Probablemente, creo yo, haya en esa necesidad de buscar referencias algunas diferencias según sea el grado de madurez que haya alcanzado el sujeto. Personas especialmente inmaduras en su desarrollo intelectual y afectivo manifiestan, por ejemplo, problemas de ecolalia, en los que su respuesta a las preguntas de un interlocutor se limita a repetir la pregunta o las últimas palabras de la pregunta; es lo único que se sienten capaces de responder. Es decir, no disponen de otra referencia de la que echar mano para responder que la pregunta misma, y a ella se aferran. El recurso al que recurrían los sujetos experimentales de Kahneman y Tversky para calcular el número de países africanos podríamos, en ese mismo sentido aunque evolutivamente un poco por encima de la ecolalia, asimilarlo a la superstición, que seguramente interviene en nuestras decisiones mucho más de lo que pensamos, pero que no agotaría ni resultaría definitivo a la hora de valorar nuestras posibles respuestas a las situaciones de incertidumbre, las cuales podrían ir siendo más o menos racionales también en función del grado de madurez alcanzado.
Hasta aquí pretendo que queden más o menos expuestos los términos de la solución. A partir de aquí, y así aprovechamos, intentaremos enunciar los propios del problema que pretendemos abordar.
Hoy vivimos en España una clara situación de incertidumbre: no sólo la crisis económica, también la institucional y la de nuestra estructuración territorial, así como la falta de credibilidad que transmiten los partidos políticos tradicionales, que han demostrado estar más interesados en mantener sus chiringuitos que en arreglar los problemas de la ciudadanía; añadamos la corrupción, incluyendo la falta de independencia del poder judicial, que impide afrontar la lucha contra ella con unas mínimas garantías, el despilfarro en el gasto público… En UPyD pensamos que todo ello debería favorecer decididamente la transición hacía otras formas de respuesta a los problemas económicos y de organización del estado, y consiguientemente hacia la emergencia clara de alternativas políticas, entre las cuales, la de UPyD sería, precisamente, una ellas. Incluso pensamos que, hoy por hoy, es la fuerza política más sensata del panorama político, por no decir la única. UPyD, efectivamente, está creciendo, pero ni mucho menos lo suficiente como para contrarrestar la inquietante sensación de que lo que en el horizonte aguarda puede ser aún peor que lo que hoy tenemos. Cuando nos estamos jugando, pues, el superar una situación catastrófica que, a pesar de algunos espejismos coyunturales, sigue empeorando y que está lastrando gravemente la vida de grandes sectores de la población, especialmente la de nuestros jóvenes, ¿por qué cuesta tanto que la racionalidad pueda abrirse paso?
La respuesta bien podría ser la que nos brindan los experimentos de Kahneman y Tversky: por un lado, la ganancia que promete UPyD no llega a contrarrestar el miedo a la pérdida que conlleva prescindir de las referencias mejor conocidas. Uno, cuando a la hora de valorar sus opciones deja intervenir a su parte racional, puede estar de acuerdo en que las propuestas de UPyD son más consistentes, si de afrontar nuestros problemas con garantía se trata, pero que un partido así pueda llegar a ser decisivo, ¿no sería como dar un salto en el vacío? El miedo a la pérdida puede, de un modo mayoritario todavía, más que la posibilidad de salir ganando.
Y por otro lado, UPyD es una fuerza suficientemente desconocida todavía como para que la opinión pública se sienta aún a falta de referencias sólidas en las que apoyarse a ese respecto. Y el mismo miedo al riesgo que supone apoyar algo nuevo, sustentado a veces en la mala fe de algunos, ha ido emitiendo unas referencias tan poco razonables como perversas que impiden que UPyD crezca lo que debería. Una de esas referencias que cuenta con predicamento esque “UPyD es como los demás: cuando sus candidatos pisen moqueta, serán igual de corruptos”, desechando el dato de que proponemos medidas concretas que garantizarían la lucha contra la corrupción. Otro mantra que, como el de la rueda de la fortuna de aquellos sujetos experimentales que antes citábamos, tira irracionalmente de la opinión pública en contra de UPyD, es el de que “UPyD es un proyecto personalista de Rosa Díez, que es una persona egocéntrica sin otros intereses que el de saciar su vanidad y sus ansias de poder” (un mantra este muy avalado por Rajoy, a juzgar por cómo trata a nuestra líder en el Parlamento).
En resumen, fundamentados en ese tipo de recursos que anteceden a la aparición de la racionalidad y de la ponderada valoración de las expectativas, el miedo a la pérdida y la aversión por la incertidumbre pueden llegar a tener entidad suficiente como para que acabemos perdiendo aún mucho más y nos aboquemos a una situación de incertidumbre y riesgo aún mayor que la actual.