Pero desde luego que esta falta de idiosincrasia y de identidad nacional tiene un porqué. Todo empezó cuando, valga la redundancia, comenzó el apogeo de la mayor época de esplendor para España, el siglo XVI, a la muerte de Felipe II, en 1598, un rey en cuyo territorio jamás ponía el sol y que fue capaz de organizar sus 31 millones de kilómetros cuadrados sin necesidad de Comunidades Autónomas.
Después de un gran rey (Carlos I), viene uno mejor (Felipe II) y luego viene uno que, bueno, no supera las expectativas (Felipe III), un rey caracterizado por su megalomanía y su fidelidad a España y a su mujer Dª Margarita de Austria.
Felipe consiguió un aparente éxito, que fue llamado la Pax Hispánica, un conjunto de tratados de Paz con Francia (1598), Inglaterra (1604) y Provincias Unidas, la actual Holanda (1609). Pero nada más lejos de la realidad: lo que era Flandes aprovechó la tregua para regular su economía, destruida por el primer caso de especulación de la historia, la "tulipomanía" o crisis de los tulipanes, que tuvo lugar en los años 20 de ese siglo. Consistía en que, en unos pocos años, los bulbos de tulipán, debido a su escasez por una epidemia de peste, diezmó la mano de obra. Los bulbos fueron objeto de especulación para la población; llegaron a obtener beneficios del 600%. Por supuesto la burbuja explotó, llevándose por delante a los que habían invertido tarde.
Pero volviendo a la Pax Hispánica, los firmantes se la jugaron a Felipe: primero los holandeses atacaron ciudades españolas, como Cádiz, y Praga o Pernambuco, disfrazados de corsarios y de calvinistas checos, e incluso se llegaron a aliar con los ingleses para asaltar Cádiz por segunda vez, pero ya sabemos que no triunfaron. Luego Francia, que desde los Reyes Católicos nos tenían en su punto de mira, dio dinero a países como Suecia y Dinamarca, que eran protestantes, para que ayudasen a los holandeses en Flandes. Estos fueron derrotados en Nördlingen.
Los franceses, después de siglos de convivencia, por fin se dieron cuenta del cáncer español, nuestra anarquía natural y la falta de unidad nacional. Entonces entró en juego un nuevo fenómeno político: los validos. No eran más que los secretarios de los reyes, pero con la nueva remesa de reyes flojitos del siglo XVII, cobraron mucha importancia y fueron los que realmente gobernaban, mientras el rey se ausentaba para un asunto político que era simplemente placeres humanos o carnales.
El primer valido en la historia de España fue el Duque de Lerma, aunque no fue precisamente el mejor ejemplo, ya que utilizó su cargo para beneficio personal. Otro ejemplo de que la historia se repite. Francia también tuvo su valido, el mezquino Cardenal Richelieu. Él fue la primera persona que supo ver los puntos flacos de la España el siglo XVII: escasez de hombres y falta de unidad. Después de atacar el Rosellón y ser vencido, y de apoyar a los flamencos en su masivo ataque a Amberes, donde también fueron derrotados, al cardenal solo le quedó una opción: comenzar su particular campaña de marketing para desprestigiar a las autoridades españolas. Con ello produjo un hecho histórico: la primera desmembración de una potencia mundial, de un imperio, sin un solo muerto. Sí amigos, el Imperio Español se degradó tanto que nos vencieron con discursos populistas y varios cientos de miles de mentiras, incluyendo archivos históricos, que en su mayoría han sido modificados en el último siglo.
Por poner un ejemplo, desde hace unos años hay una burda corriente ideológica que siente la necesidad de boicotear todo lo relacionado con el cristianismo, las tradiciones y todos los motivos de orgullo para España. Uno de ellos es el descubrimiento de América el 12 de octubre de 1492, que es tachado de genocidio por muchos pseudoestudiosos y pseudohispanistas, pero lo que es aún peor, por los propios españoles.
¡HASTA LA PRÓXIMA!
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