La película nos cuenta la historia de dos personas cuya vida ha entrado en barrena, y no son capaces de levantar el vuelo. Por enésima vez la historia se sitúa en el Japón de posguerra, incluso hay que mencionar que en este trabajo si que hay alguna alusión al conflicto bélico. Además no solo se alude a este sino que directamente el protagonista admite que son los perdedores de la misma y que eso va a afectar de forma tajante a su forma de vivir.
Yukiko (Hideko Takamine) y Tamioka (Masayuki Mori) se conocen en Indochina, durante unos trabajos para el ministerio forestal, allí salta la chispa y su relación acaba siendo más intensa. De hecho el punto de referencia para que a posteriori se vuelvan a encontrar será su relación vivida en primera instancia. Ella sobre todo se aferra al recuerdo, para recobrar el amor de él, más bien se obstina en no renunciar, aunque Tamioka esté casado.
Se puede decir que lo que le encanta al director japonés es experimentar con al resistencia del ser humano. Saber lo que realmente es capaz de dar de sí en situaciones totalmente extremas, situaciones no solo externas como podría ser su economía, trabajo, vivienda, situación social. Sino también unas condiciones intensas interiormente, como relacionan a los celos a la envidia, a que la persona amada acabe yéndose con otro tan solo por conveniencia ni siquiera porque lo desea.
En este dramático toma y daca se mueven continuamente nuestros personajes. Viviendo a veces juntos y otras separados, pero no alejándose demasiado uno del otro, refugiándose en ocasiones en la bebida para poder soportar los reproches de uno u otro. Esta inclinación recuerda a otros trabajos posteriores, donde la bebida juega un papel bastante importante en la degradación de las relaciones personales. En definitiva una obra maestra que deberíamos tener en cuenta y que quizás exija un poco de nuestra paciencia para que podamos apreciarla en su totalidad.
TRONCHA