El año pasado leí mi primer libro de Carmen Martín Gaite, "Caperucita en Manhattan". Me gustó mucho la sencillez de su prosa, la estupenda mezcla entre fantasía y realidad y el hecho de que fuera un libro idóneo para todas las edades. Con "Nubosidad variable", las sensaciones han sido otras. Me ha producido el mismo leve malestar que se siente al despertar en un día borrascoso: uno afronta el día como todos los demás, pero con cierta pesadez en el espíritu...
La novela se compone de una serie de cartas cruzadas que se escriben dos amigas que no se han visto desde la juventud. Ambas gozan de una vida acomodada. Una está casada y tiene hijos que empiezan a vivir la edad adulta, pero siente un vacío existencial que se extiende desde la relación con su marido (ya casi inexistente) hasta los actos sociales a los que se ve obligada a asistir, realmente banales. En realidad, se siente absolutamente sola. La otra, psiquiatra de éxito, es capaz de tratar a todo tipo de pacientes excepto a sí misma. Mantiene una relación de pareja de carácter destructivo y en sus cartas se puede apreciar a una mujer que huye de sí misma e idealiza un pasado en el que las cosas eran más sencillas.
Quizá por la advertencia de la primera de las cartas, en la que las amigas se comprometen a respetar las reglas que establecieron en su adolescencia a la hora de escribir este tipo de misivas, en el sentido de que no pueden borrar nada de lo que plasmen en el papel, el lector debe estar prevenido desde el principio de que las cartas son extensas y a veces difíciles de digerir. Uno de los personajes puede pasarse una página describiendo su habitación, luego hablando del pasado y tomando mil recovecos hasta llegar al tema que verdaderamente quiere exponer. A veces, uno como lector siente que estas mujeres se ahogan en un vaso de agua y que intensifican el dramatismo a situaciones corrientes de la vida: los hijos que ya no viven en casa, un antiguo amor que no pudo ser...
Seguramente hay mucho de autobiográfico en este libro, ya que expone con suma delicadeza las sensaciones de una mujer que llega a una determinada edad. Pero hay que censurarle a una de las protagonistas, Sofía, que quizá la soledad se la ha buscado ella misma, al inferir en sus palabras que no suele ser precisamente amable en sus relaciones sociales. Tengo que decir que en el club de lectura donde hemos debatido este libro se ha producido una verdadera polémica en torno al mismo. Ni que decir tiene en que bando estaba yo. Eso no resta ni un ápice de mérito a la prosa de Martín Gaite, siempre de calidad, pero en este caso tan espesa que cuesta mantener la concentración en tal maraña de palabras y frases. Prefiero la sencillez de "Caperucita en Manhattan".