de una gran tormenta, siempre vuelve a salir el sol y entonces te das cuenta de todo lo que has avanzado en tu vida y de lo que has crecido como persona, porque has podido salir adelante en las peores circunstancias y aunque tengas que abrir el paraguas varias veces y haya ocasiones en las que incluso un gran chaparrón llegue a mojarte de los pies a la cabeza, al final la luz del sol vuelve a iluminar tu vida y ese período de lluvias y tormentas es el abono que hace florecer el paisaje de tu vida y te fortalece como persona, ayudándote a conocerte mejor y a darte cuenta que eres más resistente de lo que imaginabas.
Así que, si alguna vez aparecen nubes en tu horizonte no tengas miedo y busca en ellas las oportunidades que cada día te brinda la vida. Sobre todo, como solía decir mi abuela, sigue creyendo en ti y en tus sueños y pase lo que pase, no los abandones nunca. Te mereces lo mejor y si así lo consideras, llegarás tan alto como las nubes que habitan en el cielo y verás tu vida desde una nueva perspectiva, donde la luz del sol te devolverá su sonrisa y siempre serás el protagonista de tus sueños.