Por Frei Betto
La América Latina, con sus 638 millones de habitantes, es hoy la región más desigual del mundo. Tras una década de reducción de la pobreza y la desigualdad, los índices vuelven a resultar preocupantes, debido a la evasión fiscal y el recorte de programas sociales. Como las economías nacionales han retrocedido, hoy en día un 20% de la población se considera vulnerable. Y 122 millones de personas que salieron de la pobreza, pero no lograron incluirse en la clase media, podrían perder lo poco que obtuvieron.
En 2002, un 44,5% de los latinoamericanos vivía en la pobreza, de ellos el 11,2% en la miseria. Hoy en día, vive entre la pobreza y la miseria el 30% de la población del Continente, o sea, 210 millones de personas.
Ningún otro continente fue tan aplastado como el americano. En Asia predominan los ojos rasgados. En África, la población negra. Aquí escasean quienes tienen rasgos indígenas. Se calcula que en el primer siglo de la colonización occidental los colonizadores europeos masacraron a 70 millones de indios.
A partir de 2014, la América Latina ha experimentado una fuerte caída de su participación en el comercio mundial, así como una reducción relativa del precio de los principales productos suramericanos. Algunos países encabezan el aumento de la desigualdad en la región: de lejos, Venezuela, debido a una recesión económica sin precedentes, y también Brasil y Argentina.
Gracias a la instalación de gobiernos progresistas en el Continente a partir de 1988, desde 2003 más de 72 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza, según datos de Oxfam. Ello se debió al aumento del salario mínimo y del gasto público en políticas sociales, y al perfeccionamiento de la educación básica.
El actual reempobrecimiento de la población no se deriva solamente de factores económicos como el fin del boom de las materias primas, sino también del recorte de las políticas sociales, en especial en los países en que han ocurrido golpes parlamentarios, como Honduras, Paraguay y Brasil, y aquellos que en los últimos años han sido gobernados por presidentes neoliberales, como Argentina y Chile.
En materia de educación, Brasil aún no ha alcanzado el nivel medio de los países latinoamericanos. Aquí los alumnos de enseñanza media permanecen en la escuela cerca de cuatro horas diarias. El promedio continental es de seis horas.
La América Latina aún no ha encontrado su modelo de desarrollo sustentable. Todos los países siguen dependiendo de sus exportaciones, o sea, están sujetos a los intereses de las naciones metropolitanas y a las oscilaciones del mercado.
El Continente no tendrá futuro mientras no alcance la justicia fiscal, es decir, el impuesto progresivo (quien más gana, más paga),la reducción de la corrupción y el aumento de los gastos en políticas sociales.
En Brasil, el retroceso de los índices sociales aumenta con la aprobación de las reformas laboral y del seguro social, que reducen sustancialmente derechos conquistados en las últimas siete décadas. Un análisis del Instituto de Estudios Socioeconómicos (Inesc), a partir de datos del Portal del Presupuesto del Senado, publicado en julio, demuestra que los cortes presupuestarios promovidos por Bolsonaro en los primeros seis meses de su gobierno no se concentraron en sectores históricamente privilegiados, como el legislativo y el judicial, sino en áreas relacionadas con la garantía de los derechos humanos. La vivienda, la educación, la defensa de la ciudadanía y sus derechos fueron las áreas más afectadas por la política de recorte de recursos, que, de enero a junio de este año, ya suman 31 mil millones de reales. Eso significa menos empleo, menos viviendas, menos salud y educación, menos pan en la mesa del brasileño.